En su momento, cuando fue concebida hace más de cinco décadas, la Escuela Nacional de Artes de Cuba constituyó quizás uno de los ejemplos más prometedores de lo que la Revolución Cubana se convertiría algún día. El proyecto, modernista y supra revolucionario serviría para mostrarle al mundo lo que iba a ser, no la nueva arquitectura cubana, sino la Revolución misma.
Hecho a base de ladrillos y con domos de terracota, el complejo de edificios, donde la pujante revolución cubana enseñaría a los más desfavorecidos el arte de la pintura, la danza y la música, es actualmente un amasijo de bloques constructivos que parece desaparecerá en cualquier momento tragado por la maleza.
En los años en que comenzó a construirse, un cambio en las mentalidades políticas de la isla, convirtió un proyecto de diseño avanzado, estilizado, utópico e idealista – por decirlo de algún modo, un fiel reflejo de la Cuba de los 60 – en algo burgués, desconceptualizado y poco provechoso.
En cuestión de meses, aquella arquitectura novedosa se vio suplantada por una más utilitaria. Censores y burócratas acusaron a los arquitectos (Ricardo Porro, Vittorio Garatti y Roberto Gottardi) de ser unos “egocéntricos burgueses y aristócratas culturales”. Años después se marcharon del país buscando exilio en París, Porro, y acusados de espionaje y perseguido, Gottardi.
Numerosos han sido los intentos por parte de brigadas constructivas del estado cubano por devolver a su estado original, al menos las dos únicas edificaciones que pudieron ser completadas. Las otras tres quedaron como la historia, incompleta, en espera de que alguien en algún momento se acordase de ellas, y eso, nunca sucedió.Ahora, en el 2016, luego que fuese incluido en la lista de monumentos mundiales para preservar, con el auspicio del gobierno italiano, del gobierno cubano y de la labor filántropica del bailarín Carlos Acosta pareciera que al menos, los dos edificios que más riesgo corren de colapsar inmediatamente, pudieran ser restaurados.
Desde el año 1965, en que las obras fueron detenidas, hasta el año 2011 en que el Estado Cubano la declaró Monumento Nacional, las paredes de la Escuela Nacional de Artes de Cuba han sufrido el embate de ciclones, lluvias, derrumbes, filtraciones, deterioros, robos, sin que a nadie pareciera importarle.
Pero pasaron cuatro años más, hasta que en el 2015, otra vez el Gobierno Cubano estableciera una comisión cuyos miembros, algunos vinculados estrechamente con el oficialismo en la isla, comenzaron a colaborar con la UNESCO, el Ministerio de Cultura y el embajador de Italia en Cuba, para preservar el lugar para las futuras generaciones.
Tiempo es oro, y es hora de actuar. Aún estamos a tiempo de salvar algo, antes que la “selva” devore lo poco que ha ido quedando.
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