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En las últimas horas, un insólito vídeo se pasea por varias páginas webs sobre Cuba: en pleno boulevard de San Rafael una mujer y un hombre tienen sexo a plena luz del día, en el portal de una tienda de venta en moneda nacional.
Sin embargo, lo peor no es eso, lo peor es la multitud enardecida que grita, alienta y filma como si se tratara de una pelea de gallos lo que están presenciando.
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Sobran las especulaciones sobre si fue un show pagado o si estaban drogados los implicados, da igual porque ―francamente― nada alivia el hecho en sí, y no porque seamos unos puritanos, simplemente porque debe existir un mínimo de moral y de civismo, que en este caso se echa en falta completamente.
Faltó entre quienes protagonizaron el acto, entre quienes lo alentaron y también entre quienes desde el balcón de su casa tal vez lo vieron y no hicieron nada.
Son demasiadas las personas implicadas, de un modo u otro, para que un hecho de estas características pueda pasar inadvertido sin una reflexión que ponga sobre la mesa, una vez más, la brutal pérdida de valores que está viviendo Cuba.
Una pérdida de valores que conviene atajar a tiempo, porque no se corresponde ni con lo que la Isla en esencia es (más allá de sus muchísimos defectos), ni con los valores que el Gobierno cubano agita como bandera e incluso exporta al resto del mundo.
Es cierto que el sexo callejero es algo relativamente común en cualquier parte del mundo, y de vez en cuando van saliendo noticias aquí y allá que hablan de casos. En el día de hoy ―sin ir más lejos― ha sido noticia en Barcelona una pareja que, en el andén de una céntrica estación de metro, tuvo sexo sobre la medianoche del pasado sábado. El vídeo, filmado por uno de los testigos, ha corrido como pólvora por medios de prensa y redes sociales, y rápidamente las autoridades han tomado cartas en el asunto. Los viajeros que filmaron denunciaron el hecho ante las autoridades, y eso que lo sucedido allí no reviste ni la mitad de la gravedad de lo que pasó en Cuba.
Lo que estremece y preocupa doblemente en este vídeo de procedencia cubana es que tenga lugar de día, en medio de la calle, y encima con la complicidad de tantísimas personas; sumado a ello el carácter casi animal de lo visto y sobre todo la total impunidad.
¿Cómo es posible que ningún vecino de esa concurrida zona llamara a la policía ante un acto de semejantes características?
¿Dónde estaban esos policías que no muy lejos de allí quitaban a los cuentapropistas inválidos su mercancía de venta?
Por otra parte, no pocos atarán cabos con el vídeo que hace apenas unos días se viralizaba: el de unos niños bailando reguetón con uniforme escolar en actitudes y poses completamente inadecuadas para su edad. Ya entonces se inició un debate en las redes ante unos valores sociales y educativos cada vez más relajados en la Cuba de hoy.
El vídeo de los niños bailando tardó apenas unas pocas horas en llegar a medios de prensa internacionales como el Daily Mail o Yahoo noticias. Vamos a ver cuánto tarda en circular este vergonzoso vídeo de ahora, que supera con mucho a aquel en preocupación y desconcierto.
Algunos se arriesgan a insinuar que la culpa indirecta de conductas como estas deben ser achacadas a la efervescencia resultante del reguetón, sin embargo ―le guste o no el reguetón a uno― resulta ingenuo culpar a un género musical en sí mismo.
Seamos realistas. Lo que vemos aquí, es el resultado de algo mucho más antiguo y más profundo: tal vez las raíces debemos buscarlas en la escasez de los años 90 en Cuba, que dejó demasiadas huellas en una sociedad que abarató su moral y sus límites a cambio de muy poco. La clave tal vez esté en parte de una sociedad que alguna vez se prostituyó para comer.
Los cubanos están perdiendo valores, y lejos de un resignado lugar común, es algo que deben plantearse y resolver urgentemente las autoridades políticas y educativas de la Isla.
En un momento de las imágenes, se puede ver al fondo el cartel del “Cinecito”, emblemática esquina de La Habana dedicada al cine infantil desde hace más de 70 años (1942), que ahora se ha visto mancillada por un espectáculo de estas características.
Es hora de que Cuba eche a un lado las retóricas triunfalistas y se siente a pensar y a discutir sobre lo qué está pasando con la sociedad cubana; es hora de re-evaluar y re-significar el papel de la mujer en una sociedad que lo pide con una silenciosa urgencia.
Lo visto es vergonzoso, es grotesco, es esperpéntico, pero sobre todo es triste….
(Imágenes tomada de Cubanet)
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