Salida de Yulieski Gourriel marca el fin de una era para el béisbol en Cuba

La partida de Yulieski Gourriel significa la peor derrota que podía sufrir el béisbol cubano, o más exactamente, las autoridades que rigen ese deporte en Cuba, y es además el fin de una era.

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Este artículo es de hace 8 años

La partida de Yulieski Gourriel significa la peor derrota que podía sufrir el béisbol en Cuba, o más exactamente, las autoridades que rigen ese deporte en Cuba, y es además el fin de una era.

Que se vaya este o aquel pelotero no tiene ni remota comparación para el béisbol de Cuba con el hecho de que su principal estrella, Yulieski Gourriel, haya abandonado la delegación cubana en República Dominicana con la mirada puesta en otro futuro deportivo y en otro modo de vida.


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Y es que la decisión de Yulieski es el símbolo y la definitiva demostración de que las estrategias aplicadas hasta ahora por las autoridades deportivas cubanas para tratar con sus peloteros son ineficaces, pues responden a modelos antiguos, pasados de época, a una mentalidad con 20 o 30 años de atraso, según la cual los deportistas no responden a sus propios intereses, sino a los intereses de una colectividad anónima y muda, que habla a través de dirigentes y comisionados que tienen toda la paciencia del mundo para esperar a que las cosas se arreglen solas en un futuro perdido en la lejanía.

La ruptura de Yulieski solo es comparable con la de otro grande de nuestra pelota, José Ariel Contreras, en 2002. Sin embargo, en aquella época la decisión de Contreras tuvo el cariz de las decisiones personales, siempre excepcionales y más o menos incomprensibles para la mayoría. Mucha gente en esa época no comprendió bien la decisión de José Ariel. La prensa oficial escondió como pudo la noticia y los cubanos se quedaron pensando que José Ariel no tenía derecho de haberse quedado, de haberlos abandonado.

Sin embargo, hoy, 14 años después, la noticia de Yulieski se ha regado como la pólvora, y la inmensa mayoría de los cubanos de a pie que han emitido su opinión en público o en privado, conozcan o no de pelota, les guste o no Yulieski, coinciden escuetamente en que irse era lo mejor que podía hacer este jugador, pues en Cuba estaba estancado. No hacen referencia a los millones de dólares que podrá ganar en la MLB, como sugiere la triste nota que ha replicado la prensa oficial, siempre a kilómetros del instinto y de las necesidades de la gente, sino a su estancamiento en el deporte, sencillamente porque la gente refleja con esa opinión su propia incertidumbre social y sus propias carencias espirituales.

Hoy, el caso Yulieski no solo no es un hecho aislado, sino el más ruidoso de una ola expansiva de salidas de peloteros del país. Solo desde 2014 se han ido 240 peloteros, una cifra sin precedentes que aumenta exponencialmente, casi a diario.

Llama la atención el hecho de que la fuga masiva ha coincidido con la época de mayor flexibilidad de las autoridades deportivas cubanas desde hace más de cinco décadas, a pesar de la retrógrada y ofensiva nota publicada por los medios oficiales tras la ruptura de Yulieski.

Cuba no solo está gestionando contrataciones para sus peloteros en ligas profesionales, sino que está ahora mismo entablando charlas amistosas con las autoridades de la MLB, para que en algún momento los jugadores puedan brincar la orilla legalmente y burlar las leyes que se oponen a que los cubanos sean contratados por las Mayores.

El cambio de mentalidad de Cuba es justo, necesario e inevitable, pero la amistad Cuba-MLB no deja de ser una utopía, y los procesos de contratación con otras ligas son tan lentos que se hacen ineficaces.

En el último año de fugas anárquicas, legales e ilegales, de peloteros hechos y de promesas sin hacer, la Federación Cubana de Béisbol no ha pasado de las diez contrataciones, un número ridículo que para nada responde a los intereses de esos deportistas por los que la Federación se supone que tiene que velar, pues por cada firma que la Federación gestiona, 25 peloteros tienen que arreglárselas como pueden y resolver su problema sin recursos y sin respaldo de ningún tipo. Eso sin contar los miles y miles de jugadores de todos los niveles que todavía no se han ido y que están esperando la más mínima oportunidad para hacerlo.

Pues mientras en Cuba no se profesionalice nuevamente el béisbol, los jugadores y el resto de los cubanos seguirán pensando, sencillamente, que los peloteros se van a estancar en la isla. Mientras tanto, la única solución posible es que la Federación agilice las contrataciones al ritmo que exigen estos tiempos y que necesitan tantos y tantos jugadores que esperan su oportunidad.

La Federación tiene que aprender que las condiciones particulares no las puede poner ella, sino los peloteros y las ligas. La Federación tiene que velar por la seguridad de los peloteros, por la legalidad de los contratos y por otras formalidades generales. Lo demás es asunto de los interesados, y si los jugadores no pueden formar parte del equipo nacional o venir a jugar a la Serie Nacional, la Federación no puede oponerse a eso, pues si lo hace, los jugadores se irán como puedan, sin permiso ni consentimiento de los federativos, y ahí sí que los perderemos definitivamente, para la Serie Nacional y para el equipo Cuba, como ahora con Yulieski, y como pasará con tantos otros, a menos que las cosas cambien.

La salida de Yulieski y de su hermano Lourdes Gourriel dejan además huérfanos a su equipo provincial, los Industriales, una pérdida irreparable que solo a los industrialistas angustiará, pero que no por eso deja de ser terrible. Actualmente, Yulieski es el líder de los bateadores de la Serie Nacional, con un promedio fabuloso de 500 (por 87 hits en 147 veces al bate), que constituye ahora mismo el récord histórico para estos eventos, y que se hará efectivo si estas veces al bate fueran suficientes al final de la campaña. Además, Yulieski es líder en slugging con 874 y había conectado 20 dobles y 15 jonrones, con 51 carreras impulsadas.

En 14 Series Nacionales anteriores, Yulieski había promediado para un excelente 332 de average, con 1 618 hits, 1 084 carreras impulsadas y 267 jonrones, que lo colocaban como el mayor jonronero entre los peloteros cubanos en activo.

Lourdes Gourriel, por su parte, promediaba en esta temporada para 344, con 10 jonrones, 75 hits, 53 empujadas y 17 dobles.

En sus cinco temporadas anteriores, Lourdes acumuló promedio de 258, con 18 jonrones, 112 impulsadas y 198 hits, números que el menor de los Gourriel, en pleno desarrollo, venía acrecentando progresivamente.

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