Electricista ciego de Matanzas demuestra que las limitaciones no son barreras para el éxito

Yusmel Fernández, electricista ciego de Matanzas, supera las limitaciones visuales con ingenio y dedicación, destacándose como técnico experto y ejemplo de superación en su comunidad.


En el barrio Playa de Matanzas, un pequeño taller de reparaciones se ha convertido en un símbolo de perseverancia y superación: allí trabaja Yusmel Fernández González, un técnico eléctrico ciego que, a sus 49 años, ha desafiado las expectativas de su entorno y las limitaciones impuestas por su discapacidad visual.

Su vida, marcada por la retinosis pigmentaria, es una historia de lucha, ingenio y una incansable búsqueda de independencia, destacó el periódico oficialista Girón.


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La enfermedad le fue diagnosticada cuando apenas tenía 10 años. Hasta entonces, Fernández había atribuido sus tropiezos frecuentes y la incapacidad para ver la pelota en los juegos de béisbol a simples distracciones.

Sin embargo, aquel día en el hospital de Santiago de Cuba, su vida cambió para siempre: "Su hijo tiene una enfermedad degenerativa que irá apagando gradualmente su visión", le dijeron a su madre.

Para un niño de su edad, las palabras de los médicos eran difíciles de entender, pero las restricciones que vinieron después fueron un golpe demoledor: de repente, le prohibieron correr, trepar árboles y, lo que más le dolió, mirar directamente al sol, una experiencia que tanto disfrutaba.

Pero si algo lo caracterizó desde pequeño fue su capacidad para adaptarse y encontrar nuevas formas de vivir con plenitud, y aunque el diagnóstico marcó un antes y un después, no le impidió buscar maneras de explorar el mundo que se le iba haciendo invisible.

Fue en el taller de su padre, quien reparaba electrodomésticos de forma autodidacta, donde descubrió su fascinación por la electrónica: entre herramientas, cables y circuitos, encontró un refugio y un propósito.

Recuerda cómo, siendo un niño, armó su primera alarma con una bobina y unas pilas viejas, asombrando a sus compañeros de escuela, y desde entonces, se convirtió en el innovador del aula, dejando de lado el estigma de “débil visual”.

A lo largo de su formación académica en el Politécnico Álvarez Berrier Cruz, su amor por la electrónica y la física creció exponencialmente.

Aunque sus profesores le facilitaban ciertas adaptaciones debido a su enfermedad, Fernández nunca permitió que esto afectara su desempeño: memorizaba lecciones completas y resolvía problemas matemáticos y eléctricos en su "pizarra mental".

Fue entonces cuando comprendió que la Ley de Ohm no era solo una fórmula abstracta, sino la clave para entender los circuitos eléctricos que tanto le apasionaban.

Hoy, en su taller de reparaciones, Fernández se ha ganado el respeto y la admiración de toda la comunidad, demostrando que ha superado los obstáculos apoyándose en sus manos, que se han convertido en sus verdaderos ojos y su principal herramienta de trabajo.

Con un simple toque, identifica marcas y modelos de electrodomésticos, memoriza circuitos y detecta fallas con una precisión asombrosa.

Sus clientes, que llegan con ollas arroceras, licuadoras y otros equipos averiados, se sorprenden al verlo trabajar con la mirada perdida y sus gafas oscuras, mientras sus dedos recorren con destreza cada componente: “Con solo tocarlos, sé de qué modelo se trata y cómo está diseñado su sistema eléctrico”.

El tacto y el oído se han desarrollado de forma extraordinaria: puede detectar si un tornillo está oxidado o si un cable necesita ser reemplazado con solo tocarlos, pero su capacidad va más allá de la simple reparación.

En su afán de superar los retos que le impone la falta de visión, diseñó un dispositivo que emite un sonido para confirmar si un aparato está consumiendo energía tras ser reparado, lo cual le permite garantizar que el arreglo fue efectivo: “Hasta ahora, nunca me han devuelto un equipo que haya reparado”.

A pesar de sus destrezas y confianza en sí mismo, la vida no ha sido fácil para Fernández: dos operaciones quirúrgicas le devolvieron algo de visión por un tiempo, pero su enfermedad avanzó de manera irreversible.

Sin embargo, lejos de rendirse, decidió adaptarse a las nuevas circunstancias: su bastón se convirtió en su aliado inseparable, permitiéndole desplazarse por la ciudad con independencia y ha desarrollado una rutina meticulosa para manejar su hogar cuando su esposa, quien organiza su ropa y lo apoya incondicionalmente, debe ausentarse.

“No puedo distinguir si mi ropa tiene churre”, dice con humor, “pero el olor del detergente me da una pista de que está limpia”.

Fernández no busca reconocimiento ni compasión, lo que más valora es el agradecimiento de las personas que dependen de sus reparaciones para recuperar objetos imprescindibles en sus hogares.

“Lo que más satisfacción me da es sentir que soy útil, que puedo valerme por mí mismo”, confiesa, porque para él la ceguera no es una barrera, sino una oportunidad para demostrar que las limitaciones solo existen si permitimos que nos definan.

Su historia no es solo la de un hombre que venció las adversidades, sino un recordatorio de que la determinación y el esfuerzo pueden convertir cualquier desafío en una oportunidad.

Mientras recoge sus herramientas al final de cada jornada, Fernández piensa en el próximo equipo que reparará, y aunque sus ojos no pueden ver, su mente nunca deja de imaginar el camino hacia una solución.

En septiembre último, Cuba logró la medalla de oro en el mundial de béisbol para ciegos, lo cual constituye otro ejemplo de superación.

Ese logro del equipo Cuba de béisbol para ciegos rompió la sequía de medallas de los peloteros cubanos en cualquier categoría, tras ganar a Italia 2-1 y de esta manera llevarse el título de la segunda Copa Internacional de Béisbol para Ciegos WBSC que se jugó en Londres, Gran Bretaña.

Impulsada por el sensacional triplete dorado de la estelar velocista Omara Durand, Cuba superó ampliamente en los Juegos Paralímpicos de París 2024 la actuación alcanzada en la cita de Tokio 2020, lo cual constituye otro hecho de voluntad personal y profesional por encima de los obstáculos que impone la vida.

Preguntas frecuentes sobre Yusmel Fernández, el electricista ciego de Matanzas

¿Quién es Yusmel Fernández González?

Yusmel Fernández González es un técnico eléctrico ciego de Matanzas que ha desafiado las expectativas y limitaciones impuestas por su discapacidad visual. A pesar de sufrir retinosis pigmentaria desde los 10 años, Fernández se ha convertido en un símbolo de perseverancia, utilizando sus habilidades y conocimientos en electrónica para ganarse la vida en su taller de reparaciones.

¿Cómo ha superado Yusmel las limitaciones de su discapacidad visual en su trabajo?

Yusmel Fernández ha desarrollado un agudo sentido del tacto y del oído, lo que le permite identificar marcas, modelos y fallas de electrodomésticos con solo tocarlos. Ha diseñado un dispositivo que emite un sonido para confirmar si un aparato está consumiendo energía tras ser reparado, garantizando así la efectividad de su trabajo.

¿Cuál es la principal motivación de Yusmel Fernández en su trabajo?

Yusmel Fernández no busca reconocimiento ni compasión. Lo que más valora es el agradecimiento de las personas que dependen de sus reparaciones para recuperar objetos imprescindibles en sus hogares. Para él, la ceguera no es una barrera, sino una oportunidad para demostrar que las limitaciones solo existen si permitimos que nos definan.

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