El gobierno cubano ha celebrado como un logro el izamiento de las seis torres de alta tensión de 220 kV derribadas tras el huracán Rafael en Artemisa, destacando los esfuerzos de las brigadas eléctricas para restablecer el sistema.
Sin embargo, la realidad para miles de habitantes en Artemisa contrasta con el optimismo oficial. Más del 40 % de la provincia continúa sin electricidad dos semanas después del impacto del ciclón.
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El huracán Rafael, con categoría 3 y vientos de 180 km/h, devastó las infraestructuras de la región occidental el pasado 6 de noviembre. Los daños incluyeron no solo torres de alta tensión, sino también postes eléctricos, viviendas y cultivos, dejando a Artemisa y Pinar del Río en una crisis energética profunda.
La Empresa de Construcciones de la Industria Eléctrica (ECIE) ha señalado que las nuevas torres estarán completamente operativas este sábado, aunque el suministro eléctrico para la población sigue dependiendo de líneas de 110 kV, que no garantizan la estabilidad energética necesaria.
Hasta este jueves, municipios como Alquízar y Caimito seguían en penumbra, con los porcentajes de recuperación más bajos, según datos oficiales.
El sistema energético cubano, ya debilitado por el envejecimiento de las termoeléctricas y la falta de mantenimiento, enfrenta un déficit de generación que agrava la situación.
La reciente salida de servicio de la termoeléctrica Antonio Guiteras ha disparado los apagones a niveles críticos, con afectaciones de hasta 1,700 MW en horario pico.
En contraste con los anuncios oficiales, la realidad muestra un sistema incapaz de responder de manera eficiente a desastres naturales y necesidades cotidianas.
La dependencia de soluciones temporales subraya la fragilidad estructural de un país donde los apagones se han convertido en parte de la vida diaria.
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