No cabía esperar otra cosa este martes 13 de agosto, sino que Granma encargase a uno de sus periodistas oficialistas que cantase nuevas alabanzas al dictador Fidel Castro, que hoy cumpliría 98 años de no haber pasado a mejor vida el 25 de noviembre de 2016, mientras meditaba sobre la longevidad a la sombra de una moringa.
Para ello, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) acudió a Pastor Batista Valdés, su corresponsal en Las Tunas, quien agradecido cantó las virtudes cívicas y patrióticas del líder ausente, que no fenecido. “¿Qué hubiera sido de Cuba sin Fidel?”, se preguntó Pastor como pie forzado para esbozar un retrato del dictador que no oliera a camino trillado.
Millones de cubanos tardarían menos de un segundo en responder semejante pregunta, y además coincidirían. A coro gritarían: “¡estaríamos mejor!”. En primer lugar, Cuba sin Fidel seguiría siendo Cuba, porque, por mucho que los propagandistas de Palacio y los adoctrinadores del PCC se hayan desgañitado, Cuba no es Fidel, ni Fidel es Cuba.
Así que Cuba sin Fidel habría sido una nación viva, en construcción quizás, en busca de mayores cotas de libertad, pero con todos los instrumentos de una democracia y un Estado de Derecho tocados por una sociedad civil vibrante, plural y consciente de sus derechos y libertades. Todo eso desapareció tras la llegada de Castro al poder.
Pero que sea Pastor el que responda a su propia pregunta, con sus peculiares giros estilísticos. Fidel “nació para ser Él”, dice Pastor. Lo supo su madre “al ver el hermoso hombre que acababa de darle al mundo”, pero “probablemente lo supiera también, de alguna anticipada manera, la propia historia”.
Pero, ¿qué hubiera sido de Cuba sin Fidel? Aquí Pastor no poetiza sino que recurre al manual de historia para adoctrinados y responde lo mismo de siempre: seríamos el “patio trasero” de Estados Unidos. Los panfletistas del PCC no enfocarán nunca el asunto con otro lente: las relaciones de Cuba con Estados Unidos eran las propias de una neocolonia y punto.
Por tanto, “es fácil de imaginar” lo que hubiera sido de Cuba sin Fidel: “hubiera continuado sumiéndose en las tinieblas del infierno”.
Luego Pastor saca la guataca y se pone a escardar la vieja planta de moringa que dejó sembrada el dictador en los cerebros de sus acólitos. Que si Fidel era refractario a “la corrupción política, el servilismo ante el imperio, el entreguismo de la nación”. Que si “le fluyeron siempre en sangre honradez, espíritu de sacrificio, apego a los humildes, perseverancia, capacidad de no declinar armas ni principios ante nada ni nadie”. Etcétera.
“Quiso el amor de una noche, acaso de rayo lunar filtrado por la madera o de ventana a cielo abierto, que viniera, para el mundo, uno de los seres más trascendentes de la humanidad. Vaya gratitud cubana que a malagradecidos mortifica”, dijo Pastor.
Dos párrafos más como este y Pastor se gana la beca de “culto a la personalidad” que ofrecen en Pyongyang.
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