Como dicen por ahí: “el chiste se cuenta solo”. No hace falta que lo acompañe una narrativa. Solo hay que tener la suerte de encontrarlo, esta vez en las redes sociales de la Empresa Eléctrica de La Habana.
Con el país más apagado que nunca y la población más encendida que antes, dicha empresa estatal tuvo a bien publicar este martes la buena nueva de que su “cantera de cuadros” firmó el penúltimo invento de la “continuidad” para hacer como que gobierna: el Código de Ética.
“En la tarde de hoy jóvenes de la cantera de cuadros de nuestra empresa firmaron el Código de Ética, documento imprescindible en la formación como futuros directivos”, reseñó la empresa en sus redes.
La directora de Organización y Control, Imaray Roll Bernal, “se refirió a los valores que deben regir el trabajo de los que dirigen, con énfasis en el patriotismo y la honestidad”.
Otra directiva, la ingeniera Sandy Medina, “compartió momentos de la ruta promocional en su trayectoria como cuadro e incentivó a los jóvenes a no rendirse y a trabajar con empeño para alcanzar las metas”.
Por último, la secretaria general del Comité del PCC de la empresa, Lázara Miranda, “exhortó a intercambiar ideas, a participar en cada proceso con la alegría y responsabilidad que los caracteriza”.
Hasta ahí todo “normal”: la típica propaganda y retórica vacía de la llamada “continuidad” del gobernante Miguel Díaz-Canel.
Pero un detalle (¡ay, el diablo está en los detalles), un simple detallito llevó toda la ceremonia al terreno sobrenatural, macabro, ridículo o absurdo, según el punto de vista del observador.
Un par de fotografías compartidas en la publicación mostraron a dos de los firmantes que se acercaron al estrado para rubricar su compromiso con la “ética revolucionaria”. Y allí, junto al cuadernillo de firmas, ¿quién apareció? La efigie burlona del Comandante de la Piedra de Santa Ifignia, o sea, el dictador Fidel Castro.
Desde su cuadrito, o cuadrante del averno, el autor de la “ética revolucionaria” observó risueño el desfile de firmantes, con una expresión inequívoca de satisfacción ante semejante “cantera de cuadritos”, mansa, adoctrinada y, sin embargo, soñadora de “paroles” y otras vidas paralelas.
Preocupado por la moral y los valores que ostentan los “cuadros revolucionarios”, el régimen cubano ha decidido reforzar los principios éticos de los dirigentes para “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”.
A finales de febrero, directivos de la Unión Eléctrica de Cuba (UNE) asistieron a una conferencia sobre “los principios y valores contenidos en el Código de Ética”.
Mientras los “cuadros revolucionarios” interiorizaban la importancia de ser leales "al Partido Comunista de Cuba, a la Revolución, al pensamiento de José Martí y de Fidel Castro Ruz", en el climatizado departamento de comunicación de la UNE un funcionario preparaba la nota informativa correspondiente a ese día, avisando a la población de los apagones que le tocarían.
Sin sonrojo alguno. Decidido como buen "cuadro" a "defender incondicionalmente, hasta las últimas consecuencias, los intereses del pueblo, del Estado y el Gobierno". Con mucha ética para normalizar la crisis energética.
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