Vino al mundo en 1920 y ahora vive en la calle Onza, en Sancti Spíritus, en la oscuridad de su ceguera, pero con su lucidez intacta a pesar de sus más de cien años de existencia.
Su nombre es Cira Delia Vegas Pérez, una anciana espirituana de casi 103 años que considera que “la suerte” ha sido su único secreto para alcanzar su venerable edad.
“Creo que he tenido suerte. Me ha ayudado mucho que mi familia ha sido muy unida, mi hermana tuvo muchos hijos y son como míos, me atienden como madre”, dijo a Escambray Vegas Pérez, quien no tuvo hijos con su única pareja, “por problemas en el interior”.
A pesar de ello, la anciana tiene el apoyo de familia y vecinos, y es atendida por su sobrina Aleida. “La gente me quiere, siempre he vivido bien aquí”, dijo la anciana al medio oficialista.
“Oigo mucha radio, muchas noticias, la falta de vista me afectó mucho, me atendí durante muchos años, pero finalmente me quedé ciega. Pero, para la edad que tengo, he sido bastante sana”, relató.
Vegas Pérez, quien cumplirá 103 años en diciembre, tuvo una infancia dura en el seno de una familia humilde, pero se las ingenió para salir adelante y sobrevivir. Nacida cuando Mario García Menocal ocupaba la presidencia de la República de Cuba, la espirituana vivió la Revolución del 33 que derrocó a Gerardo Machado.
Ya adulta, la mujer fue testigo del golpe de Estado de Batista, el suicidio de Eduardo Chibás, el asalto al cuartel Moncada (del que se cumplen ahora 70 años) y la llegada al poder de Fidel Castro Ruz.
Bajo el gobierno de este último, al igual que millones de cubanos, vivió 48 años de penurias y privaciones en nombre de la llamada “revolución”. Luego del traspaso de poder a su hermano Raúl y la “continuidad” de Miguel Díaz-Canel, esta anciana cubana ha vivido más de 15 años de decadencia de un régimen totalitario, en el que la “pobreza abismal” de su infancia parece un mundo idílico al lado de la masiva pobreza y desigualdad de la sociedad cubana bajo el comunismo.
“Después del triunfo de la Revolución hice la secundaria obrera y empecé a trabajar en el Círculo Infantil Gilberto Zequeira, ahí estuve 16 años hasta que tuve que salir por la edad. También tejía medias y cosía ropa. Después de que me jubilé criábamos puercos y gallinas, con eso vivíamos”, recordó la anciana.
Fue la primera “hembra” que parió su madre, abandonada por su marido, y obligada a trabajar de lavandera para mantener a sus hijos. “Mi niñez fue muy pobre, mi mamá trabajaba mucho de criada, lavando y planchando; luego yo también”, contó la anciana, que tuvo cuatro hermanos y una hermana.
“Mi niñez fue muy pobre, mi mamá tuvo cuatro hijos varones y luego me tuvo a mí, pero también criaba a una sobrina. Mis padres se separaron cuando mi madre tenía dos meses de embarazo de mi hermana, que nació después de mí. No teníamos ropa para ir a la escuela, la pobreza era abismal”, dijo.
Conocida por sus vecinos como la “tía Cira”, a Vegas Pérez le gustaría ser recordada “como la persona honesta que soy”.
“Mi mayor orgullo es que salí adelante trabajando. Todo se puede superar, hay que tener paciencia y luchar mucho”, sentenció la viejita centenaria que ya no ve con sus ojos, pero cuyos recuerdos y lucidez le ofrecen una panorámica en la que se distingue claramente que la “suerte” debe acompañarse de esfuerzo, paciencia y perseverancia.
Y que “el cambio” siempre define a los procesos sociales, aunque estos parezcan controlados por los pistoleros de Machado o las fuerzas gansteriles del castrismo y la “continuidad” de Díaz-Canel.
Vegas Pérez vivió 20 años en un cuarto levantado por su marido cuando un ciclón derrumbó una lechería de la cual este sacó los ladrillos, por allá, por 1952.
“Éramos muy felices, él era bueno conmigo y me quería mucho, así estuvimos hasta que se enfermó, yo estaba día y noche con él, para mí eso fue lo más grande, murió en 1990. Después de eso no salí a más nada, lo único que hice fue luchar para vivir”.
A finales de mayo, la anciana más longeva de Cuba, Emilia Tejeda Tejeda, falleció a la edad de 115 años en el municipio de Niquero, en Granma. La mujer mantuvo “su capacidad mental hasta el último minuto”, y -según el reporte de su muerte-, su longevidad y su lucidez eran obra de un “milagro”.
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