Piden ayuda para anciano enfermo en calle de Santa Clara

Antonio Águila Morales, un septuagenario, tiene una colostomía y lo han rechazado varias veces en el hospital por falta de insumos. Está en malas condiciones, totalmente desamparado.

Antonio Águila Morales © Lizandra Martin Martin / Facebook
Antonio Águila Morales Foto © Lizandra Martin Martin / Facebook

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Este artículo es de hace 1 año

Una cubana está pidiendo ayuda para un anciano enfermo que se encuentra desamparado en las calles de Santa Clara.

Lizandra Martin Martin, actriz y activista de proyectos humanitarios, denunció el caso de Antonio Águila Morales, un septuagenario al que conoció en la inmediaciones del edificio 301, cerca del comercial de Vigía.


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"Antonio tiene una colostomía y ya lo han rechazado varias veces en el hospital por falta de insumos, algo que ya es habitual escuchar. Está en malas condiciones, totalmente desamparado. Una muchacha le brindó comida, le dio algo de ropa y dinero", relató en su muro de Facebook.

Facebook / Lizandra Martin Martin

La joven aseguró que le duelen este tipo situaciones, pero que lamentablemente no tiene el poder de resolverlo todo. Cada vez que ve un anciano así, lo abraza y le da algo de dinero y comida.

"Al igual que Antonio hay muchos en el parque, boulevard, terminal, farmacias... cualquier calle, y cada día son más y no entiendo como pasa desapercibido para algunos y no se hace nada", recordó.

Lizandra subrayó que no quería nada de politiquería ni entusiasmo tonto, sino soluciones.

"En este y otros casos solo apelo a la visibilidad y que llegue a alguien que pueda hacer algo por él y por otros tantos con historias de horror. (...) Envejecer así es una de las cosas más tristes que puede uno conocer. Enfrentar esto en pandemia fue destapar una caja negra de dolor, pero no podíamos con tantos a pesar de toda la ayuda recibida. Y luego, después que la vida volvió a la 'normalidad', ¿qué?", cuestionó.

"Hoy me llaman por Antonio, pero mañana es Adela, después Fernando, Iván y así... lista infinita. Y la verdad, no puedo, no podemos. ¡Pido soluciones! pedimos ayuda real para tanto desamparo", concluyó.

En los últimos años, las redes sociales han dado visibilidad a muchos ancianos que subsisten en Cuba en situaciones de extrema vulnerabilidad, en medio de una crisis que los afecta a ellos de forma especial, más que a otros segmentos de la población.

La semana pasada, un anciano pidió ayuda para salir del país ante la dramática situación que atraviesa.

"¡Qué me ayuden a salir de aquí, porque me estoy muriendo de hambre. Tengo 78 años, no me quiero morir de hambre aquí", suplicó el hombre en un video difundido en Twitter por el influencer Darwin Santana.

Un caso más dramático fue el de la anciana Carmen Botana Fernández, quien murió el jueves pasado, días después de esperar varias horas por una ambulancia que la trasladara a un hospital en La Habana.

"Su historia se hizo viral en Internet el pasado 22 de febrero, cuando tuvo que esperar más de cinco horas por una ambulancia que la llevara a un hospital, mientras presentaba un cuadro de deshidratación severa, desnutrición, anemia y úlceras por presión.

La familia denunció que le dijeron que en La Habana había "una sola ambulancia para atender a los casos de urgencia y remisión médica", según trascendió en un post de El Gremio Médico Cubano Libre.

Al igual que Lizandra Martin Martin, muchos cubanos tratan de ayudar en lo que puedan a ancianos sin familia y sin una vivienda segura, en medio de la desidia de las autoridades.

A finales de febrero, un joven encontró a una anciana en silla de ruedas en 100 y 51, en Marianao, llorando y pidiendo ayuda, sin dinero y con una bolsa de yogurt de soya a medio fermentar.

Ella le contó que su sobrino que recibe dinero desde el extranjero no le quería dar comida y la maltrataba, abusaba de ella y de su hijo, que es epiléptico y débil mental.

Él y su novia acudieron a unos policías que estaban cerca y les explicaron la situación, y los agentes les pidieron que se quedaran cuidando a la anciana hasta que ellos volvieran con algún familiar. A las tres horas y media, volvieron con la noticia de que nadie iba a venir por ella y que no había forma de obligarlos a recogerla.

El muchacho les recriminó su actitud y cuestionó que no hubiese ninguna ley que amparase a la mujer.

"¿Es que esto ya es el oeste y la supervivencia del más fuerte?", les dijo.

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