Un hito cubano: A 30 años de la hazaña familiar de Orestes Lorenzo

Este 19 de diciembre se cumplió el trigésimo aniversario de la hombradía del expiloto de la Fuerza Aérea cubana, en una acción de desafío ante los desmanes del régimen de Fidel Castro.

María Victoria Rojas y Orestes Lorenzo Foto © Facebook / Orestes Lorenzo

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Este artículo es de hace 2 años

Por estos días la familia de Orestes Lorenzo está de plena celebración y no solo por el advenimiento de la temporada navideña y del Año Nuevo.

Este 19 de diciembre se cumplieron 30 años de una hazaña inmensa, realizada por el expiloto de la Fuerza Aérea cubana en una acción de desafío ante los desmanes del régimen de Fidel Castro. Un viaje de retorno temerario a Cuba, a bordo de un Cessna 310 para rescatar a su esposa María Victoria Rojas, Vicky, y a sus hijos Reyniel, de 11 años, y Alejandro, de 6, retenidos allí como castigo por su fuga aérea en un Mig-23 en 1991.


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Treinta años es un ciclo que marca la diferencia de una generación. Y presiento que ha habido un raro silencio en los medios dedicados a asuntos cubanos a la hora de recordar y poner en perspectiva histórica un acontecimiento que sacudió la vida de nuestros compatriotas, en la isla y en el exilio, como pocas historias de acción, heroísmo y esplendor familiar en esta largo infortunio nacional de seis décadas.

El vuelo por la reunificación familiar de Orestes Lorenzo aquel atardecer de diciembre de 1992 no solo dejó las trazas de una hombradía entre Cuba y Miami, sino que puso a relieve internacional la vulnerabilidad moral y la cruel intolerancia de un régimen para el que la unidad de la familia está subordinada a los intereses de conducción política y obediencia ideológica.

Fue una historia que terminó con final feliz por fuerzas del destino y de la destreza del arriesgado piloto, pero que pudo haberse convertido también en un fiasco, con ganancia propagandística para el gobierno cubano. Por eso, el triunfo de la voluntad de la familia Lorenzo fue también una clarinada de las potencialidades del valor cubano en circunstancias extremas de desgarramiento afectivo.

"Ese día representó una pequeña victoria de las familias cubanas. Precisamente la familia ha sido el blanco devastador de la tiranía. Ojalá el día no esté lejano en que las familias cubanas se consoliden y sirvan de pilar a una nueva y justa nación", comentó Lorenzo este martes a CiberCuba. "Sin familia no hay nación. La patria comienza en ella".

Para los que aún estábamos en Cuba cuando ocurrió el suceso, la noticia resultó una verdadera conmoción. Tengo aún grabado en mi memoria el momento de la llamada telefónica a La Habana Vieja (teléfono de pie, claramente) con la sugerente pregunta de si ya me había enterado de lo sucedido. ¿No has oído la noticia en la emisora de la casualidad?, me increpó un amigo en tácita referencia a Radio Martí, que en aquellos tiempos jugó un rol decisivo en la información del pueblo cubano.

No podía creerlo. La aventura de Orestes Lorenzo nos había empapado a todos de un sentimiento de libertad y esperanza en medio de un sombrío panorama de penurias y represión que entonces considerábamos inextricable, sin imaginarnos la hecatombe que hoy desmorona lo que queda en pie de la nación cubana. Y un paso importante para descascarar la aureola de impenetrabilidad de los sistemas militares de control territorial y aéreo del país.

Para la nueva generación cubana, apostada en las más diversas geografías como destino, merecen recordarse ahora las causas que derivaron en la acción de Lorenzo, que había agotado todas las avenidas legales y la apelación a foros internacionales para sacar a su familia de Cuba.

Luego que su esposa Vicky y sus dos hijos obtuvieran visados para viajar a Estados Unidos, el gobierno cubano rechazó insistentemente sus permisos de salida en castigo a la fuga del piloto desertor. El hostigamiento de la familia en La Habana iba más allá de la automática prohibición a salir del país, sino que se acompañaba de advertencias y hostigamientos oficiales a la esposa.

Lorenzo no tuvo descanso en sus afanes de traer con él a sus seres queridos. Se entrevistó con una larga lista de representantes y senadores del Congreso de Estados Unidos, apeló a las gestiones de la viuda de Martin Luther King Jr. y contó con las mediaciones del mandatario chileno Patricio Alwyn, la Reina Sofía de España, el presidente de la Junta de Galicia, Manuel Fraga, y el líder soviético (ya para entonces ruso) Mijaíl Gorbachov.

La apelación a Castro para que facilitara la salida de la familia de Cuba escaló hasta un discurso del presidente George Bush. Escribió cartas, visitó oficinas e imploró infructuosamente ante todos los organismos internacionales, incluyendo la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En 1992, durante la II Cumbre Iberoamericana en Madrid, realizó una huelga de hambre en el Parque del Retiro, simbólicamente encadenado.

Pero nada ablandó la tiránica determinación de La Habana. El mensaje que le hizo llegar el General Raúl Castro a través de uno de sus jenízaros fue todo una desafiante invitación: “Si Orestes tuvo cojones para llevarse un avión, pues que los tenga también para venir a buscarte”.

Ese fue el detonante. Lorenzo obtuvo una licencia para pilotear aviones en Estados Unidos y con la ayuda generosa de la mecenas cubana Elena Díaz Versón adquirió la avioneta Cessna-310 con que haría historia.

Completé los pormenores del relato al llegar a Miami. Agradeceré siempre a Nancy Pérez-Crespo los detalles del proceso que antecedió a la fecha del vuelo, contado en virtud de su cercana amistad y colaboración con Elena Díaz Versón.

El resto es narrativa harto conocida, con Lorenzo aterrizando en una carretera de Varadero, cerca de la playa El Mamey, entre un auto una rastra y un autobús cargado de turistas.

Intercambié este lunes varios mensajes con Lorenzo, que reside en el área de Orlando. En este aniversario escribió: “Hoy se cumplen treinta años de aquel vuelo determinante que inició nuestras vidas en la dignidad que concede la libertad. Nuestra gratitud eterna a esta gran nación que nos adoptó como hijos, y a la que debemos todo nuestro amor y lealtad”.

Horas después compartió su emoción por la réplica de un Mig-23 que le regaló por el aniversario su hijo Reyniel, realizada por un esmerado artesano de Turquía.

Réplica del Mig-23. Foto: Facebook / Orestes Lorenzo

La réplica tiene 20x15 pulgadas y Lorenzo la ha colocado en la pequeña oficina de su casa, justo frente al mapa enmarcado del vuelo a Cuba.

La historia de los Lorenzo merece hace tiempo una película que refleje la epopeya de una pasión por la dignidad. La victoria de la familia cubana frente al totalitarismo. Una historia de amor que destroza la obstinación política de Cuba, como quizás Hollywood no está aún listo para asumir. Como tampoco hemos visto el filme por el que aguarda hace tiempo la masacre del Remolcador 13 de Marzo, nuestra devastadora tragedia nacional.

Orestes Lorenzo nos dio una contundente lección de responsabilidad y conducta. Hacer es mejor que hablar y parlotear consignas. Después de su acción portentosa, todos encaramos la catástrofe cubana con menos miedo.

Lorenzo y Vicky con toda la familia en la celebración del 30 aniversario del vuelo de reunión. Foto: Facebook / Orestes Lorenzo

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Wilfredo Cancio Isla

Periodista de CiberCuba. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España). Redactor y directivo editorial en El Nuevo Herald, Telemundo, AFP, Diario Las Américas, AmericaTeVe, Cafe Fuerte y Radio TV Martí.


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