La noticia de este despertar, el que Osleidys Menéndez había cruzado el río Bravo, no me sorprendió. Con 42 años, el Dardo Antillano tiene todo el derecho a vivir y NO a sobrevivir.
Precisamente, hace apenas unas pocas semanas conversé con ella, una atleta extraordinaria que es, sin duda alguna, la más grande de Cuba en todos los tiempos. Y como siempre, la matancera del municipio Martí me puso al día de su aburrido quehacer diario.
Le pregunté: ¿Te puedo hacer una entrevista para CiberCuba? A lo que ella, como siempre, respondió afirmativamente. La entrevista no llegó a concretarse y ahora entiendo el porqué: Osleidys estaba haciendo los planes para su viaje.
Doble campeona mundial juvenil, doble monarca del orbe como adulta, titular olímpica de Atenas (con récord incluido de 71,53), recordista mundial en Helsinki 2005 (71 metros 70 centímetros), además de otros importantes pergaminos, la yumurina vivía retirada en su terruño natal, como otros tantos, sin la atención que una figura como ella merecía.
Tuve la oportunidad de compartir con ella muchas peripecias por Cuba y el mundo, como cuando me enseñó donde tres grandes del campo y pista, todas campeonas olímpicas: la balista Yumisleydis Cumbá, la martillista Yipsi Moreno y ella, compartían una habitación en el CEAR “Córdova Cardín”, y allí apilaban los artículos que habían traído del extranjero: televisores, equipos de música, ropa… en espera de poder llevarlos a casa.
O cuando en el Mundial de Atenas 1997, prácticamente me cargaba desde la escalera de incendios porque, al ser yo periodista, no podía dormir en el hotel de los deportistas y tenía que entrar subrepticiamente.
En 2005, Mundial de Helsinki, escenario de su plusmarca universal, ella venía con el gigantesco cartel de 100,000 euros que la IAFF entregaba a los que establecían récords mundiales. También traía, por supuesto, el cheque con esa cifra… En el momento que iba a entrar a la zona mixta para ser entrevistada, Alberto Juantorena, presidente de la Federación Cubana de Atletismo, la felicitó y de inmediato tomó el cheque.
¡Ni qué decir el rostro de hastío de aquella morena, que a duras penas me dijo unas palabras para su pueblo!
Osleidys Menéndez no es más que el producto de una generación perdida, GRANDE, INMENSA, yo diría DESCOMUNAL, que desde su casa observa que su tiempo de gloria pasó y su condena al olvido está garantizada.
Y digo esto porque una casa, un carrito no es la vida; ser invitada a una actividad y que te den un gladiolo, no es nada.
Concluyo esta nota con otra anécdota: en Cuba se encontraba una parte del equipo nacional de Alemania y, formando parte de ella, una destacada jabalinista de la cual no recuerdo el nombre y, por supuesto, se le “pegó” a la nuestra para apreciar sus condiciones de entrenamiento, que seguramente tendrían que ser excepcionales debido a los resultados de la criolla.
Un solo día duró la rubia germana al lado de la morena cubana. La visitante no daba crédito a lo que veía: dónde y cómo vivía y entrenaba la estrella a la que quería imitar; la alimentación que recibía (mejorada por la presencia extranjera); la carencia de energizantes e incluso agua en la dura sesión de entrenamiento y… tener que coger una guagua a como fuera en las afueras del estadio, para poder visitar La Habana Vieja junto a la entonces mejor exponente de la jabalina en el planeta.
Por esto y por otras cosas muy personales es que Osleidys Menéndez está próxima a llegar a Miami.
De esta forma, el Dardo Antillano se une a un numeroso grupo de deportistas cubanos, en activo o no, que se encuentra en el extranjero; la última de los cuales es la también inigualable Driulis González, titular olímpica de judo, quien se encuentra en Miami desde hace semanas.
¡Lo mejor del mundo para el Dardo Antillano!
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