Las vacilaciones de la administración Biden sobre la presencia de Cuba en la Cumbre de las Américas facilitó que el tardocastrismo armara su show antiimperialista; presentándose como víctima, con su vieja letanía de plaza sitiada, que tendrá continuidad en los próximos días y semanas.
El deterioro de las libertades en Cuba y el crecimiento exponencial de la pobreza y desigualdad, exige a las democracias evitar mandar mensajes equivocados a las personas equivocadas, como advirtió el senador Bob Menéndez, a raíz del anuncio de una suavización parcial de las sanciones al gobierno castrista.
Pero Biden parece atrapado entre la realidad siniestra de la isla y las presiones de sectores que contribuyeron a su triunfo electoral; cuando lo más sensato habría sido decir desde el minuto cero que Cuba no estaría porque padece una tiranía de 63 años y que tampoco habría visados para forrajeadores de dólares disfrazados de académicos y otras hierbas aromáticas que ni los chivos se la comen.
La presencia del coronel Abel González Santamaría como panelista de LASA, confirmó las verdaderas intenciones del tardocastrismo y en Washington sabe que en Cuba no hay sociedad civil desde 1968; cuando Fidel Castro barrió con la pequeña propiedad privada y emprendió la sovietización a pulso, de nefastas consecuencias para la libertad y el pensamiento.
El sentimiento mayoritario de cubanos opuestos al castrismo es que Estados Unidos anunció un deshielo parcial, en el peor momento de la dictadura, como demuestran sus cifras macro y microeconómicas y su pasión represora, como antídoto del miedo a caer barrida por una insurrección popular como la del 11J.
Pero el daño ya está hecho; aunque no faltarán enjabonadores de espaldas gringas que sigan apostando a que el cocodrilo verde oliva se hará vegetariano y acudirá a cada misa de domingo a entonar el Ave María y darse la paz con exégetas, oportunistas y gusañeros.
El error de anunciar doce medidas de alivio a la dictadura más antigua de Occidente, ha sido sucedido por un palante y patrás inútil, innecesario y favorecedor del titingó que veremos en las próximas horas en Los Ángeles, como avisó el presidente Miguel Díaz-Canel, alardeando que no iría en ningún caso a Los Ángeles, cuando se moría de ganas por vacilar en la yuma, y se puso a jalear a oportunistas como López Obrador y la presidenta de Honduras, que habrá puesto el grito en el cielo cuando vio que su insensatez procastrista puede llevarla a quedarse sin parte del pastel de 3.200 millones de dólares, anunciado por la vicepresidenta Kamala Harris para Centroamérica.
El castrismo respondió a James Carter con el Mariel; a Bill Clinton con el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate y los balseros, a Barack Obama con los ataques sónicos y a Joe Biden con la actual avalancha migratoria y la negativa a aceptar devoluciones de excluibles y emigrantes; mientras que a Donald Trump -que invitó a Cuba a la cumbre- ni le tosieron; temiendo un ataque que los extirpara; para alegría de la mayoría del pueblo cubano.
Los cubanos necesitan más que nunca de una política exterior norteamericana y europea clara y definida; sin dejar de responsabilizarse con su propio destino, mientras persistan dudas, evaluaciones absurdas y mensajes erróneos a la casta verde oliva y enguayaberada; La Habana aprovechará los espacios para tribunas antiimperialistas; como si los cubanos no supieran que los culpables de su desgracia sexagenaria es un grupito de incapaces, protegidos por coroneles y primeros coroneles a las órdenes de generales y doctores nauseabundos.
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