El Instituto de Meteorología (INSMET) de Cuba pronostica para este 2022 una activa temporada ciclónica, con alta probabilidad de que la isla sea azotada por fenómenos naturales de esta índole.
Según la información ofrecida por el Centro de Pronósticos de esta entidad, "el peligro de que Cuba sea afectada por al menos un ciclón tropical es alto con un 85% de probabilidad y por al menos uno con categoría de huracán también es alto con un 60%".
A partir del 1 de junio y hasta el 30 noviembre, se prevé la formación de 17 ciclones tropicales en toda la cuenca del Atlántico Norte, de los cuales nueve podrían alcanzar la categoría de huracán.
El predicción del INSMET para esta temporada ciclónica estima que, del total de ciclones tropicales, 12 se desarrollarán en el área oceánica del Atlántico, tres en el mar Caribe y dos en el golfo de México.
Según el Centro de Pronósticos, la probabilidad de que se origine e intensifique al menos un huracán en el mar Caribe es del 60% y de que uno originado en el Atlántico penetre en el Caribe es del 75%, por lo que ambas previsiones son altas.
La temperatura del mar durante el primer trimestre de 2022 fue más cálida de lo normal y durante la temporada ciclónica debe predominar este calentamiento; un elemento que favorecería la formación y desarrollo de ciclones tropicales en el área.
La Organización Meteorológica Mundial compartió recientemente datos del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en el que se proyecta que “la proporción global de ciclones tropicales que alcanzan niveles muy intensos (categoría 4-5), junto con sus vientos máximos y tasas de lluvia, aumente con el calentamiento climático”.
Cada año las temporadas ciclónicas se vuelven más intensas. En 2021 se formaron en el Atlántico siete huracanes, una veintena de tormentas tropicales y una subtropical, en una temporada que inició prematuramente con un primer evento el 22 de mayo.
En septiembre pasado, el meteorólogo cubano José Rubiera señaló que las últimas tres temporadas ciclónicas han sido muy activas; en el hemisferio norte, a la entrada del otoño, se habían contabilizado 17 ciclones tropicales, una cifra a considerar.
Tres ciclones tropicales afectaron a Cuba el pasado año, Elsa, Fred e Ida, este último un huracán categoría 1, cuyo impacto más significativo fue en la Isla de la Juventud y en las provincias de Pinar del Río y Artemisa el 27 de agosto.
En la Isla de la Juventud los vientos máximos sostenidos de 108 km/h y rachas superiores provocaron números daños en la vivienda y el 98,7% de la población y las entidades estatales quedaron sin electricidad.
El huracán Ida dejó 229 viviendas afectadas a su paso por Pinar del Río, de ellas tres con derrumbes totales y 38 que perdieron sus techos.
Los daños en los cultivos de esta occidental provincia fueron notables; más de 1,290 hectáreas de viandas, 35 de hortalizas, 390 de granos y más de 50 de frutales fueron afectadas.
Daños provocados por ciclones: un tema sensible en Cuba
Los daños provocados por los ciclones en la isla son un tema sensible para los cubanos. Miles de personas han perdido sus viviendas tras el paso de estos fenómenos naturales y han tardado años en recuperarse de tales impactos, en no pocas ocasiones debido a las incompetencias del gobierno, la falta de materiales y el alto costo de estos.
El pasado abril autoridades de Pinar del Río reconocían que algunas viviendas damnificadas por ciclones que han azotado a esa provincia en los últimos 10 años continúan sin solución.
En 2018 se contabilizaban en ese territorio más de 10 mil daños a viviendas a causa de los ciclones; de ellas al menos 1,900 familias habían sido perjudicadas por fenómenos anteriores a ese año, pero seguían sin encontrar solución.
Cinco años después del paso del devastador huracán Matthew, una maestra cubana jubilada residente en Baracoa, Guantánamo, vivía prácticamente a la intemperie desde que su casa se derrumbó parcialmente en 2016.
Aunque no había dejado de pedir ayuda al gobierno para reparar el inmueble, solo recibió una bonificación de 300 bloques y una puerta.
Más de seis años después del paso del huracán Sandy por Santiago de Cuba en 2012, el 10% de los daños a las viviendas en ese entonces seguían sin resolverse, pero el gobierno provincial destinaba recursos a arreglar parques.
Otro residente en Santiago de Cuba perdió su casa durante ese mismo huracán mientras custodiaba una tienda con recursos del Estado, y el gobierno en 2021 todavía no le había facilitado ayuda alguna.
En 2021, una residente en Holguín denunciaba que su mamá perdió la casa en 2008, cuando el huracán Ike la derrumbó totalmente, y aunque le otorgaron un subsidio de 85 mil pesos, el dinero estaba casi íntegramente en el banco porque lo único que había podido comprar era la taza del baño y el lavamanos.
Aunque en Cuba el sistema de alerta en casos de ciclones está diseñado para minimizar los riesgos, la confianza en los meteorólogos es alta y la población se prepara ante el azote de estos fenómenos naturales; tras el paso de los ciclones tropicales los daños siempre son considerables, sobre todo por las pésimas condiciones de las viviendas en Cuba.
No obstante, el temor de los cubanos muchas veces no es al ciclón en sí mismo, sino a los daños posteriores que durante años no encuentran solución.
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