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Massiel Rubio Hernández, es una cubana criada en Jaruco, que vive en Madrid, donde concentra parte de su energía y buenos deseos en ayudar a su pueblo recolectando medicamentos.
A sus 36 años, esta muchacha salida del movimiento de Instructores de Arte, ha sido profesora de teatro, graduada de Sociología en Artes y Letras y Dramaturgia en el ISA (Instituto Superior de Arte); diplomada de Radio y Televisión. Nada ¡que no ha perdido el tiempo!
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Sin embargo, no es por ninguno de esta faceta de su trayectoria que la traigo hoy a CiberCuba sino por la labor social que realiza en estos momentos, tan necesaria y humana.
¿Quién es Massiel Rubio en realidad?
Primero decirte que mi trabajo oficial en la actualidad es ser editora, soy editora de libros, soy máster en edición de libros.
En Cuba, antes de mi partida, yo trabajaba como actriz de teatro pero eso y mi labor como directora lo fui dejando para convertirme en “paquetera”.
Sí, no pienses que enloquecí.
Si bien es cierto que ya fungía como editora para mi actual empresa y había escrito un libro que fue publicado, yo podía subsistir repartiendo “paquetes”, el “paquete” con audiovisuales tan popular en la Isla.
¿Cómo y cuándo te fuiste?
Hace cuatro años partí a través de una agencia italiana de viajes que te cobraba un dineral por conocer Roma y el vuelo hacia la capital ítala tocaba Madrid y aquí me quedé “irregular” (ilegal), status que mantengo.
En Cuba yo me sentía extranjera, no me lo vas a creer. Era una sensación de asfixia total, la mayoría de mis colegas y amigos había emigrado; con los que me rodeaban me sentía extraña viviendo una realidad paralela a la de ellos.
Yo no me fui por razones económicas; estaba acostumbrada a vivir con poco, tenía casa propia, algo que es todo un privilegio en Cuba, trabajaba mucho, sentía el calor familiar en una relación muy linda con mi abuela.
Sin embargo, todo colapsó por la inseguridad que se vivía de no saber qué va a pasar el mes siguiente, si iba o no a tener trabajo, si iba o no poder mantenerme. Se impuso un terrible miedo de envejecer en Cuba; el sentido de pertenencia hacia mis cosas, hacia mi país se esfumó. Era como una emigrante en mi propia patria. Era algo extraño y triste. No sé si a todo el mundo le pasará así.
Escucho a Massiel y esa voz se multiplica en mi cerebro por decenas de jóvenes y no tan jóvenes que a diario me tropiezo en las calles, y eso que salgo muy poco de mi casa por el tema de la pandemia. Todavía no he hablado con uno que no quiera emigrar, algo que no sólo es alarmante sino penoso.
¿Cuándo comenzaste tu labor humanitaria de acopio de medicinas para Cuba?
Esto no es nuevo: cuando el tornado lo hicimos; hicimos un concierto, recaudamos fondos, mandamos dinero para rehabilitar casas de cubanos que se habían quedado sin techo. En ese momento se reunieron personas de distintos lugares del mundo e hicimos un movimiento que se llamó CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS que, digamos, fue el germen.
Eso me demostró que se podía hacer algo, que yo tenía la capacidad de mover gentes, de hacer cosas, de convocar. Así, nos reunimos el grupo de Madrid, los más activos, los que vamos a protestar y vimos que había la posibilidad de ayudar. Creo que fue en marzo que decidimos ayudar, a raíz del grave problema que hay con los medicamentos en Cuba.
Incluso teníamos amigos muy enfermos. En mi caso yo tenía uno con un padecimiento de colitis ulcerosa que estaba muy grave, tres meses con fiebre alta, hinchado, tirado en una cama sin poder moverse; otros tenían familiares que requerían tratamientos para enfermedades crónicas que estaban sin ser atendidos debidamente por la carencia del fármaco que necesitaban.
Así, cuando nos reuníamos todos hablábamos de la situación, cada vez más precaria de la carencia de medicinas. Fue entonces que otras dos cooperantes, Yanelis Núñez y Patricia Cepeda se me unieron e hicimos los primeros paquetes gracias al apoyo de muchos de los que se reunieron a protestar por la situación en Cuba delante del Parlamento Europeo; incluso, algunos dieron dinero en mano para costear los envíos.
Cuando llegamos a ese punto ya la situación estaba bastante grave. Yo me dirigí al grupo requiriendo el apoyo y alguno que otro me dijo que eso era exagerado, que yo mentía, que no había una situación sanitaria crítica en Cuba. Eso fue en marzo, en mayo otra de mis amigas, Salomé García, y yo solicitamos un corredor humanitario y nos repitieron que era exagerado.
Muy poco tiempo después yo recibí la noticia del fallecimiento de 12 personas a los que el medicamento les había llegado tarde. Imagínate si yo me entero de 12 a las que habíamos tratado de ayudar ¿cuál sería la verdadera realidad?
A partir de ahí comencé con mis publicaciones sobre qué cantidad de personas enfermas sin medicamentos mueren, atendiendo a mis conversaciones con médicos, pacientes, personal en general de salud. Nosotras, las del grupo humanitario, nos habíamos hecho de una coraza de aquellos abuelitos que ayudábamos y morían por la tardanza en recibir las medicinas, pero un día nos llegó la noticia de dos niños y eso fue la gota que colmó la copa.
No obstante, no fue hasta los incidentes del 11 de julio, que al fin se abrió la vía del corredor de envíos de medicamentos para la Isla, de una forma más económica.
Realmente es loable que ustedes se preocupen por muchos cubanos que ni siquiera conocen.
Mira, casi todos los que integramos este grupo de ayuda a Cuba hemos perdido a alguien, conocemos de alguien que murió por no recibir el fármaco necesario. Es muy complicado hablar de Cuba más allá de lo del 11 de julio que en España se vivió con una mezcla de alegría y preocupación.
Ahora impera una gran incertidumbre acerca del futuro de la nación. Me dicen que estoy “oxigenando” la situación pero a mí me preocupa la gente, ésa que muere o padece por falta de medicinas, que por una u otra causas no tiene ¿quiénes van a quedar al final? Hay que verlo desde el punto de vista de la humanidad, de salvaguardar a los seres humanos. No puede llevarse a nadie hacia la desesperación. No es digno, no es humano hacerlo. No hay política que sustente eso.
¿Trataron de hacer envíos de forma oficial, con el Ministerio de Salud cubano?
Se intentó con instituciones de Matanzas, que recuerdas fue una provincia muy golpeada por la pandemia, pero no fluyó; tratamos de coordinar con otra asociación, pero indicaron que yo tenía que pagar el flete, imagínate ¿cómo? Al final terminamos negociando nosotros mismos con las aerolíneas y se acordó que el centro “Martin Luther King” recibiera el primer gran envío que era de 100 kilos para el hospital yumurino Faustino Pérez que estaba en zona roja.
Después de eso, todo se nos ha dificultado mucho, más aún. Voluntades estatales cubanas, pocas y malas. El centro “Martin Luther King” lo ha hecho todo, estamos muy agradecidos.
La otra forma de envíos es mediante pasajeros a los que les pagamos las maletas extras y las mandamos llenas de medicamentos, que son entregadas a personas que en cada provincia están encargadas de distribuirlas entre los necesitados.
¿Fue tuya la idea de esta gran obra humanitaria?
No. En sí fue de las tres: Yanelis, Patricia y yo la idea de armar los primeros paquetes ¿por qué? No sé. Creo que yo siempre he sido así: estando en Cuba yo me prestaba para ayudar al necesitado.
Perdí a mi abuela el año pasado, en abril del 2020, con los pulmones blancos, ahogándose. Nos conmociona esa realidad tan nuestra porque nosotros somos cubanos y sentimos por nuestra gente.
¿Te consideras una mujer realizada?
Yo he dejado hace mucho tiempo de pensar en mi realización profesional: no sé si porque he ganado experiencia al pasar los años, por tener una cardiopatía, por mirar la vida desde otra óptica. Yo creo que intento hacer lo que me gusta, intento ser feliz haciéndolo y eso puede ser que tenga que ver con estar realizado.
A mí me gusta mi trabajo como editora, como correctora; es un trabajo que me llena, es tranquilo. Compensa un poco la vorágine que supone el corredor humanitario, la recolecta y envío de medicamentos, una labor tremenda que ya nos ha pasado una factura horrible por lo estresante.
Por eso mi labor profesional me hace feliz. Trabajo desde mi casa para varios medios, no me someto al rigor de un jefe o el tener que asistir físicamente a una oficina. Soy feliz con lo que hago. Me gustaría tener más tiempo para escribir; eso lo tengo en planes cercanos aunque ahora lo del corredor me quita mucho tiempo.
¿Esa cabeza tan despierta y multifacética qué sueña para el porvenir?
Yo no pienso en eso; mi futuro es el hoy. Ni boda ni hijos. Me gustaría escribir pero es casi imposible por mi poco tiempo. Regresar a Cuba tampoco entra en mis planes, sí sé que urge un cambio inmediato. Soy de las personas que no creen que ese cambio va a llegar ya ni tampoco de las que creen que no va a llegar nunca.
No sé cuánto tiempo va a demorar un cambio; para mí no existen las condiciones, sobre todo culturales, para que la gente tenga madurez política y entienda cómo son los períodos transitorios, cómo se hace la lucha de resistencia. En Cuba hay una inmadurez política grande para enfrentar esta situación. Mis esperanzas son pocas además de que me queda muy poca familia allá.
Yo vivía en Cuba ajena a la realidad cual extraña en mi país; aquí he descubierto una ciudad en la que no me siento ajena. Es difícil de explicar, pero es así. Aquí está mi presente- futuro.Foxi
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