Edmundo García está asomado al precipicio que el destino concede a los mercenarios, tras varias piruetas suicidas entre Cuba y Miami, que minaron al comunicador hasta reducirlo a un guiñapo con mandíbula desencajada y jipío asmático. mientras grita: ¡Dónde está Fidel!; en un patiñero con revoltillo de Mirta Aguirre en Canción antigua a Che Guevara y Guido García Inclán y su periódico del aire.
¿Dónde estás, caballero ya inerte / caballero ya inmóvil y andante?, recitaba Aguirre; mientras García Inclán exclamaba: ¡No hay talco, Fidel, no hay talco!
La buena noticia es que -por vez primera- los gusañeros están divididos porque en La Habana no hay cama pa tanta gente y Díaz-Canel designó a Carlos Lazo como su submarino favorito dentro de la emigración cubana en Estados Unidos, imitando a Ricardo Alarcón con Edmundo; Machado Ventura con Hugo Cancio y López-Calleja con su primo Arturo López-Levi, que mantiene otro perfil, pero actúa como lobbista a favor de los intereses de su pariente, presentándose como académico; ¡grandeza de la democracia norteamericana!
Edmundo, Lazo, Cancio y López-Levi quizá no han comprendido aún que el poder castrista simula que cuenta con ellos, incluso la Inteligencia aprovecha rivalidades y celos mutuos para mantenerlos divididos y siempre prestos a Medidas activas y maniobras del Centro Principal; aunque el académico parece el más astuto; rehuyendo del entusiasmo revolucionario, mientras consolida su posición en el ámbito universitario, acumulando créditos para la jubilación, por si su primo enferma, cae en desgracia o el socialismo gramsciano Caribe resulta fallido, como avisó la rebelión del 11-J.
Demasiado tarde para que Edmundo comprenda que irse de Cuba y ponerse a juguetear con la fiera implica sumisión total o zarpazo mortal del tardocastrismo, que puede rematarlo filtrando a Carlos Lazo e Israel Rojas parte de su expediente secreto con supuestas prácticas de corruptor de menores; nada más jugoso para el comunismo de compadres titimaníaco, armado con la culpa judeocristiana, que debilidades ajenas en manos de otros soldados ansiosos por servir a la causa.
El ego y la escasa capacidad de trabajo de algunos figurines emigrados facilita la labor de zapa contra la noble, laboriosa y solidaria emigración cubana de la Inteligencia castrista, que apenas debe esforzarse para manipular al inocente conejo que entra solo y gozoso a la trampa, creyéndose que conseguirá un lugar en la historia.
El secreto de emigrar con éxito consiste en renacer, evitar cualquier tentación ególatra y poner el despertador para trabajar esforzada y diariamente y cobrar todos los meses; sin renunciar a los frijoles negros dormidos en domingos alternos ni a la pelota y el dominó, esencias de la patria, que es la infancia y el barrio.
Llegado el momento propicio, La Habana sopesará si ofrece la masa boba de Edmundo a los colmillos afilados de Lazo y Rojas para que todo parezca una bronca personal; aunque también podría rescatarlo porque en definitiva, para el poder totalitario, hasta después de muerto somos útiles.
Entonces, la historiografía oficial dirá que García trabaja para la Seguridad del Estado desde antes de su salida de Cuba, ocultando que su reclutamiento fue por comprometimiento, aunque haya sido reclutado a posteriori, cuando frustrado en Miami al no conseguir ser Rey del éter, empezó a menearle el rabo a La Habana porque la noche no se movía.
Iroel Sánchez, su cúmbila e ideólogo de la simulación del porvenir, visitará discretamente a su padrino Ramiro Valdés para consultar si merece la pena hacer algo por el compañero Edmundo; pero el artemiseño, que fue bodeguero y masón antes que utilities del comandante en jefe; sabe que no vale la pena abrir frente con el presidente, ahora que lo tiene en sus manos, por las andanadas y sabotajes del clan Gaesa; y el desastre operativo del Ministerio del Interior.
La dulce Liz Cuesta -ahora entretenida en serpentinas, decoración de interiores y bocados exquisitos- no soporta a Iroel Sánchez y Ramirito sabe que Edmundo es un caso perdido, así que frunciendo el ceño y mesándose el chivo cano, dirá al pupila insomne que organice el funeral soviético del patriota extraviado y fanático de los Yanquees de Nueva York.
Un mérito tiene Edmundo, su fiereza igualitaria contra Ileana Ros-Lehtinen, Orlando Gutiérrez Boronat, Lincoln Díaz-Balart, Carlos Lazo, Israel Rojas y Miguel Díaz-Canel, amenazándolo con ¡pinga pa to el mundo!, pero en el fondo es un cuadro tierno porque -cuando cree que nadie lo ve- se libera del uniforme de la Contrainteligencia militar y, pajéandose, musita: ¡ayyy mami que cosa má' rica, mami que rica tú está!; mientras las gangarrias de santería ponen mambo a su retozo.
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