La Tarea Ordenamiento cumplió seis meses de vida, pero cada vez se habla menos de ella porque ha fracasado y ello se puede explicar por diez motivos, como expuse y alerté, desde el anuncio de su puesta en marcha, a fines del año pasado.
En primer lugar, porque no se trata de una política económica al uso, ni mucho menos. No ha sido establecido, por ejemplo, un equilibrio entre fines, objetivos e instrumentos. En particular, la política fiscal está fuera de control, con un déficit que puede situarse por encima del 30% del PIB en estos meses, y la política monetaria es inexistente, no solo por la absoluta dependencia del Banco Central del gobierno, sino porque las tasas de efectivo en circulación sobre el PIB de Cuba son las más elevadas del mundo.
Sin unos fines bien identificados con propósitos de carácter más general, a partir de los deseos de la sociedad; sin unos objetivos económicos y sociales para avanzar la concreción de los fines de carácter más general, y sin instrumentos adecuados, es decir, variables que se puedan utilizar para tratar de alcanzar los objetivos fijados, la Tarea Ordenamiento se disuelve, mostrándose ajena a cualquier enfoque serio, racional y eficiente de política económica. La credibilidad es, por tanto, nula. Su debilidad como programa de política económica es incuestionable.
En segundo lugar, y por extraño que pueda parecer, la Tarea Ordenamiento no está vinculada con el Plan de la economía. De hecho, se tuvo que modificar el plan del 2021, que ya había sido publicado, para poder dar cabida a las variables monetarias en una sola unidad de cuenta (con la desaparición del CUC) lo que no se había tenido en cuenta en el plan inicial. Por citar un ejemplo, en la Resolución 113/2020 de 3 de septiembre de 2020 del ministerio de economía que aprueba y pone en vigor, para la elaboración del Plan 2021, las “Indicaciones Metodológicas para la Elaboración del Plan de la Economía Nacional”, sin ir más lejos, en la página 2.018, cuando presenta los indicadores externos del sector estatal y las AEI fija todavía que los importes se realicen en CUC, que es la moneda que desaparece con la Tarea Ordenamiento, lo que confirma esa desconexión entre documentos programáticos y de intervención en la economía.
En tercer lugar, la Tarea Ordenamiento no ha recibido respaldo internacional, ni tan siquiera cierta notoriedad. Todavía se espera alguna valoración procedente de la CEPAL, por ejemplo, que no sea una línea suelta en la última edición del Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe de febrero pasado.
En cuarto, tampoco se ha reconocido o entendido por los acreedores de la economía cubana como el Club de París, que ha rechazado cualquier nueva condonación o cancelación de la deuda, exigiendo el pago. De hecho, Cabrisas volvió de París sin alcanzar ningún objetivo concreto que no fuera pagar lo que se debe, con un coste más elevado derivado del alargamiento de los plazos. Cuba ya no tiene crédito internacional, la Tarea Ordenamiento no se lo concede.
En quinto, y no por ello menos importante, el ordenamiento no ha servido para atraer el capital extranjero ni tampoco para fomentar las exportaciones de bienes y servicios, que no han aumentado a pesar de la intensa devaluación del peso, y la aplicación del modelo Malmierca a la exportación de los emprendedores privados. No se facilitan datos, pero es evidente que las inversiones extranjeras y las exportaciones llevan meses paralizadas sin proporcionar divisas a la maltrecha economía.
En sexto lugar, ni una sola de las medidas de la Tarea Ordenamiento ha supuesto beneficio alguno para los emprendedores privados, los arrendatarios de tierras o los trabajadores por cuenta propia. Más bien todo lo contrario. Las medidas se implementaron cuando muchas unidades económicas ya habían planificado su actividad para 2021, lo que obligó a realizar un nuevo ejercicio de cálculo para atender los aumentos de salarios y de precios, sin merma de ingresos. Actuaciones que supusieron pérdidas para numerosas empresas y un aumento generalizado de las insolvencias económicas.
En séptimo, cada vez es más evidente que el momento elegido para implementar la Tarea Ordenamiento ha sido el peor posible de la coyuntura económica de los últimos años (coronavirus, reducción suministros de petróleo venezolano, caída de las exportaciones, remesas, ingresos médicos). Desde que se anunció (agosto de 2020) a que se implementó 1 de enero, hubo realmente muy poco tiempo, y la mayor parte de los agentes se vieron sorprendidos. Las trabas que se pretendían eliminar siguen, salvo que más agudas. Y la situación económica, lejos de mejorar, se ha deteriorado por el auge del coronavirus y sus diferentes cepas.
En octavo, el hecho reconocido de la debilidad del gobierno para perseguir los falsos objetivos planteados, ya que tan pronto como surgieron las primeras protestas sociales de rechazo a los aumentos de tarifas y precios, se decidió echar abajo la mayor parte de los objetivos que habían sido formulados. Esta ausencia de perseverancia en el cumplimiento de los objetivos es un factor de debilidad de la Tarea Ordenamiento, de modo que seis meses después, tiene muy poco que ver con el enunciado de la gaceta oficial original.
En noveno lugar no cabe duda de que en estos seis meses se ha podido constatar que la Tarea Ordenamiento es, sobre todo, una victoria política muy importante del sector ortodoxo comunista frente al sector empresarial (dependiente del ejército y seguridad del estado), en ese pulso permanente de poder que se dirime en Cuba desde que Raúl Castro accedió al poder.
La estrecha vinculación del ordenamiento con el congreso del partido y la necesidad de llevar los deberes hechos, ante una presunta provisionalidad de los cargos políticos, ha sido el estímulo ideológico para implementar el programa. La estrategia de comunicación de los medios oficiales ha ocultado su naturaleza de “política de ajuste duro”, e incluso la presentación conjunta de la Tarea ordenamiento por Díaz Canel y Raúl Castro pretendió vincular la suerte del ordenamiento a la del general. Más tarde, cuando desapareció de la primera plana, Díaz Canel dejó a Murillo dar la cara en solitario, por lo que acabó quemándose.
Por último, no cabe la menor duda que las medidas se implementaron de forma deficiente; no ha existido un timing para ir corrigiendo los efectos negativos que se iban produciendo y moderar las desviaciones. La escasa capacidad para dirigir una política económica de estas características dice realmente poco de quien se encarga de la misma: el gobierno comunista.
De cara a los próximos meses, ¿qué cabe esperar? La Tarea Ordenamiento ha desaparecido de la prensa oficial. Ya ni se ofrecen datos de los cubanos que buscan empleo, probablemente porque los indicadores han empeorado. Las trabas siguen presentes, porque no ha habido reformas estructurales en el modelo que son necesarias para cualquier mejora sostenible de la economía.
La crisis generada por la aplicación de la Tarea Ordenamiento no desaparecerá fácilmente y ahí está la inflación de tres dígitos, que seguirá deteriorando el valor del peso cubano en los mercados informales y haciendo más difícil la tarea de comer todos los días. La Tarea Ordenamiento pasará a la historia como el gran fracaso para enderezar una economía que exige medidas mucho más complejas y de alcance, que no llegan y para las que se acaba el tiempo.
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