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La Habana no es Ekaterimburgo, pero ya tiene su niño prodigio sacado del viejo molde del hombre nuevo. Se llama Oscarito y preside el CDR “Camilo Cienfuegos”, del municipio Plaza de la Revolución.
Presentado en sociedad de la mano de Cubadebate, la historia de Oscar Águila Sarduy es la de un niño con pasión por la doctrina revolucionaria. Los murales, las fechas patrias, los planes de trabajos, las asambleas y los domingos rojos hacen las delicias de este jovenzuelo que, con tan solo 14 años, ha conseguido el récord de convertirse en presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) del barrio habanero de La Timbita.
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Si Ekaterimburgo tuvo su Pavlik Morózov, ejemplo de hombre nuevo entregado a la gran causa del Estado soviético, La Habana ha conseguido cristalizar a este homúnculo que ayuda a la coordinadora Finita a pegar carteles -de propaganda revolucionaria, claro está-, a cobrar el CDR, al “problema de los albergues” en temporada ciclónica y a recoger materia prima.
Si para el pequeño Morózov el amor al Estado soviético era una virtud más importante que el amor a la familia, para Oscarito “el mejor trabajo ideológico que puedo hacer es servir a la comunidad, ayudar a la gente a buscar soluciones a sus problemas, que en definitiva son problemas que de forma directa o indirecta afectan a todos los vecinos del barrio”.
Tanto era el amor del pionero Morózov por los ideales comunistas que delató a su padre por corrupto. Oscarito no ha tenido esa oportunidad de demostrar su fervor, pero ha mostrado una determinación absoluta en lo que a su vocación respecta. “Yo voy a hacer esto porque a mí me gusta, ustedes no me van a quitar la idea que yo tengo”, le decía a Finita hasta que consiguió ser el presidente y coordinador más joven de los CDR del país.
Oscarito “se desvive” por ayudar a sus vecinos de La Timbita, una barriada “famosa por el ambiente social propio de los barrios que nacieron de manera improvisada”, según Cubadebate. Con 90 cederistas bajo su guía espiritual, podría uno preguntarse cuántos estaban dispuestos en La Timbita a ocupar el cargo de presidente del Comité. Pero, ¿para qué? Si ahí está Oscarito, dispuesto a asumir los “serios deberes” de su cargo a cambio de ninguna ganancia material.
“Este lugar es complejo, muy disfuncional en cuanto a la militancia de forma activa en las organizaciones de masas. Existe potencial delictivo, muchos hechos de corrupción, un barrio con numerosos problemas de vivienda, gran cantidad de casos sociales…”, describe Oscarito que, con sus catorce añitos, ya sabe de la existencia de disfunciones militantes y organizaciones de masas.
“También estamos trabajando en la preparación de un área para cultivar nuestro pedacito”, dijo Oscarito en el reportaje y fue como si frotase una lámpara maravillosa. Al momento apareció el genio de las piñas y las calabazas para saludar tan valiosa iniciativa. La cámara inmortalizó el encuentro del homúnculo con el Golem Hernández Nordelo, en su pose de avispado trepador, ocultando el Rolex en una palmadita en la espalda de Oscarito.
“Ya limpiamos el terreno y estamos cercándolo, para luego empezar a plantar. Los cederistas están contentos porque en ese pedacito queremos sembrar, en dependencia de la época del año, plátano, habichuela, lechuga, tomate, frijoles y todo lo que se pueda. También tenemos la idea de poner jaulas para la crianza de algunos animales. Ya tenemos una puerca, que un vecino donó para que entre todos la alimentáramos y le sacáramos cría, y así tener garantizada la carne de las actividades del CDR”.
Con semejante liderazgo, capaz de agenciarse donantes de puercas, hay que reconocer con Cubadebate que “la juventud no está perdida”. ¿Cuántos Oscaritos no habrá que los cardenales de blancas guayaberas y robustos cuellos que soportan el peso del deber no han descubierto? Es cuestión de empezar a buscar. Cuba tiene una rica tradición de cuadros imberbes que terminan afeitándose a los burócratas fosilizados.
Mientras tanto, Oscarito está “muy centrado en superarse académicamente y servir a su comunidad”. ¿Tiempo para divertirse? No, gracias. “Prefiero servir que estar jugando y haciendo cosas de niños, aunque sea un niño. Para mí no hay cosa más linda que tener una infancia y adolescencia de esta manera, y cuando sea grande decir ‘Yo serví a mi Revolución desde chiquitico y mi esfuerzo ayudó a mejorar la vida del vecindario’”.
“Los CDR tienen las puertas abiertas para todos los jóvenes que deseen trabajar en la solución de los problemas que afectan a sus comunidades, a sus vecindarios. Y digo trabajar, porque aquí no hay varitas mágicas”, precisó el señor de las regaderas que dirige la organización. No hay varitas mágicas, pero hay Oscaritos que, a sus catorce añitos encarna el milagro que reporta el devotísimo medio oficialista.
La Habana no es Ekaterimburgo, pero le picó cerca. A ver si metiendo estas líneas les llega a salir un Mozart -como a Salzburgo-, capaz de reproducir el secreto Miserere de Gregorio Allegri. Habiéndolo escuchado una sola vez en la Capilla Sixtina... con 14 años.
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