El embajador de Reino Unido en Cuba, Antony Stokes, afirmó que expresar libremente las opiniones sin temor a represalias, incluso contra el propio gobierno, es un derecho inalienable de todas las personas.
“Cada país debe tener el derecho a su independencia, sin amenazas contra la soberanía. Cada persona debe poder expresar sus opiniones, incluso contra su propio gobierno, sin temor a represalias. Estos principios son universales. No se oponen, se refuerzan”, publicó el embajador en su cuenta de Twitter.
Aunque el apoyo a la libertad de expresión queda claro en el mensaje de Stokes, algunos usuarios comentaron que el tuit era confuso y que esa ambigüedad no contribuía a lanzar un mensaje claro de apoyo a los promotores cubanos de derechos humanos.
El hecho de que el embajador haya equiparado en su universalidad el principio de soberanía y los derechos humanos, entre los que se encuentra la libertad de expresión y disenso, llevó a algunos a entender que el mensaje defendía por igual a los activistas cubanos y la soberanía que tantas veces esgrime el régimen cubano para que nadie intervenga en sus “asuntos internos”.
“Embajador… la ambigüedad solo le sirve en estos casos al régimen. #SOSCuba. Ayúdenos a salvar a @LMOAlcantara”, le comentó un usuario. Por su parte, otro le recomendó: “Pues es hora de pasar a los hechos, basta de frases ambiguas. Reúnanse los países europeos y condenen abiertamente la represión. Sancionen a la dictadura como se hizo con Sudáfrica en su momento. Únanse al pueblo cubano y al lado correcto de la historia”.
“Si quiere ayudar al pueblo cubano, debería ser más claro en sus palabras”, le reprochó un tercero.
No obstante las dudas que generó en estos usuarios, el mensaje del embajador Stokes es de una claridad meridiana desde el punto de vista del Derecho Internacional.
La soberanía de los Estados forma parte del núcleo duro de este Derecho y de alguna forma sostiene el orden internacional vigente. A su vez, este principio es enarbolado por muchos estados dictatoriales y violadores de los derechos humanos con el fin de acallar las críticas de la comunidad internacional, aludiendo a su independencia y denunciando “injerencia en sus asuntos internos”. Cuba es un claro ejemplo de esa utilización desfasada del principio de soberanía.
Sin embargo, los últimos desarrollos del Derecho Internacional vinculan la soberanía de los Estados a la obligación por parte de estos de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales. La tensión entre soberanía y derechos humanos ha contribuido al surgimiento de la “responsabilidad de proteger” y al cuestionamiento del principio de “no intervención”.
La “falsa dicotomía” entre derechos humanos y soberanía llevó al Secretario General de Naciones Unidas a declarar que “los derechos humanos hacen más fuerte a los Estados y las sociedades reforzando así la soberanía”.
En una reunión para celebrar el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, António Guterres manifestó que existen abundantes pruebas de que el abuso de los derechos humanos por los Estados “es una señal de debilidad, no de fuerza”, añadiendo que tales Estados “se encaminan, a menudo, hacia la guerra o incluso el colapso”, o lo que es lo mismo, a una pérdida de soberanía.
El mensaje del embajador Stokes resalta precisamente esta cuestión: la tan preciada soberanía que invoca constantemente el régimen cubano está vinculada al respeto de los derechos humanos de sus ciudadanos.
Un gobierno que reprime a su población, que domina mediante la violencia, que tortura y manipula, que secuestra las instituciones y la riqueza de un país, que impone una ideología y unas reglas de convivencia excluyentes, es un gobierno ilegítimo que subyuga al verdadero soberano: el pueblo.
De ahí que si el régimen cubano no quiere “injerencia” en sus asuntos internos, y si quiere hacer valer el principio de soberanía ante otros Estados, lo primero que debe hacer es proteger y promover los derechos humanos de su población. De ahí que Stokes diga que ambos principios, el de soberanía y de los derechos humanos “no se oponen, se refuerzan”.
“Creo que pedir medidas para respetar los derechos internacionalmente reconocidos no es injerencia, sino nuestro deber, incluso si nos perjudica”, afirmó el embajador Stoke a mediados de febrero.
El lenguaje diplomático evita ser directo en temas conflictivos, pero el mensaje del embajador británico es claro: su país seguirá denunciando las violaciones de los derechos humanos en Cuba, por mucho que a los tenientes de la Real Orden Victoriana les guste el aroma de Vuelta Abajo.
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