El diario de los comunistas cubanos Granma, ha publicado en su edición de hoy un artículo titulado “Cuba no renuncia al desarrollo”.
De principio a fin, nos encontramos ante un ejercicio patológico de desinformación y manipulación, que solo puede satisfacer a aquellos que todavía creen que los experimentos comunistas fracasados de 62 años tienen algún futuro en la isla.
Y es que en materia de asuntos económicos se pilla antes al mentiroso que al cojo. Y esto es lo que ocurre con este artículo que, realmente, entra en un terreno difícil, queriendo justificar lo que es injustificable. No obstante, hay argumentos de sobra para mostrar la falsedad.
Por ejemplo, es falso que la economía cubana pueda crecer en 2021 tal y como de manera optimista dicen. No creció la economía en 2019, se hundió en 2020 y en 2021 no remontará las cifras ni acercándose siquiera a la media de otros países de América Latina y Caribe. La CEPAL ha estimado una caída del PIB en la región del 7,7% mientras que las autoridades cubanas lo han establecido en un 11% en 2020 y otro 0,2% en 2019. La crisis golpea con más dureza a Cuba.
No es cierto, como dicen los comunistas, que antes de la pandemia la economía mundial estuviera atravesando problemas. Todo lo contrario, el crecimiento económico mundial en 2019 se aproximó al 5%, para descender al 3,5% en 2020, y esas tensiones comerciales y financieras golpeaban sobre todo a la economía cubana por su dependencia de un petróleo, procedente de Venezuela, que daba signos de agotamiento. Junto a ello, incrementos salariales sin referente de productividad se encargaron de hundir a la economía en el segundo semestre: responsables, las autoridades.
En cuanto a la vulnerabilidad económica de otros países, otra falsedad del régimen cubano, está bien apuntar a lo que ocurre en otros lares cuando la casa propia está ordenada. Cuba sigue estando entre los candidatos del programa mundial de alimentos a padecer crisis alimentarias, equiparado a Haití. Los hechos actuales lo confirman.
En cuanto a la pandemia, los comunistas cubanos parecen olvidar que todos los países del mundo, en mayor o menor medida, se vieron afectados por la crisis y todos han adoptado medidas para tratar de reconducir sus economías, apoyando a las empresas, a los trabajadores autónomos y a todos los espacios que generan riqueza y empleo. En Cuba la salida ha sido más y más gasto en subsidios para intentar frenar aumentos de precios por cierto, mal calculados por el gobierno, único responsable del desbarajuste de la Tarea Ordenamiento.
Los comunistas cubanos se recrean aportando datos de quiebras de empresas en América Latina por culpa de la pandemia, pero no informan de cuál es el número de proyectos emprendedores y de negocios privados que en Cuba han cerrado y no volverán a abrir, al verse abandonados por su gobierno. Seguro que en porcentaje se estaría ante cifras muy superiores, pero claro, la pobreza está en otros lares, lo mismo que el desempleo. Cuba está exenta de ese virus. Y se lo creen.
Y por cierto, hacen bien en reconocer que la economía cubana ha estado afectada por el impacto de la pandemia, con menos ingresos en divisas del turismo y de productos tradicionales como el tabaco y el ron pero en cambio, no se han propuesto actuaciones concretas para salir adelante. La venta de servicios médicos está estancada, las inversiones extranjeras paralizadas, las remesas flaquean. Conviene recordar a los comunistas que Cuba no ha sido el único país de mundo que ha tenido que realizar un esfuerzo suplementario de sus cuentas públicas para afrontar la pandemia. La cuestión es, si dicho esfuerzo es sostenible.
Básicamente, porque la prioridad en el gasto corriente por enésima vez volverá a dejar postergadas una vez más, las necesarias inversiones en vivienda, infraestructuras, protección del medio ambiente en el limbo, sin que nada ni nadie haga lo necesario para cambiar el destino de los gastos del presupuesto, mientras que se siguen construyendo habitaciones de hoteles.
El bloqueo tiene también su falsedad en el análisis de Granma, pero, al mismo tiempo, nadie se refiere al verdadero bloqueo, que es el interno, y que el país necesita eliminar para potenciar sus fuerzas productivas. Una propuesta sería calcular el coste del bloqueo interno, de la misma forma que se calcula el coste del externo. Se podrían sorprender de los datos que iban a salir por tener maniatada la economía.
También ha habido referencias a la inflación y el descontrol de precios, sobre todo de los alimentos. Se culpa, vaya usted a saber, al coste de los fletes, por tener que adquirirlos en países más lejanos. Pero en realidad, la inflación que atraviesa el país es consecuencia directa de un cálculo erróneo del impacto de la Tarea Ordenamiento, cuyo responsable es el gobierno.
En vez de ponerse a producir, a los comunistas cubanos no se les ocurre otra cosa que revisar el plan mientras que Marrero decía en una de las numerosas reuniones con altos cargos que “la gente no come planes” El ajuste al plan de la economía que los comunistas consideran necesario para respaldar las principales prioridades del país es una carta a los reyes magos fuera de plazo que no va a dejar ni carbón.
La razón de este cambio es que el plan, cuando se aprobó en abril de 2020, no habría siquiera tenido en cuenta los efectos de la Tarea Ordenamiento y el progresivo deterioro de las cuentas públicas y del estado de la economía. Es lo que ocurre cuando se trabaja con una perspectiva de medio y largo plazo, pero hacia atrás, no hacia delante.
El plan, la Conceptualización del modelo económico y social, los Lineamientos de la política económica y social, y el Plan de desarrollo económico y social hasta 2030 configuran un arsenal de instrumentos de política económica que los comunistas cubanos creen que va a dar resultado para salir de la crisis. Incluso creen que van a aguantar hasta 2030. Lo dudo. No es una cuestión de innovación, ni de valentía, como dice Granma. Sino de sentido común y, sobre todo, de estado.
La Estrategia para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19 es otro documento más que se suma a los anteriores, que tampoco sirve para dar de comer a la gente. Son documentos de partido, que proporcionan relleno para las sesiones aburridas y agotadoras de delegados poco informados, y poco más en el congreso que va a empezar en breves días. Lo mejor sería arrojar todo ese papeleo doctrinal y poco práctico, a la basura y empezar de cero, haciendo las cosas que realmente se tienen que hacer.
Y realmente cuando se vuelven a leer las medidas que los comunistas consideran que tendrán mayor impacto y profundidad en la Estrategia económico-social hasta la fecha, se llega a la triste conclusión de que poco o nada servirán. Se trata de nueve medidas, que arrancan, ¿cómo no? de seguir con la Tarea Ordenamiento, de fortalecer la empresa estatal socialista, perfeccionar el trabajo por cuenta propia, aprobar una política para la gestión estratégica del desarrollo territorial basada en los municipios, promover un sistema descentralizado de acceso a las divisas por el sector empresarial, aprobar la nueva política para la comercialización de productos agropecuarios, dar facilidades para la exportación e importación de las formas de gestión no estatales, perfeccionar los mecanismos para la retribución por el trabajo aportado en el sector empresarial y continuar con la venta mayorista y minorista en moneda libremente convertible.
¿Realmente con esta panoplia se va a algún sitio? En absoluto. No cambia el marco jurídico de derechos de propiedad y Cuba sigue siendo una economía de planificación e intervención estatal, en la que no se permite al mercado asignar los recursos, ni tampoco el enriquecimiento privado.
También el amanuense comunista de Granma se refiere al desarrollo, al que Cuba no renunció en 2020, otra falsedad. Para que haya desarrollo hace falta más formación bruta de capital fijo en términos de PIB, y los niveles de la economía cubana y su concentración sectorial, no aportan ese estímulo multiplicador de la renta y el empleo.
De modo que anunciar para 2021, un 22% de incremento en las inversiones con respecto a 2020, da una idea del escaso nivel alcanzado por las mismas, pero peor aun es saber que quieren concentrar las inversiones en lo que llaman “los sectores priorizados”, a saber defensa; producción de alimentos; medicamentos; programa del turismo; programa de fuentes de energía renovables; programa de la Vivienda y las fábricas de producción de cemento y acero. La pregunta es ¿Cuántos de esos sectores priorizados benefician realmente a los cubanos? Que cuenten. Anuncian el proyecto y la terminación de 44.000 hogares cuando las necesidades superan el millón. A ver si se cumple. Ya van 62 años de fracasos continuos. Nada hace presagiar que en 2021 con la que está cayendo vayan a cambiar las cosas.
El conejo de la chistera que los planificadores dicen tener, para sacar adelante todas estas iniciativas, se denomina macroprogramas, definidos como la expresión de los seis ejes estratégicos definidos en el mismo, a saber Gobierno, Institucionalidad y Macroeconomía; Transformación Productiva e Inserción Internacional; Infraestructura; Ciencia, tecnología e innovación; Recursos naturales y medioambiente, y Desarrollo humano, equidad y justicia social. Más planificación. Parece que estos seis macroprogramas se articulan, a su vez, con los objetivos y metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, impulsada por las Naciones Unidas. Hablar en Cuba de desarrollo sostenible no deja de ser hilarante, a la vez que irrespetuoso con los ciudadanos que luchan todos los días por conseguir algo que comer en las colas. Imagino que en algún momento, Marrero, si continúa como primer ministro después del cónclave comunista, dirá que la gente no come macroprogramas. Parece que pueden atragantar a más de uno.
Como suele ocurrir en estos casos, Granma se recrea afirmando que “basta con mirar a nuestro alrededor para constatar el enorme fracaso de las políticas neoliberales y la incapacidad de los gobiernos defensores del modelo capitalista para proteger a su propio pueblo. El hambre y la desigualdad social se acrecientan en América Latina”. No deberían hablar en esos términos, y antes de acusar a otros, se insiste, lo primero es darse una vuelta por las colas de desesperación de los cubanos por llevarse algo para comer.
Los comunistas cubanos llevan 62 años con la misma cantaleta aburrida, fracaso tras fracaso, sin dinamizar una economía que está sujeta a control político. El pueblo cubano debe saber que todo llega a su fin y que las cosas, en otros países, van mucho mejor. Por mucho que cuestionen lo que ocurre en el exterior, se puede lograr una sociedad más justa y equitativa permitiendo que el talento, la capacidad, la cualificación, la motivación y el desempeño se pongan en funcionamiento combinados con los derechos de propiedad privada, que son el motor de la prosperidad. Cuba no se merece ser diferente.
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