Conversar con Deinys Suárez Laguardia resultó mucho más fácil que pegarle a las sliders con las que liquidaba a sus rivales en la primera década del siglo. Fue tan simple como decirle “oye, ¿me darías una entrevista para Cibercuba?”, y él, al instante, contestarme que sí, que “no hay lío”.
Su caso es uno de tantos peloteros que gozaron de un estrellato efímero, abatidos por los tiros del azar. Y también el de uno de muchos emigrados que no consiguieron abrirse camino en aquello que, supuestamente, debió conducirlos a la gloria y la fortuna.
Traducido a hechos puntuales, lo anterior quiere decir que las dolencias en el brazo afearon su carrera en las Series Nacionales, y posteriormente también impidieron que accediera a salarios de ligamayorista. Porque condiciones tenía, como recordarán los que lo vieron encaramarse a los montículos domésticos.
Ahora con 36 abriles a la espalda, vive en Hialeah y lleva seis años ganándose el pan como plomero. Dice sentirse satisfecho con lo que pudo hacer en la pelota, y la verdad, suena brutalmente sincero. Inclusive no se muerde la lengua con la interrogante sobre el injurioso sambenito que le colgó una parte de la fanaticada cuando falló en el Clásico Mundial de 2006. A estas alturas, Deinys Suárez parece preparado para encarar cualquier envío. Ha pasado de pitcher a bateador, y lo que sigue son sus swines.
Aquel 20 de marzo de 2004 en que con solo 20 años forzaste el quinto partido de un play off versus Sancti Spíritus, mucha gente pensó que había llegado otra super estrella a los montículos cubanos. ¿Qué pasó que no pudo cumplirse ese pronóstico?
-Yo despunté en Series Nacionales en esa temporada. Gané 10 y perdí 4 con promedio de limpias de 2.13, y después tuve un buen rendimiento en los play off ganando ese importante cuarto juego con 4 días de descanso. Al año siguiente estuve mejor todavía, con 12 ganados y 3 perdidos. Puedo decir que estuve en la élite de los lanzadores en Cuba por espacio de 4 años, pero después de la final de 2007 contra Santiago tuve una lesión en el codo de la que nunca me recuperé. A partir de ahí mi rendimiento decayó.
Háblame de tu velocidad y repertorio...
-Mi repertorio era recta de 89-90 millas, y además tiraba slider y curva. Me gustaba dominar con mi slider.
Sin embargo, he visto un reporte de scouts que ponía tu recta en 94 mph...
-Ojalá bro. Eso es una mentira grandísima. Si yo hubiera tenido esa velocidad habría llegado a la MLB. Quédate con que tiraba entre 89 y 92. Así está bien.
¿Tu número ‘4’ homenajeaba a algún pelotero en particular, o lo elegiste por otra razón?
-A nadie en especial. Siempre jugué con ese número porque en el Ciudad Habana 11-12 años falté el día que repartieron los uniformes y cuando llegué al otro día solo quedaba el ‘4’.
¿A qué se debe aquella característica de calarte tanto la gorra hasta el punto que la visera te cubría los ojos?
-Esa forma de ponerme la gorra así no la cogí de nadie, solo que me gusta la gorra recta y bien metida hacia abajo. Los ojos ni se me veían y en la posición de frente me ponía el guante casi en la cara. Tanto, que en Liga Menor me dijeron que no podía hacerlo de esa forma y debía bajar el guante o separarlo de la cara.
¿Qué lugar consideras que tenías en aquel staff de lanzadores al que perteneciste?
-Con estar dentro de ese piquete ya para mí era suficiente. Creo que el número 1 era Yadel Martí, y luego podríamos poner a Osbeck Castillo, Yamel Guevara y Francisley Bueno. Entonces vendría yo. Había tanta calidad que podríamos tener relevos como Arleys Sánchez y Frank Monthiet, además del propio Osbeck, que podía hacer cualquier función. Lástima que solo coincidimos del 2002 al 2004; Yadel y yo sí seguimos juntos hasta el 2009. Con ese grupo no había refresco para los equipos contrarios.
¿Cuáles fueron los mejores entrenadores de pitcheo que conociste? ¿Alguno era menospreciado injustamente?
-Puedo decir con tremendo orgullo que tuve excelentes entrenadores empezando por Lázaro Cordón (Papo) y Agustín Ávila, a ellos se lo debo todo. También debo mencionar a José Elosegui y Julio Romero, sin dejar fuera a ese estelar llamado Javier Gálvez. Creo que Julio merecía más de lo que le daban.
¿Es cierto que después de perder la final de 2007 te fuiste de parranda con Montieth y Anglada los recriminó públicamente?
-Después de perder yo salí solo por un lado y Frank por otro. Y sí, Anglada sí nos llamó la atención delante de todo el equipo.
Alguna vez dijiste que Germán Mesa no fue un buen entrenador, pero Anglada sí. ¿Qué los diferenciaba entre sí?
-La diferencia es tan enorme que no existe comparación entre ambos. Anglada es hombre y amigo antes que director, siempre te dice la verdad en la cara y crea muchísima confianza entre los jugadores y él. Con Germán no era así para nada.
¿Por qué se te hacía tan difícil Frederich Cepeda? Y en cambio, ¿por qué se te hacía fácil Yoenis Céspedes?
-Mi compadre, amigo y hermano Cepeda se me hacía difícil porque se me paraba a la zurda y yo tenía problemas con los bateadores de esa mano. Mi mejor lanzamiento, que era el slider, no sabía tirárselo a los zurdos, y el hombre me dio como 8 jonrones, aunque él dice que fueron 10. Por su parte, Céspedes era muy buen bateador pero tenía muchos problemas con los lanzamientos de rompiente. Siempre le daba tres ponches por juego.
Hace poco confesaste en Facebook que te habría gustado dar un no hit-no run. ¿Es esa la mayor hazaña que puede lograr un pitcher, o hay alguna más apreciable?
-A todo lanzador le gustaría dar un no hitter o un juego perfecto. Yo di uno en un Nacional 15-16 años en Sancti Spíritus. En la Serie Nacional estuve a dos outs de conseguirlo y Oscar del Rosario me lo rompió.
En el Clásico 2006 luciste desconcertado por completo. ¿Qué pasaba por tu cabeza en aquellos momentos?
-Un día salí, di 4 bolas y me quitaron. El otro día que lancé saqué un out, me dieron hit, regalé otra base y me volvieron a quitar. Por mi cabeza no pasaba nada malo; el equipo estaba pasando por un momento increíble y yo solo pensaba en que había que ganar.
Desafortunadamente, a partir de ese evento un sector de la afición te colocó el cartel de “pendejo”...
-Dime tú. Pendejo por darle una base a Puerto Rico con las bases llenas y después otra más a República Dominicana. ¿Cuántas oportunidades tuve yo en el Cuba para que me llamaran así? Me molesta porque yo sé lo que soy; el cobarde es cobarde donde quiera cada vez que tiene que lucirse y ese no era mi caso. Pero el cubano es así. Tengo claro que la Comisión Nacional tuvo esa opinión de mí. Ahora te pregunto, ¿tú crees que un pendejo pueda pedirle la bola a Anglada varias veces para pitchear juegos claves con 55 mil aficionados en el Latino, o para subirse al box del Guillermón? ¿Un cobarde puede caminar 7 innings en la semifinal de un Mundial Universitario con ampollas en los dedos? Te puedo poner unos cuantos ejemplos donde a la hora caliente metí mano, y fueron más los buenos resultados que los malos. Pero te repito que el fanático es así. Yo tengo mi conciencia tranquila en cuanto a eso.
¿Por qué tuviste tan poca suerte para hacer equipos Cuba? ¿Había algún técnico en tu contra?
-No sé por qué no me querían en el Cuba, esa respuesta la deben tener Benito Camacho y Pedrito Pérez. Me parece que los 4 años que lancé bien podía ir fácil al team Cuba, pero no fue así: casi siempre me mandaban para Holanda. El año que yo más me merecía hacerlo fue el 2004; ese año llevaron 3 lanzadores que no estaban en forma y que hasta en la preparación estuvieron mal, pero ya eran team Cuba. A lo mejor no me querían por mi carácter.
Cuando saliste de Cuba soñaste con hacer carrera en la MLB, pero no tuviste éxito. ¿A qué le atribuyes que te fuera tan mal en el sistema de Menores de los Mellizos?
-Me fui de Cuba en 2009 cuando la Serie paró para los entrenamientos del Clásico Mundial. No quería verme en las condiciones que vi a grandes estrellas del deporte cubano. Salí que no llegaba a home y con 2 años de un rendimiento horrible. Mi brazo ya no servía para mucho. Entonces intenté llegar a la MLB pero no pudo ser. En Minnesota me fue muy mal, a duras penas llegaba a 87 millas debido a la lesión del codo. Fíjate que hoy por hoy todavía me molesta para todo. Después de dos años sin jugar béisbol logré llegar a AA y AAA, pero no estuve bien.
¿Cuáles eran los principales contrastes entre la pelota que te encontraste en USA y la que estabas acostumbrado a practicar en Cuba?
-Muy grandes. Cada jugador sabía lo que le tocaba hacer y nadie se metía en tu trabajo. En Cuba yo tiraba 3 sliders seguidos y ponchaba: aquí haces eso y al tercero te dan foul o lo dejan pasar. Cosas así.
¿A qué se debieron aquellos problemas en el brazo con solo 25 años? ¿Hablaste con algún entrenador para que te ayudara a restablecerlo? ¿Por qué en Estados Unidos no te sometiste a una operación?
-A los 16 o 17 años yo tuve calcificación en el codo, y esa misma lesión me volvió a salir a los 25. En Cuba no hablé con ningún entrenador porque ellos sabían que estaba lesionado y no se habían preocupado por ayudarme. Y en Estados Unidos no me operé porque cogí miedo a decir que estaba lesionado y me botaran. Cometí tremendo error por no saber cómo funcionaba el sistema.
¿Te sientes frustrado con tu carrera en el béisbol?
-Para nada. Yo hice lo que pude y creo que lo hice bien hasta donde pude. Mi carrera se acabó muy rápido, no tuve la salud y suerte de otros, pero me siento bien con lo que conseguí. Cumplir mis propósitos no dependía de mí: creo que tuve rendimiento suficiente, por ejemplo, para hacer los equipos de Atenas 2004 y el Mundial 2005, y no se me dio.
Luego de no haber podido imponerte en la pelota norteamericana, ¿aún crees que fue una buena decisión emigrar?
-Emigrar fue la mejor decisión de mi vida. Ese fue mi mejor pitcheo.
¿Por qué no seguiste trabajando en el béisbol en Miami?
-Tenía un equipo de niños de 13 años y a la misma vez daba clases privadas para enseñar la mecánica de pitcheo, pero decidí no seguir haciéndolo. Mi forma de ser no va con el sistema que se usa aquí. Dejé las clases privadas porque me robaban mucho tiempo y ya tengo 2 niñas que atender. Actualmente solo entreno a 2 niños: es duro trabajar de 7 de la mañana a 3:30 de la tarde y después dar clases privadas de 6 a 9 pm.
¿Has podido venir a Cuba desde que emigraste? De ser así, ¿has ido al Latinoamericano?
-Sí. Después de 8 años sin dejarme entrar injustamente a Cuba, he viajado allá como 6 veces. Al Latino sí no he ido nunca porque las veces que he estado ahí no ha habido Serie, además de que no quiero pasar por el mal momento que por alguna casualidad me saquen del estadio. Pero sí, claro que me gustaría ir al estadio, pararme en esa lomita y hasta tirarme una foto.
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