El pelotero cubano de Grandes Ligas Randy Arozarena aseguró que entre sus sueños no está el de volver a representar a Cuba en una competencia internacional, a no ser que la situación política del país cambie.
En una reciente entrevista con The New York Times, el actual jugador de los Rays de Tampa afirmó que el único vínculo que siente con su patria es la familia y los amigos, así como su pueblo, “donde todos me conocen y todos me aman, donde amaron a mi papá y del que estoy orgulloso”.
“La situación en Cuba es mala”, señaló, y añadió que espera que las condiciones mejoren algún día para el pueblo cubano, incluidos los peloteros.
“Hay muchos jugadores cubanos que quieren representar a Cuba, por ejemplo, en un Clásico Mundial de Béisbol o un torneo importante, pero por política no pueden. Por mi parte, no lo haría. No representaré a Cuba hasta que todo cambie”, aseveró.
El sensacional bateador nació en Arroyos de Mantua, un pequeño pueblo del municipio Mantua, en el extremo oeste de Pinar del Río.
Allí integró el equipo local: los Vegueros, hasta que en 2015 lo dejaron fuera de la lista para la Serie del Caribe en Puerto Rico, pese a sus buenos resultados al bate, porque los funcionarios de la provincia pensaban que podía desertar.
Fue entonces que decidió emigrar y así poder mantener a su madre y a sus dos hermanos menores.
En junio de ese año se embarcó en un viaje ilegal por mar, durante ocho horas, que lo llevó hasta Isla Mujeres, frente a la costa de Cancún.
Arozarena está eternamente agradecido a México, un país que le permitió completar su formación y dar el salto a las Grandes Ligas.
Por eso entre sus principales metas está, además de ganar una Serie Mundial y que su madre lo vea jugar en las Grandes Ligas en persona, convertirse en ciudadano mexicano y lucir un día el uniforme del país azteca en competencias internacionales.
“Soy cubano, pero sería un honor para mí representar a México. Y para mi hija”, afirmó.
En México el pinareño encontró un hogar, amigos que lo ayudaron mucho y, además, tuvo a su hija hace dos años.
Debutó en la Liga Mexicana en 2016 con los Toros. Tres años más tarde los St. Louis Cardinals lo ficharon con un contrato de 1.25 millones de dólares.
En 2019, formando parte del team de Misuri bateó .300 en 20 turnos al bate durante 19 partidos. Fue entonces cuando lo cambiaron a los Rays de Tampa.
Este año, debido a que se contagió de coronavirus, no pudo empezar con los Rays hasta agosto. Tras incorporarse llegó a batear .281, incluidos siete jonrones, en 23 juegos.
En la postemporada ha sido el mejor bateador en la ofensiva.
Él no olvida que estos logros se los debe a su formación en México. En la academia de Toros tuvo compañeros que incluso lo ayudaron a comprar su primer teléfono celular y a abrir cuentas en las redes sociales.
A Arozarena le encanta vivir en Mérida porque es tranquilo y su clima cálido le recuerda al de su país.
Además, allí tiene a su familia. Un hermano juega para los Cafetaleros de Chiapas, un equipo de fútbol de tercer nivel, y su madre le cocina comida cubana.
“Es como vivir en Cuba”, sentenció.
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