La culpa la tuvo una reciente declaración del ministro cubano de Economía, esa contradicción viviente. Para cumplir su cuota obligatoria de tuits semanales, Alejandro Gil cuestionó la libertad y la democracia de Estados Unidos luego de que el presidente Trump dictara medidas que restringen el alojamiento de norteamericanos en hoteles controlados por el gobierno. Y entonces vino el destape virtual del periódico oficialista Trabajadores.
"Trump limita los derechos de los estadounidenses, al prohibirles alojarse en hoteles en #Cuba y llevar tabaco y ron a su regreso. 'Vaya democracia, qué gran ejemplo de libertad y libre comercio'. Con nosotros, bien sabe que no puede", escribió el ministro en Twitter.
A lo cual un encargado de redes del periódico Trabajadores, que seguro trataba de congraciarse con el funcionario, respondió: "¿Hay libertad en un país que prohíbe a sus ciudadanos alojarse donde deseen, comprar lo que quieran y hacer con su dinero lo que consideren necesario? Vaya libertad esa...".
"Se mató con su misma bala", resumió un periodista independiente.
Llovieron las risas y los comentarios. ¿Para qué hacen falta las "cuentas parodia" si ya el oficialismo se ocupa de parodiarse a sí mismo?
El órgano de la CTC pasó por alto el "detallito" de que hace sólo doce años que los cubanos pueden alojarse a los hoteles de su propio país. Al menos teóricamente, porque sus actuales salarios no les permiten muchos lujos.
Tampoco podían, hasta hace poco, comprar celulares o electrodomésticos esenciales, como recordaron varios comentaristas. Y aún hoy, incluso los que tienen dinero deben resignarse a comprar lo que les ofrece el gobierno a precios cada vez más exorbitantes.
En cuanto al turismo, es vox populi que durante décadas ningún cubano pudo viajar, y ahora no pueden hacerlo los numerosos "regulados". Tampoco pueden entrar a la isla muchos cubanos que se expresan claramente en contra del gobierno.
De la libertad de expresión, asociación o prensa, mejor ni hablamos.
¿Qué perverso subconsciente llevó al tuitero de Trabajadores a hacer un retrato involuntario del triste panorama de las libertades en la isla mientras presumía frente al Imperio?
Para el psiconálisis, los llamados "actos fallidos, deslices o lapsus son fallos en el discurso, en las acciones y en la memoria, que tienen lugar durante la lectura o la escritura, y que revelan una interferencia de la parte inconsciente de la mente en el comportamiento manifiesto.
Por eso también se llaman “parapraxis”, término griego que significa “otra acción. Para Sigmund Freud, gran estudioso del acto fallido, es posible inferir conflictos e impulsos inconscientes reprimidos a partir de muchas acciones y experiencias en las que interviene esta estructura mental.
Es comprensible que, después de tantos años de represión, de tantas décadas sirviendo a los más bajos fines de la propaganda y las justificaciones del fracaso, las redes sociales propicien ahora este tipo de errores simbólicos de los medios oficialistas. A su manera, son también un síntoma del agotamiento definitivo de un tipo de discurso.
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