La Fiscalía de Holguín ha pedido esta semana cadena perpetua para cuatro de las siete personas que participaron en el asesinato del joven Daniel Martínez Pupo, quien fue hallado descuartizado el pasado enero en tres bolsas en el basurero de Alcides Pino, según informaron a CiberCuba fuentes cercanas a la familia.
Se trata del palero Oscar Enrique Mancebo Jacobo, autor intelectual del crimen; Yasel García Cruz, que asestó cinco puñaladas y cortó la cabeza de Martínez para evitar que pidiera clemencia por su vida; César Emilio Paneque Reyes, que prestó su experiencia de carnicero para descuartizar a la víctima y una cuarta persona conocida como "Vitico", que acababa de salir de prisión.
En total han sido juzgadas ocho personas. Las condenas solicitadas para otros cuatro colaboradores de los asesinos van de los 30 a los 10 años de cárcel.
A Juan Luis Palacio, el hombre que eligió a Martínez como la víctima ideal y lo llevó al lugar donde lo mataron le piden 30 años; a Katiuska Méndez, una de las tres mujeres del palero, que limpió el escenario del crimen, le solicitan 25; y a un adolescente llamado Lázaro, de 17 años, que ayudó a trasladar el cadáver al basurero le reclaman 20 años.
Hay una octava persona, el receptor de la moto del difunto, que vive en Santiago de Cuba, a quien la Fiscalía le pide 10 años. Este hombre es familiar de Katiuska Méndez y tenía orden de cuidar la moto para luego venderla. También le dijeron que la lanzara a un embalse si los asesinos caían presos. En efecto, en cuanto los detuvieron, tiró la Suzuki desde un puente. La moto fue hallada a 18 metros de profundidad.
El juicio por el asesinato de Martínez, de 24 años, se celebró durante lunes y martes de esta semana en el Tribunal Provincial de Holguín, ubicado frente al Parque Infantil de la ciudad, en la calle Prado 273, esquina Maceo, bajo fuertes medidas de seguridad. Testigos del dispositivo desplegado en la zona se han puesto en contacto con CiberCuba y han hablado de un operativo con mucha presencia militar.
El día que desapareció Daniel
La víctima, Daniel Martínez Pupo, era botero y desapareció con su moto el viernes 3 de enero de este 2020, después de avisar a su familia de que iba a hacer la última carrera del día, sobre las 19:40 horas. Esa tarde hacía un poco de frío y él pasó por su casa a buscar un abrigo. Le dio un beso a su hija pequeña. Su mujer, en ese momento embarazada, estaba limpiando y no pudo entrar a besarla. Le dijo que le acababan de llamar por teléfono para recoger a una persona en el Mercado Campesino, cerca de donde él vivía. Le comentó que tenía hambre y que regresaría enseguida.
Pero pasó una hora y como no volvía, su esposa lo llamó por teléfono. Eran las ocho y pico y para entonces el celular de Daniel ya estaba apagado. También sobre las once de la noche lo llamó su madre, acostumbrada a que su hijo parqueara sobre esa hora la moto en su casa y se fuera a pie a la suya. El teléfono estaba sin cobertura.
A las doce de la noche la madre de la víctima llamó a su nuera y ésta le dijo que no había podido hablar con él. Era raro porque Daniel nunca había desaparecido de casa ni solía llegar tarde ni andaba en cosas raras. También porque, además de la moto Suzuki llevaba encima 900 dólares, 25.000 pesos y algunos billetes en euros. No soltaba el dinero porque estaba pendiente de que sacaran en las tiendas en divisas unas piezas que necesitaba para su carro, un 'polaquito'.
A las tres de la madrugada, la familia se fue a buscarlo por los hospitales y avisó a la Policía, para descartar que el joven hubiera tenido un accidente. A las diez de la mañana del día siguiente, su madre ya se puso en lo peor. Fueron cuatro días de desesperación. Lo buscaron hasta dentro de tumbas. La familia, incluso, fue a varios centros espirituales y todos les decían que lo veían cerca de un río. Ni rastro de Daniel.
Vecinos, familiares y amigos acompañaron a la familia en la búsqueda. Incluso uno de los asesinos se pasó un día por la casa de la madre, en moto, para saber si habían tenido noticias de Daniel. Era César Emilio Paneque Reyes, que trabajaba en el cárnico de Holguín y fue uno de los que descuartizó a Daniel antes de enterrarlo, repartido en tres bolsas en el basurero de Alcides Pino. Él fue el primero en entregarse a la Policía.
La pista del teléfono
La línea de teléfono de Daniel estaba a nombre de su madre, así que ella pidió a ETECSA el registro de las llamadas y dio con la última que le hicieron. El padre de la víctima llamó a ese número y le salió un hombre (el palero), pero no quiso decir su nombre y colgó. Su madre averiguó de quién era la línea y fue así como dio con el nombre de Katiuska Méndez, una de las tres mujeres del palero, a la que la Fiscalía le pide 25 años de cárcel.
Dunia Pupo, madre de Daniel, salió en busca de Katiuska y preguntando llegó a la casa de la madre de ésta, en Alcides Pino, pero ella no estaba o eso le hicieron creer. Sentada en la sala de la vivienda, Dunia contó su desesperación y les dijo que la buscaba porque creía que ella había vendido una línea de teléfono al hombre que le contestó por teléfono y que no quiso identificarse. Ella suponía que ese hombre tenía algo que ver con la desaparición de su hijo.
Pero le dieron largas, Dunia se cansó de esperar sentada a que la hija de Katiuska la acompañara a buscar a su madre y se marchó. Creyó que sería mejor que la Policía investigara lo que ella había descubierto. A partir de ahí, los investigadores pudieron tirar del hilo y dar, poco a poco, con las ocho personas que cometieron o colaboraron con el crimen.
El plan para matar a Daniel
El palero Oscar Enrique Mancebo Jacobo conocía a Daniel Martínez. De hecho, le debía 15 000 pesos. Era un hombre ostentoso, que manejaba mucho dinero. A veces llamaba a Daniel y le pedía que fuera a recogerle fajos de dinero. Confiaba en él hasta que las deudas lo acorralaron. Estaba a punto de perder su casa por 65 000 pesos y citó a varios de sus ahijados en el cuarto de prendas que tenía en la vivienda de su madre. En esa reunión planearon el crimen. Sólo necesitaban la víctima.
El candidato lo puso sobre la mesa Juan Luis Palacio. Él también era un buen cliente de Daniel. Fue él quien lo llamó el viernes 3 de enero sobre las 19:40 horas desde el celular del palero. Le pidió que lo recogiera en el Mercado Campesino de Holguín y lo llevara a una vivienda en Alcides Pino. Ya tenían claro que iban a matarlo para robarle su moto. Con el dinero obtenido por la venta del motor, el grupo pretendía saldar deudas.
Lo tenían todo planificado. Habían llevado cuchillos y hachuelas para la casa de Alcides Pino donde vivía Yasel García Cruz (el que le asestó las cinco puñaladas y le cortó la cabeza a Daniel Martínez). Lo primero fue sacar a la mujer de Yasel del domicilio familiar y enviarla a la casa de la madre de Katiuska, con orden de no regresar y el pretexto de que iban a realizar un trabajo de santería.Cuando Daniel llegó con su moto a esa vivienda de Alcides Pino, coincidió en la puerta con el palero, que le pidió que entrara para que le ayudara a mover un canastillero que tenían en la sala.
En cuanto Daniel se agachó a coger el mueble, César Emilio (el carnicero) lo trabó por el cuello y le tapó la boca. La víctima se defendió de una patada y al ver que Yasel iba hacia él con un cuchillo, pidió clemencia: les dijo que se quedaran todo el dinero y la moto, pero que no lo mataran; que tenía una niña pequeña y que estaba esperando a su segundo hijo. No sirvió de nada.
Yasel le asestó 5 puñaladas. Al menos cuatro le afectaron órganos vitales. Para que se callara lo degollaron. La sangre la echaron a los santos, "como una ofrenda a Zarabanda", dijeron en el juicio, en referencia a un santo de la religión Palo Mayombe. No obstante, aclararon que lo mataron para robarle, no para sacrificarlo.
En la casa donde ocurrió el crimen había siete personas: el palero, que se mantuvo al margen mientras sus ahijados ejecutaban su plan; su mujer (Katiuska), que se quedó en el cuarto poniendo reguetón a todo volumen, a través de Bluetooth, para que los vecinos no escucharan nada. Ella a las nueve de la noche salió a comprar cloro y al regresar limpió el lugar del crimen con esmero. Los investigadores encontraron las huellas utilizando compuestos químicos. No dejó un solo rastro de lo que ahí había ocurrido.
También estaban en la casa el asesino (Yasel), el carnicero (César Emilio), el ex presidiario Vitico y el adolescente Lázaro. Estos dos últimos son familiares de la mujer oficial del palero.
A la una de la madrugada, Yasel, César Emilio, Vitico y Lázaro cogieron por un "trillo" que hay junto a la casa y llevaron el cuerpo de Daniel repartido en tres sacos negros, dobles, hasta al basurero de Alcides Pino. Lo enterraron allí, en la madrugada del viernes 3 al sábado 4 de enero, convencidos de que en medio de los desechos de los puercos del 31 de diciembre nadie iba a notar el olor del cadáver.
Para que el cuerpo no sangrara, lavaron el cadáver. Esa misma madrugada llevaron la moto para Santiago de Cuba y dieron instrucciones claras al pariente de Katiuska que iba a guardarla, de que se deshiciera de ella si los metían presos. Así lo hizo.
El carnicero fue el primero que se entregó
En cuanto la Policía empezó a tirar del hilo, a raíz de la llamada, que ellos ingenuamente borraron del celular creyendo que no dejaba rastro en ETECSA, cundió el pánico. Juan Luis Palacio (el que llevó a Daniel a la casa donde lo mataron) fue el primero en ser llamado a declarar y los investigadores detectaron incoherencias en su relato. Dijo que Daniel lo había llevado a su casa y además comentó que lo había llamado desde el teléfono del palero porque el suyo estaba sin batería.
El palero se justificó diciendo que como tenía tres mujeres, ese teléfono lo utilizaba para llamar a las dos no oficiales (entre ellas, Katiuska). Como veía que se iba cerrando el círculo en torno a él, convenció a Yasel y a César Emilio para que se entregaran a la Policía y confesaran el crimen con la promesa de que haría trabajos de santería para que quedaran pronto en libertad.
El primero en entregarse a la PNR fue César Emilio, el carnicero. Yasel pasó a despedirse de su madre, que vive cerca de la Loma de la Cruz, en Holguín, y luego confesó a la Policía dónde habían enterrado el cuerpo.
En el plazo de quince días el juez tendrá que dictar sentencia. A la familia no le convence la condena de 30 años a Juan Luis Palacio, la persona que llevó a Daniel al lugar del crimen, porque sin su participación, el asesinato no habría ocurrido. Él mismo reconoció en el juicio que había elegido a la víctima como el objetivo ideal. Pero jura que no lo metió en la casa, que eso lo hizo el palero, engañándolo con el cuento de mover el canastillero.
Asesinatos por dinero
El asesinato de Daniel Martínez no es el único cometido este año en Cuba con el robo como móvil del crimen. El día primero de este septiembre tuvimos noticia de la muerte del ciudadano cubano Jorge Luis Argudín, natural de Cabañas, un pequeño pueblo de poco más de 31.000 habitantes, en el municipio de Mariel, en Artemisa.
El difunto, muy conocido y querido entre sus vecinos, desapareció el jueves 27 de agosto tras subir a un almendrón (auto americano). Fue hallado el mismo lunes en el mirador del pueblo, apuñalado y degollado.
Según un familiar directo de la víctima, lo mataron para robarle las prendas y el dinero que llevaba encima, porque se dedicaba a cambiar dinero en el parque de su pueblo, donde la gente lo adoraba porque en los momentos de urgencia o necesidad de las familias, siempre echaba una mano para prestar o colaborar en metálico.
Un año sangriento
Nolvys Barallobre, holguinero de 40 años, fue encontrado muerto en una alcantarilla el 17 de este agosto en Moa. El cuerpo estaba en descomposición y tenía signos de haber sido atropellado. No le quitaron las prendas y la familia sospecha que se trató de un crimen pasional.
El pasado agosto también han tenido lugar en Cuba dos crímenes machistas. Una mujer murió en Marianao a machetazos el día 14 y en Caimito (Artemisa) otra fue asesinada a puñaladas el día 16 de este mes. A ambas las mataron sus ex maridos.
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