Un arquitecto pasó el sábado por la casa de Gretel, la cubana cuya familia durmió tres días en una escalera, tras el derrumbe total de su vivienda, y le confirmó que no podrá reconstruir el inmueble sobre el techo de la bodega ubicada en Corrales 501, entre Indio y San Nicolás, en el barrio de Jesús María, en La Habana Vieja. “Ayer (por el sábado) fue el arquitecto y dijo que yo para allí no puedo volver más. Van a demoler el piso mío. O sea, el techo de la bodega que está abajo”, señaló por WhatsApp a CiberCuba.
La visita del arquitecto se produjo al día siguiente de que este portal publicara las imágenes del desplome del apartamento de Gretel y de su esposo y su hija acostados sobre una escalera, en la que durmieron hasta que la familia, de cuatro miembros, fue trasladada al puesto de mando del Gobierno, una especie de centro de riesgos.
En ese sitio, explica Gretel a CiberCuba, se reciben todos los reportes de derrumbes. Ella teme que la reubiquen en un albergue y el Estado se quede con su casa, en una zona privilegiada de la capital cubana, declarada Patrimonio de la Humanidad. “No sé qué va a pasar porque estos descarados son capaces de cualquier patraña”, dice.
Ella está decidida a no moverse de donde está porque al ser propietaria de la casa que se derrumbó sólo acepta que le den otra vivienda por la suya. “No voy a perder la propiedad”, recalca.
Gretel tiene dos hijos: una niña de 6 y un adolescente de 14 años, que es alérgico. Ella entiende que está en la situación en la que se encuentra porque las autoridades de La Habana Vieja no atendieron a sus reclamos de ayuda cuando la casa empezó a dar señales de que ya no aguantaba más. “En mayo de 2019 me entrevisté con el gobernador de La Habana, Reinaldo García Zapata, y no hicieron nada en todo este tiempo. Sólo resuelven para ellos”, se queja.
A Gretel le preocupan sus hijos. La niña, que presenció el derrumbe, ha pasado días sin dormir. A su hijo, de 14 años, se le está cayendo el pelo. “Están los dos muy alterados. Tengo que llevarlos al médico a ver qué les mandan. Él no puede tomar cualquier medicamento porque se hincha”.
A ella no le importa que desde el Gobierno la tilden de “conflictiva” por denunciar “el maltrato y atropello” que ha sufrido su familia y la presión psicológica a la que se han visto sometidos sus hijos. “No duermen".
Por eso reniega de ser realojada en un albergue. “No tienen condiciones. Están lejos de hospitales y mi hijo se pone muy mal”, concluye.
La casa de Gretel se derrumbó el pasado 5 de julio a las 3:40 pm. La niña de seis años salía en ese momento por la puerta y salvó la vida de milagro. Su padre quedó atrapado bajo los escombros, pero consiguió salir con vida. Hasta el día 15 de julio, no le dieron los permisos para sacar los cascotes. Los operarios del Gobierno no pasaron a apuntalar la bodega, que está en los bajos de su casa, hasta el 16. En todo ese tiempo, los muebles y equipos electrodomésticos de Gretel durmieron a la intemperie. Les cayó la lluvia encima y perdió televisores, juegos de muebles, armarios y camas.
La suerte de poder contarlo
El derrumbe de la casa de Gretel no es un caso aislado. La semana pasada, una mujer fue rescatada tras desplomarse su casa en El Cerro, cerca de la Esquina de Tejas. Los Bomberos la sacaron con vida de entre los escombros, pero finalmente falleció en el hospital.
A finales de 2016 el Gobierno cubano reconoció un déficit de viviendas en la Isla que rondaba los 880 000 inmuebles. Después de eso vinieron el huracán Irma, en 2017, y el tornado que arrasó La Habana en 2019 por lo que previsiblemente ese déficit ha ido a más.
El ministro de la Construcción, René Mesa Villafaña, hizo en mayo pasado, en la Mesa Redonda, una radiografía de la vivienda en Cuba: hay 122 072 casas con piso de tierra y 9 611 cuarterías. Sin embargo, las previsiones de rehabilitación son poco ambiciosas. Apenas se repararán este año 413 inmuebles y las nuevas construcciones no alcanzarán la cifra de 60.000 en todo el país.
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