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Escrita en 1941, y estrenada entre polémicas siete años después, Electra Garrigó constituyó uno de los grandes hitos del teatro cubano, en tanto inicia, según varios críticos y conocedores como Rine Leal o Raquel Carrió, el verdadero teatro cubano moderno. A pesar de todo, el autor fue severamente criticado por presentar una “insustancial humorada criolla”, y provocar una risa fácil en el espectador a través de la parodia y la sátira.
El propio Virgilio en el prólogo a su Teatro Completo, abunda sobre el carácter del cubano, tan aludido en Electra Garrigó: “el cubano no admite, rechaza, vomita, cualquier imposición de la solemnidad. (…) Se dice que el cubano bromea, hace chistes de lo más sagrado. A primera vista tal contingencia acusaría superficialidad en el carácter de nuestro pueblo. (…) Nosotros somos trágicos y cómicos a la vez”.
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Tercer espectáculo acometido por el entonces nuevo grupo teatral Teatro de La Luna, Electra Garrigó revalidaba, en el año 2000, la importancia artística del teatro escrito por Virgilio Piñera, principalísimo autor teatral en Cuba gracias no solo a Electra Garrigó, sino también a La boda, Aire frío, Dos viejos pánicos, Jesús y Falsa alarma, entre otras.
En la puesta de Raúl Martín el diseño de vestuario y escenografía corre a cargo del director, de la música se encargó Aymée Nuviola, mientras que el elenco estaba integrado por el triángulo protagónico que conformaron Amarilys Núñez (Clitemnestra Plá), Dexter Cápiro (Orestes Garrigó) y Grettel Trujillo (Electra Garrigó). Se sumaban Mario Guerra (Egisto Don), Roberto Gacio (Agamenón Garrigó) y Gilda Bello (Pedagogo).
Esta versión de Electra Garrigó consagró a Amarilys Núñez entre las grandes actrices cubanas gracias, sobre todo, a ese contraste extremo del personaje entre tragedia y sátira. La actriz también le prestó a la Clitemnestra Pla de Virgilio Piñera su belleza y donaire, su natural glamour y distinción, aunque muchas veces la obra los ponga en solfa.
En medio del fervor más o menos trágico proveniente de la Orestiada griega, aparecen situaciones cubanísimas en torno al personaje de Amarilys Núñez, como la sensualidad exacerbada y la vanidad de autoproclamarse como poseedora de sibilinos senos, además de su afición a la fruta bomba o papaya, hasta el punto de que ese será el vehículo para su envenenamiento con un fruto de diez libras.
Amarilys Núñez, antes de llegar a Electra Garrigó, había trabajado con creciente éxito en el teatro. Sobre las tablas su impresionante currículo contaba con varios trabajos para algunos distinguidos directores de escena en Cuba como Carlos A. Cremata (Los balcones de Madrid, Sueño de una noche de verano, Meñique y El Decamerón) y Berta Martínez (Bodas de sangre, La verbena de la paloma, Las leandras, La zapatera prodigiosa).
También antes de interpretar a la perfección el difícil papel de Clitemnestra en Electra Garrigó, Amarilys Núñez intervino en montajes previos de Raúl Martín como Los siervos y La boda, ambas escritas por Virgilio Piñera. Poco después, se consagró otra vez, de la mano de Raúl Martín, como una presencia insoslayable del teatro contemporáneo cubano con la también memorable interpretación de Varilla, en Delirio habanero.
En televisión, Amarilys intervino en las telenovelas Tierra Brava, El eco de las piedras, Destino prohibido, Al compás del son, Oh, La Habana, y Añorado encuentro, entre otras muchas que garantizaron su popularidad entre un público más amplio. El cine la utilizó con menor asiduidad, aunque se recuerdan con agrado sus intervenciones en La pared (2005, Alejandro Gil), Los dioses rotos (2006, Ernesto Daranas) y un papel más importante en Por qué lloran mis amigas (2018, Magda González Grau).
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