La cinta se exhibirá de manera especial hoy en esta institución y luego aguardará hasta el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre Nada de malabarismos formales y respeto absoluto por la tragedia de Iluminada Pacheco y la mala pasada que le juega el azar —en el original teatral de Héctor Quintero— promete Juan Carlos Cremata en su versión de El premio flaco, principal ofrecimiento del ICAIC por el Día de la Cultura Cubana, que se exhibirá de manera especial hoy en la sala Charles Chaplin, y luego aguardará hasta el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre, para arribar a los cines en ese último mes del año. Cremata se siente deudor del teatro de Quintero (se propone llevar a la pantalla, también, Contigo pan y cebolla) y durante años estuvo apasionado por esta comedia triste o tragedia esperpéntica, estudio del comportamiento humano bajo la presión de la penuria material, cuya trama acontece en una sola locación: una barriada pobre donde vive Iluminada, quien halla un regalo del azar que cambia su vida: una balita dentro de un jabón Rina que le confiere una casa nueva. El director confió en eludir la teatralidad inherente al original, aunque también debe decirse que el autor de Oscuros rinocerontes enjaulados, Nada y Viva Cuba confía en las virtudes posibles de un cine teatralizado y de un teatro «cinematizado». Parte de los aciertos indiscutibles de esta versión proceden del trabajo excelente de los intérpretes. La protagonista Rosa Vasconcelos interpreta a Iluminada Pacheco desde una ternura, compasión y dignidad casi épicas. En planos de absoluto dominio escénico, y de sus personajes, están Blanca R. Blanco, Paula Alí y Alina Rodríguez, Luis Alberto García y Carlos Gonzalvo. A la lista de las virtudes hay que añadir la intencionada visualidad retro, ocre, de postal paradójicamente naturalista, creada por Oscar Valdés, y la admirable, tristísima música de Amaury Ramírez (interpretada por la Camerata Romeu). Así, El premio flaco, la película, alcanza la naturalidad y el dramatismo propios del cine, e insuflarle vigencia a la trama mediante el tratamiento de temas como la necesidad de mantener la generosidad y la dignidad inherentes a la condición humana, a pesar de penurias y escaseces, y el reencuentro con cierta espiritualidad que trasciende el apego excesivo a las cosas materiales. Mientras alistaba El premio flaco, cuyo rodaje se resolvió en 23 llamados, cuando hubiera necesitado en términos de producción más «normales» por lo menos dos meses, Cremata descubrió la puesta en escena de Carlos Celdrán a partir de Chamaco, obra teatral de Abel González Melo, que se acerca a ciertos traumas de la familia cubana, y descubre la procacidad y sordidez de la prostitución masculina. Se sintió motivado por lo que llama la presencia de «una tragedia griega en la realidad cubana contemporánea», y así decidió arriesgarse y realizar, al mismo tiempo, ambas películas, la primera pensada en tanto comedia retro, luminosa y medio estática, al estilo de la televisión de los años 50, mientras que la visualidad de Chamaco es más alternativa, complicada y nocturna. Además de El premio flaco, el ICAIC quiso celebrar el Día de la Cultura Cubana con el estreno de una animación para adultos, y de tres documentales realizados por Marina Ochoa. Ayer lunes, en el Charles Chaplin, tuvo su presentación, y muy pronto pasará a las salas de estreno, el cortometraje 20 años, notable animación con el método de stop-motion, dirigida y fotografiada por Bárbaro Joel Ortiz, y que narra la historia de una pareja en el intento por sobrevivir a la rutina de una relación muy larga. Mañana, el multicine Infanta exhibe, por primera vez, los documentales Amor, Las plumas del vuelo del águila y La gracia perpetua, con los testimonios de Cintio Vitier y Fina García Marruz sobre sí mismos, acerca de la presencia del poeta español Juan Ramón Jiménez, y en torno al pensamiento político de este importante intelectual español. La confluencia entre la literatura, el teatro y el cine ofrece la circunstancia idónea para festejar, nuevamente en octubre, el nacimiento de la cultura criolla, afrocaribeña e iberoamericana, insular, espejo manifiesto de nación prodigiosa. Fuente: Juventud Rebelde
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