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De cuantos episodios insólitos ocurren en Cuba, a David le tocó ver uno de los más increíbles. Hace dos semanas fue a la universidad a hacer un examen y únicamente le dieron la hoja en la que estaba impresa la prueba. Si necesitaba más espacio para resolverla, debía poner él las hojas restantes porque allí están “bastante escasas”.
Al estudiante de Ingeniería Industrial, de 24 años, le parece cuando menos inexplicable que un centro educativo de los de mayor prestigio de la isla como es el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (Cujae), tenga una crisis de papel tan grande que “nos exija a los alumnos llevar nuestras propias hojas” para las evaluaciones.
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“No se a dónde vamos a llegar. Da un poco de risa pensar que uno podría hasta suspender un examen por no tener hojas suficientes para contestar las preguntas. A mí me las da mi mamá, que trabaja en una firma extranjera, pero hay muchos alumnos que no tienen esas posibilidades”, lamenta el joven habanero.
Algo parecido le pasa a Claudia, cuyo hijo de seis años ha podido mantenerse asistiendo a clases de pintura en una Casa de la Cultura ubicada al norte de la capital gracias a que ella trabaja por cuenta propia en un negocio de impresión.
“El profesor de dibujo no solo necesita que llevemos colores, crayolas, temperas, sino hojas, muchas hojas en blanco. De eso depende el avance del niño, así que si quiero que siga aprendiendo tengo que buscarle los utensilios”, indica la informática.
Por otro lado, esta madre soltera asegura que “he tenido que buscar las hojas debajo de la tierra para seguir trabajando, pero la situación está fea. Hasta ahora lo que he hecho es subir las tarifas que cobro por imprimir documentos, mas temo que llegue el momento en que no consiga papel ni ‘por la izquierda’ ni mandándolo a buscar al exterior”.
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Casi cuando estaba por acabarse el mes de enero último, a Orlando le informaron que en el 2020 los contribuyentes no recibirán los paquetes fiscales a través del correo postal, como tradicionalmente ocurría, sino que deberían recogerlos personalmente en las dependencias de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), o mediante los gestores, los tenedores de libros o las entidades retenedoras.
A diferencia de lo que ha dado a conocer la versión oficial, la decisión de no entregar los paquetes fiscales impresos no responde solo a la intención de poner en práctica el concepto tan llevado y traído de “informatización de la sociedad”, sino al déficit de papel que existe en el país.
Según argumenta Osmany, propietario de un restaurante en Playa, “en estos tiempos en los que la mayoría de los cubanos siguen sin dominar el acceso a la red de redes, enviar el vector impreso con el correo postal era lo más conveniente porque las computadoras no están al alcance de todos.
“Se niegan a reconocer que el papel está perdido. Podían haber hablado claro desde el principio y confesar que la causa de todo está en que no tienen dónde imprimir”, resalta el pequeño empresario.
A pesar de que las autoridades han insistido en que los documentos pueden mandarse por correo electrónico a quien los solicite o ser descargados de la web www.onat.gob.cu, en palabras de los propios contribuyentes, ni uno ni otro mecanismo funciona de forma adecuada.
El agente de Telecomunicaciones Santiago expresa que “ahora hay que ir a la ONAT a buscar documentos que llegaban por correo, aunque fuera tarde. Debemos dejar de trabajar e inventar maravillas porque el transporte está en candela, hacer la cola en la ONAT, esperar la copia en una memoria flash, luego buscar dónde imprimir los modelos y además pagar por eso.
“¿Quién nos repone el tiempo que perdemos en un trámite burocrático más? Evidentemente no tuvieron en cuenta la cantidad de contribuyentes que se verán afectados por esa medida y la cantidad de cuentapropistas ancianos que tienen que pagar impuestos y no saben ni lo que es un dispositivo USB. Es un verdadero dolor de cabeza”, afirma.
A la vez, la modista Carmen, quien vive en el municipio de Diez de Octubre, subraya que “yo le di 1CUC (peso convertible) a la que me lleva las cuentas para que me recogiera mis papeles y me los trajera impresos. Ella hizo lo mismo con todos sus clientes, pero más de una persona no tiene ese chance”.
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Cuando el médico de su consultorio comunitario la remitió para el policlínico porque no tenía recetas para prescribirle algún medicamento que le aliviara el dolor, Eneida tuvo que aguantar las ganas de llorar.
Con una pasmosa tranquilidad, el doctor le hizo saber a la anciana que le estaban dando solo 10 recetas para el mes porque no había papel para hacerlas y ya las correspondientes a febrero se le habían agotado.
Sin embargo, al arribar al policlínico se encontró con una bienvenida similar. “Lo siento, señora, pero no tengo cómo recetarle ningún analgésico porque no hay recetas por falta de papel”, le dijo el médico de guardia.
De acuerdo con la jubilada de 67 años, “parece que no tenemos suficiente con que el papel sanitario y los medicamentos nos falten la mayor parte del tiempo. Mira tú, ahora ni para mejorarnos la salud aparece un pedacito de hoja”.
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