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Una de las figuras femeninas más importantes del baloncesto cubano, de esas de las que poco o nada se habla, me recibe con una amplia sonrisa en su humilde hogar de Guanabacoa: Sala pequeñita, acogedora; en una de sus esquinas, el altar de la religión afrocubana, tan común entre nuestros deportistas.
Converso con Inocenta Corbea, una excelente defensa de un no menos excelente equipo de las décadas de los 70 y 80, del siglo pasado.
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La salita está repleta de familia; la entrevista se convirtió en un jolgorio y así mismo comenzamos a contar la historia de vida de esta mujer de 65 años nacida en Marianao, al oeste de La Habana.
Inocenta, ¿de tu época a la actual, diferencias; la baja estatura que hoy impera entre las jugadoras, pues incluso las pivots parecen delanteras y hasta defensas? ¿Qué pasa que no aparecen chicas altas y las que lo hacen se van para el voley?
En los años que yo jugaba, y también lustros después, se jugaba con amor, mucho amor, por la camiseta. Veníamos de cunas humildes; para nosotras el deporte lo era todo. No se jugaba igual. Ahora hay otros intereses, lógicos; se conoce más el mundo, el deporte se ha comercializado mucho, hay grandes ganancias.
En cuanto a la estatura, siempre fue importante pero no como ahora; ni en Cuba ni en el planeta era igual.
Y sí, tienes razón: las chicas altas, las pocas altas que aparecen se van para el voley porque en el mundo hay muchísimas voleibolistas cubanas jugando en ligas extranjeras que así buscan y encuentran una mejor vida, lo que pasa menos con el básquet.
Pero más allá de la estatura hay otras cosas más importantes. ¿Dónde están los inter-pre, los juegos inter-secundarias, aquellos topes de barrio tan populares?
A eso, únele la eliminación hace años ya de las tan necesarias pre EIDE, que eran una base especializada que hacía que los muchachos no llegaran sin herramientas técnicas a niveles superiores.
Recuerdo que la eliminación de las pre EIDE fue un tema muy debatido; sencillamente, fue un primer paso hacia el descenso.
Yo dije que no estaba de acuerdo y que en 10 años el deporte cubano no sería el mismo…¡Y así ha sido! ¿O no? ¿Cómo van a quitar la zapata del edificio? Se cae. No hay otra.
Estamos haciendo deporte de laboratorio. Antes criticaban al maestro Eugenio George porque concentraba la calidad de los talentos del país en dos equipos, y ¿ahora?
Ahora se concentran luchadores, judocas, pesistas, balonmanistas porque -si no los subes antes al alto rendimiento- los pierdes. ¿Dónde entrenan, dónde compiten si prácticamente se ha acabado la masividad, si no hay balones, ni nets ni cestos ni porterías ni colchones?
El rostro de la Corbea se enciende. Parece estar decidiendo un partido sobre el tabloncillo. Vamos a bajar la presión. ¿Provienes de una familia de deportistas?
¡Ni uno! Yo pertenezco a una familia numerosa. Mis padres, Juan Damián y Adelfa, que aún vive; somos nueve hermanos, tengo dos hijos y cuatro nietos. Y ninguno fue ni es deportista. Yo rompí el molde con el balón, aunque no comencé por ahí.
¿Siempre te gustó el deporte entonces?
¡Siempre! Practiqué atletismo, voleibol, gimnástica. Imagínate, yo vivía al lado del conocido y lamentablemente abandonado Pontón, de la barriada de Centro Habana. En ese momento, años 60, había una verdadera masividad. En mi caso, yo estudiaba en la Escuela Primaria Bartolomé Massó, de Belascoaín, y jamás jugué el básquet en esas edades. ¿Puedes creerlo?
Me imagino que tu estatura, apenas un metro y 63 centímetros influiría en eso, aunque para la época y la posición de base, no influía tanto.
Pues sí y no. Era que tuve más oportunidades al principio en esas otras disciplinas. Era tan dinámica y agresiva que todos me querían en su deporte. Fue así que llegaron las captaciones para la pirámide del alto rendimiento y un entrenador al que se le conocía por el Trini, me ubicó en la EIDE de Becas, nada menos que en baloncesto. Y así intervine en los quintos Juegos Escolares, año 1968, y quedamos terceras.
¿Nunca te vetaron por la estatura? Te lo digo porque ahora sí se fijan mucho en eso; o sea, pretenden fijarse porque, como ya señalamos, cada vez es más baja la altura en los seleccionados nacionales de deportes colectivos.
¡Muchacha!, en esos tiempos muchas éramos pequeñas. Yo era una ráfaga y todas me pasaban la pelota, además era una experta interceptando balones en la cancha. No sabía nada de la técnica del deporte de las cestas, sólo que había que colar la pelota en el cesto. Puse en práctica mi pasión por el atletismo y corría arriba y abajo el tabloncillo.
Así las cosas me pasaron a la EIDE de Playa que pertenecía a Becas, y me entrenaba el propio Trini, que me captó en el Pontón. Continué progresando y me ascendieron a la EIDE de La Habana. Allí, con el elenco Industriales, nos coronamos campeonas en la sexta edición de los Juegos Nacionales Escolares, con el Trini de director técnico.
Repetimos el triunfo en los séptimos Juegos, pero esta vez con el Habana, de de la profesora Idania Camps.
En 1970, con 16 años, matriculé en la ESPA nacional que también radicaba en Playa, y ahí comencé mi brega con Rigoberto Chávez.
Chávez me enseñó el verdadero ABC del básquet, amén de ser un increíble preparador físico, de los mejores del país. Precisamente esa dura preparación fue determinante en mi posterior desempeño en el tabloncillo, fue la base sobre la que se erigió toda mi carrera.
El profe se montaba en su bicicleta a las seis de la mañana y nos ponía a correr, detrás de él, desde la escuela hasta el Coney Island, era una distancia de unos tres kilómetros, ida y vuelta. Cuando no, el recorrido era hasta la hoy Marina Hemingway (entonces Barlovento). ¡Muy pintoresco todo! pero acabábamos muertas.
Eso sin contar con las intensas sesiones de pesas y el resto de la preparación física acorde al alto rendimiento. Y es que las medallas, los triunfos sólo son el premio a un titánico esfuerzo de atletas, entrenadores, cuerpo médico. ¡Imagínate cuando regresas sin obtener nada cuán doloroso resulta!.
¿Qué recuerdas de tus compañeras? ¿Cómo fueron esos primeros pasos?
¡Uff! Éramos candela: Matilde Charro, Teresa Olivera, María Elena Imelín, Hilda Rosa Lluch, Caridad Suárez, entre otros. Formábamos una muy alegre, combativa selección nacional juvenil, dirigida y formada por Chávez.
Nuestra primera y última presentación internacional fue en el Torneo Centroamericano y del Caribe Universitario en San Juan, Puerto Rico, año 1972; yo tenía 18 años.
¿Cuál fue el resultado?
Ganamos. Yo integré el All Stars como base más destacada del certamen.
¿Siempre base?
Con esta estatura, ¿qué otra cosa podía ser? Aunque a veces me subían a dos, o sea, defensa atacadora porque yo era muy agresiva; ¿no me recuerdas? Yo bajaba, de aro a aro, en segundos. Mi ubicación era según la estrategia del director, pero nunca dejaba de organizar aunque anotara a la vez. Por ejemplo, cuando Matilde Charro estaba en cancha conmigo, ella a veces jugaba de 1 y yo de 2.
De las defensas que Cuba ha tenido, Margarita Skeet, Dalia Henry, la Lupe León y la ardilla Lissette Castillo han estado entre las mejores, según su época, pero la Corbea no queda a la zaga. Realmente daba gusto verle su accionar en el tabloncillo. ¿Cuándo llegas al seleccionado de mayores?
Inmediatamente subo a ese elenco maravilloso dirigido por Manuel "Gallego" Pérez y el búlgaro Iván Todorov. En aquel tiempo las dos selecciones, juveniles y de adultos, en uno y otro sexos, radicaban en la ESPA nacional de Playa, no en Cerro Pelado como ahora. Todos estábamos juntos. De hecho, el baloncesto fue el último deporte en ser trasladado al Cerro Pelado, en 1973. Me mantuve, en el deporte de alto rendimiento, desde el 1972 hasta 1981.
O sea, no tomaste parte en los Juegos Centrocaribeños de la Habana 1982.
Pues no, estaba embarazada, y tener un hijo era mi quimera. No podía dejarla escapar y, tras nacer Raydel, hoy con 37 años, me dediqué en cuerpo y alma a mi familia. Siete años después, tuve a Margarita. Ellos me han dado la continuidad: Mis cuatro nietos.
Háblame de tu paso por la selección nacional.
Del Universitario regional, en Puerto Rico 1972, salimos a recorrer mundo. Estuvimos de gira tres meses por Europa y Asia: China, Italia, Francia, URSS, Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria, Hungría y Polonia.
En 1973, tuvimos dos buenas competencias: Quintas en las Universiadas Mundiales (Moscú) y primeras en los Centroamericanos Universitarios, de Santo Domingo.
En la cita moscovita, donde se reunieron estrellas del baloncesto, tuve un excelente desempeño. Un año después, en los Juegos centrocaribeños de Santo Domingo, también fuimos campeonas. Ahí alterné como base con Matilde Charro. Cuando aquello nos podíamos dar el lujo de intercambiar quintetos completos, entrábamos y salíamos y no bajaba el nivel competitivo.
También en 1973, se desarrolló el Campeonato Mundial en Chile pero me dejan fuera de las 12 porque según los técnicos, yo no defendía. ¿A mí decirme eso cuando yo era un portero defendiendo? A mí me decían el pulpo, por la forma en que robaba balones en el tabloncillo.
¿Te hago una anécdota? ¿Recuerdas a la soviética Yuliana Semionova? ¡Aquella niña de 2 metros 12 centímetros! No podía conmigo y yo le daba por debajo del hombro. Y en medio del juego, como ella no sabía Español ni yo Ruso, me decía por señas que no le robara más balones. Jajajaja.
Siempre fuimos muy buenas amigas; en cualquier competencia nos reuníamos, conversábamos por el añejo idioma de las señas. Ella se admiraba que cómo era posible que yo, tan pequeñita, era capaz de metérmele debajo, robarle la pelota e incluso, lograr encestar. ¡Qué buenos tiempos aquellos! Ella siempre era la máxima anotadora del juego pues como mole al fin, sus compañeras le hacían llegar el balón.
¿Qué recuerdos tienes de los Centrocaribe de 1973?
Los mejores. ¡Éramos una! Teníamos buenas condiciones de entrenamiento, el equipo estaba parejo en cuanto a calidad: Margarita Skeet, Caridad Despaigne, Matilde Charro, Vicenta Salmón, Sonia de la Paz, Martha Reynoso, Virginia Pérez. Bárbara Bécquer, María Moré, Mayté Borrero, Hilda Rosa Lluch y yo.
Veo cuatro pivots sin contar dos aleros pivots, o sea, un equipo relativamente alto, potente debajo del cesto, dominador de remates. ¡Qué bien nos vendrían ahora esas cualidades! Pero, prosigamos tu andar por canchas del orbe.
1975 fue año de Panamericanos pero yo no fui aunque sí jugué muchas Copas Cuba y Habana, donde venían las figuras de los países del entonces campo socialista, eventos que por lo general, ganábamos. Había que ver aquella Ciudad Deportiva repleta; era un espectáculo. ¡Cómo se extraña!
Venían equipos franceses, chinos, soviéticos, nos batíamos de tú por tú, ganábamos y perdíamos con esa élite de jugadoras.
Todavía recuerdo la forma en que arrasamos en los Centroamericanos y del Caribe de Medellín, Colombia 1978. Al principio México y República Dominicana trataban de hacernos resistencia pero éramos mucho para ellas.
¿Y qué te puedo contar de los Panamericanos de San Juan 1979? Fuimos campeonas continentales derrotando al fuerte elenco estadounidense, por primera vez en la historia de esas lides. Ha sido lo más grande de mi carrera: romperle la hegemonía a un país que posee un baloncesto extraordinario, con las ligas NBC y WNBC, donde se reúnen las estrellas del mundo en uno y otro sexos.
¿Cómo se desarrolló ese partido? ¿Qué táctica se empleó?
Individualmente, ese fue el juego de mi vida: ¡Yo acabé! Se estableció y pudo mantenerse la táctica de 5 y 5 jugadoras sobre la cancha, cambio de equipo completo y eso, creo, confundió a las rivales. Yo jugué 30 minutos y estuve todo el tiempo repartiendo pelotas. En los cambios, la otra base, Matilde Charro sustituyó a María Moré y a mí me mantenía cuando cambiaban los quintetos, claro con minutos de descanso. Es algo imborrable.
En 1979 también se desarrollaron los Juegos Mundiales Universitarios en México.
Fíjate si teníamos nivel mundial que le jugamos de tú por tú nuevamente a Estados Unidos y perdimos en la raya. O sea, logramos la plata. 1979 fue un año grande para mí. En esas Universiadas, para llegar a la final, tuvimos que derrotar al súper favorito URSS. ¿Te das cuenta del nivel de nuestro equipo?
Estaba yo trabajado en la radio cuando aquel renombrado pre olímpico de Varna, Bulgaria en 1980, donde los pases y canastas se convirtieron en jabs y ganchos.
No, no tanto. De haber sido varones, quizás. Estábamos enfrentando al conjunto local, el búlgaro, y su defensa (no recuerdo su nombre), muchacha mucho más alta que yo, me golpeaba constantemente en el estómago. Yo , por señas, porque si no sabía ruso mucho menos búlgaro, le decía que no me diera más, que no me lastimara.
¿Y el árbitro?
Chica ¡nunca veía nada!. Pero, donde las dan las toman, y en un rebote cae debajo de mí, y yo le puse el codo en su garganta. Cuando aquella grande se levantó y me fue para arriba, mis compañeras pivots y delanteras, altas todas, se le enfrentaron. Mientras, yo, permanecí tranquila, pues me habían sentado en la banca, para evitar males mayores.
Intervinieron la policía, los jueces, los DTs; pero, bueno, de ahí no pasó. Al final ganamos y clasificamos para los Juegos Olímpicos de Moscú (1980).
Muy ajetreado estuvo para el seleccionado femenino de baloncesto cubano ese 1980.
¡Y dilo! Comenzamos con un entrenamiento de altura en México, en el CDOM de la capital azteca. Nos asesoró un mexicano, Constancio Córdova, quien sólo nos mandaba a correr. Yo, a tantos años de aquello, creo que fue erróneo haber ido allí; perdimos mucho tiempo. Nuestra preparación de fuerza era mejor que aquella corredera (¡y eso que a mí me encantaba correr!).
Después, y tras unos días en Cuba, fuimos a Corea del Norte. ¡Niña! Ahí hasta gato nos dieron de alimentación, del tiro ninguna comía carne por si acaso. Jajajajaja. Fue la primera vez en toda mi carrera que logré mi peso ideal. ¡Ni acordarme quiero de aquello!
Concluimos la preparación con la tradicional gira por la Europa del Este, que nos sirvió de antesala a los Juegos Olímpicos.
Por cierto, camino a Moscú, el avión sufre una rotura y tuvimos que pernoctar en un hotel 5 estrellas en Escocia, en el cual en aquel lejano 1980, tú encendías la luz y a la par lo hacía la tele, el aire acondicionado, la luz del baño. ¿Para qué? Nosotras nos mirábamos como si estuviéramos viendo una película de ciencia ficción. ¡Qué risa! A eso, únele, los gaiteros con sus tradicionales sayas y gaitas. Todo nos agradó tanto que deseábamos que el avión demorara en repararse.
Muchos especialistas vaticinaban una medalla para las cubanitas en Moscú, sobre todo teniendo en cuanta la ausencia del elenco estadounidense. No fue así ¿piensas que hayan sobre entrenado?
Fácilmente se podía haber alcanzado el tercer lugar, pero caer ante Bulgaria y la URSS en dos partidos decisivos nos dejó fuera de toda opción. Y sí, creo que hubo un sobre entrenamiento. Con anterioridad, le habíamos ganado sin problema a las balcánicas. Al final fuimos quintas. Quedó una lección: Lo poco es malo, lo mucho también.
Y como ya dijiste antes, decides retirarte del deporte activo a los 27 años, en plena madurez para una jugadora de básquet, por salir embarazada. ¿Qué hiciste entonces?
Muchas cosas, todas vinculadas con mi amado baloncesto; ahora soy profesora de Educación Física en la Secundaria Básica Jesús Lancha Coneja, de Guanabacoa, muy cerca de mi casa por lo que el engorroso problema del transporte no existe para mí, al menos para ir a trabajar.
He estado de misión en México como entrenadora los años 1996 y 1997, y por cuenta propia en Chile durante 1999 y 2000. También he laborado en las sedes universitarias de La Habana del Este y Guanabacoa, impartiendo técnica del básquet y fundamentos biológicos del ejercicio físico.
He tenido alumnos prominentes como el campeón olímpico Dayron Robles, las mundiales Yargelis Savigne y Yarisley Silva, el ciclista Arnold Arcolea.
Y también estuviste, como profesora, en la Escuela de Oficios.
Fue un trabajo muy bonito, porque precisamente allí van jóvenes que no les gusta estudiar, muchas veces con problemas en sus hogares y tienes la posibilidad de reconducirlos, de hacer de ellos personas de bien. Yo siempre estaba hablando con ellos; hoy día me encuentro a muchos que me agradecen mis consejos. Mira ¡qué función más linda! fuera de explicar qué es una pantalla, un donqueo o cómo se intercepta un balón.
Otra labor que he desempeñado con mucho amor fue dirigir el centro deportivo Quintín Banderas, de Guanabo, entre 1986 y 1995. Ahí se enseña mucho…¡y se aprende mucho también!
No puedo acabar esta entrevista sin que me digas tu quinteto femenino favorito del baloncesto cubano.
Difícil, pero -te soy sincera- me voy a inclinar por las de mi tiempo, sin que nadie se ponga bravo. Base: Matilde Charro, defensa atacadora Margarita Skeet, delantera: Martha Reynoso, centros: Caridad Despaigne y Doña Leonor Borrell. DT: el "Gallego" Pérez.
La familia de Inocencia, reunida en su pequeña salita, se queda silenciosa, y es que la excelente ex defensa de nuestro equipo nacional de básquet, pierde su mirada en el cielo de aquella soleada mañana. Añoranza, alegrías y tristezas, amor por su deporte se plasman cual divino maquillaje en su rostro.
Sí, he vivido mucho y lo doy por bien vivido, tratando siempre de hacer el bien, servir al prójimo, ayudar al que más lo necesite. La vida de una deportista no puede ser sólo deportes. ¿Es verdad o no? Mi familia, mis hijos, nietos, mi mamá, mi amor por Roberto el ingeniero jajajajaja son mi vida; por ellos y mis alumnos veo con optimismo cada despertar.
Realmente ha sido un placer conversar con esta muy humilde mujer cuya grandeza interior rompe fronteras. Algo que no me dijo pero sé que piensa es por qué el olvido, por qué figuras como ella no son un poquito más reconocidas por la afición nacional.
Trataré de seguir encontrando atletas que como Inocenta Corbea, son desconocidos por muchos, a pesar de haberle entregado parte de los mejores años de su vida al deporte cubano.
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