Respuesta a Eduardo del Llano: No se puede minimizar la muerte de tres niñas

No hay nada, absolutamente nada en este mundo, que sea más importante que el hecho de que esas tres niñas perdieron la vida por negligencia de instituciones estatales.

Tributo popular a las tres niñas fallecidas en La Habana Vieja. Foto © Mónica Baró Sánchez

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Este artículo es de hace 4 años

En este minuto, en el que casi acaban de ser enterrados los cuerpos destrozados de tres niñas que murieron por el derrumbe de un balcón, que nunca debió derrumbarse encima de ellas si las instituciones estatales hubieran hecho su trabajo, nada más que eso, porque nadie les pide que venzan el bloqueo sino que hagan su trabajo, no hay nada, absolutamente nada en este mundo, que sea más importante que el hecho de que esas tres niñas perdieron la vida por negligencia de instituciones estatales.

Tres niñas, dos de las cuales eran negras, hay que decirlo, porque no es casual que en los barrios más pobres, donde peores son las viviendas y mayores los riesgos de derrumbes, habiten principalmente poblaciones negras.


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Cualquier hecho que se utilice para comparar la tragedia nacional, la vergüenza nacional, de la muerte de esas tres niñas y, seguido, muy sutilmente, disminuir la gravedad del hecho de que estén muertas por negligencia, es una falta de respeto descomunal hacia esas madres que recién enterraron a sus hijitas.

No es el momento, como recién acabo de escuchar al realizador Eduardo del Llano en un video, de decir que si en Nueva York ocurrió un derrumbe, que si en tal lugar pasó esto otro, que por qué no reaccionamos contra tal cosa, que si Trump.

Establecer esas comparaciones para cuestionar la legitimidad del dolor y de la indignación de miles de cubanas y cubanos, de madres, abuelas, tías, padres, abuelos, tíos, expresa una insensibilidad mayúscula.

Equivale a reprochar: “qué hacen ustedes lamentando las muertes de esas tres niñas y no el Coronavirus, esas muertes de esas tres niñas no son tan graves en comparación con las muertes de, no sé, las niñas en África que mueren de hambre”.

Y bueno, si la intención es minimizar la relevancia del hecho, siempre se puede comparar con el Holocausto o con la propia esclavización de poblaciones africanas de la que seguro esas niñas provenían. Porque comparar la muerte de Rocío, María Karla y Lisnavy con tragedias con más víctimas fatales, o de otros países, es intentar minimizar sus muertes, su gravedad, y todas las reacciones que ha habido. Y es irrespetuoso.

Nada es más importante ahora que el hecho de que están muertas y que sus muertes pudieron evitarse y que los responsables necesitan asumir las consecuencias de sus actos. Este no es el momento de decir “ay pero la ciudad no está tan mala”, o “ay pero en Estados Unidos también ocurren derrumbes”.

Miradas ante la tragedia. Foto: Mónica Baró Sánchez.

No. No lo es. No se puede minimizar ni relativizar de ninguna manera la gravedad de la muerte de esas tres niñas, ni las reacciones a sus muertes, ni la preocupación de que vuelva a ocurrir por el estado calamitoso en que se encuentra La Habana. Aquí no valen los “qué pena sus muertes pero...” Aquí solo vale “qué pena sus muertes”. Y punto final.

Si quieres hablar de lo injusto que es el capitalismo y los derrumbes en la Conchinchina, hazlo sin empezar por las tres niñas muertas de La Habana Vieja. Hazlo en otro momento. Tres niñas murieron en La Habana Vieja el 27 de enero porque hubo personas que no hicieron su trabajo y nada es más importante que eso.

En La Habana hay, según datos de 2016, 34 400 familias en viviendas que suponen un peligro para la vida y nada es más importante que eso. En los consejos populares de Centro Habana, en 2016, había 14.277 personas habitando en 459 inhabitables irreparables, que deben en su mayoría seguir en esos mismos inmuebles, y nada es más importante que eso. Solo en Los Sitios había registrados 91 inhabitables irreparables, en los cuales residían 3.841 personas: 1.879 mujeres, 1.140 hombres y 822 niñas y niños.

En Cuba, en 2017, se reportó un déficit de unas 883 mil viviendas, y en La Habana, un déficit de casi 207 mil, y nada es más importante que eso.

Si algo podemos hacer por Rocío, María Karla y Lisnavy es no dejar de denunciar los problemas con la vivienda y las amenazas que abundan en la ciudad para quienes la caminan, pero, sobre todo, para quienes habitan en los barrios donde esas amenazas se encuentran y para quienes viven en viviendas que son amenazas.

Mónica Baró Sánchez es una periodista cubana, residente en La Habana. Ganadora del Premio Gabo 2019, que reconoce las mejores creaciones del periodismo iberoamericano. El diario español El País la seleccionó entre las 10 personas más destacadas en América Latina en 2019.

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