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En estos días que tanto han dado que hablar los balcones de La Habana hemos encontrado esta foto evocadora, caminando las calles de la vieja ciudad.
La imagen de las sábanas blancas ondeando en los balcones de la capital cubana la inmortalizó Gerardo Alfonso en su canción dedicada al programa Andar La Habana, en que el historiador Eusebio Leal recorría la ciudad y develaba los misterios ocultos tras cada paisaje.
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Era un programa narrado a una cadencia que hoy sería inadmisible en cualquier cadena de televisión mundial. Su objetivo no era impactar al televidente con grandes paisajes o majestuosas edificaciones, sino mostrar que hay una historia tras cada piedra en La Habana.
Me atrevería a asegurar que pocas personas conservan detalles de algún capítulo de Andar La Habana, cosa que es una verdadera pena. Sin embargo, todos conocen la canción tema de su presentación que no invita a recordar un dato histórico, sino una visión cotidiana en la ciudad.
Sábanas blancas fue compuesta en 1992, durante uno de los períodos más “especiales” de la historia reciente de Cuba. Es una posible despedida que evoca el dolor de vivir La Habana en la distancia.
"Habana, si mis ojos te abandonaran...
Si la vida me desterrara a un rincón de la tierra
Yo te juro que voy a morirme de amor y de ganas
De andar tus calles, tus barrios y tus lugares..."
Ese es el camino de miles de cubanos cada año, desde 1959. Pongo esta fecha no porque antes no hubiéramos emigrado, sino porque lo hacíamos con la naturalidad de quien busca un futuro mejor y no con el dolor de quien no puede volver a su seno natal como ha ocurrido durante los años de Revolución.
Nos hemos ido tantos cubanos que la gente suele bromear en Cuba con aquello de “¡que el último apague el Morro!” o con la célebre pregunta “¿oye si somos menos por qué no nos toca más por la libreta?”. Todo parece cómico hasta que otro amigo se larga u otro hijo se va.
La soledad te devuelve a lo cotidiano, te martiriza hablándote al oído de otro mundo posible mientras sacudes los últimos gramos de detergente. Las madres lavan sus sábanas y las tienden al sol. La Habana vive otro día de aplastante paz, mientras las telas ondean en sus balcones.
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