Franco se portó muy bien con nosotros, no se plegó a Estados Unidos, actuó con testarudez gallega
Fidel Castro Ruz
El socialista obrero español Pedro Sánchez, presidente en funciones del Gobierno de España, acaba de protagonizar la primera parte de un drama en dos actos que confirma su incoherencia política y su relativismo moral, teñido de electoralismo para intentar despistar a propios y ajenos.
Sánchez ha consumado una operación de marketing político exhumando la momia del dictador Francisco Franco Bahamonde del Valle de los Caídos y llevándola en helicóptero hasta un cementerio madrileño donde reposaban los restos de la que fue su viuda.
El gesto de Sánchez persigue dos objetivos: intentar tapar los malos resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA), que muestran el parón económico y el aumento del desempleo en España, que lleva bloqueada política y administrativamente paralizada desde la moción de censura contra Mariano Rajoy, en junio de 2018; e intentar robarle parte del electorado a Unidas Podemos, que es otro acto fallido de la izquierda residual española.
El oportunismo es inherente a una manera de entender y hacer política basada en el marketing cortoplacista que –en este caso– se escuda en que el calculado resultado a obtener justifique las formas empleadas. Por tanto, los familiares de las víctimas de Franco enterradas en cunetas y fosas comunes, muchas de ellas sin identificar, deberán seguir esperando para poder enterrar dignamente a sus muertos antifascistas.
Una vez desenterrado y vuelto a enterrar Franco lo coherente sería evitar cualquier contacto con dictaduras. Pero Sánchez, que ayer improvisó un mitin a las tres de la tarde para usar el noticiero de las cadenas públicas y privadas como trampolín electoral y luego se fue a un cementerio madrileño a poner flores a trece jóvenes socialistas fusiladas por el franquismo; ha impuesto a los Reyes de España una visita a Cuba el mes que viene.
La amoralidad política y la ausencia de ética presiden al presidente del Gobierno español que se aupó a Moncloa con el apoyo de partidos de derecha como el PNV y JxCat y de izquierda como Podemos, Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Cataluña. Un auténtico milagro para la politología.
¿Cuál Pedro Sánchez es menos increíble: el desenterrador de Franco o el cómplice de la dictadura tardocastrista? Lógicamente, Moncloa venderá la visita a Cuba como un “acompañamiento” a la isla, donde actúa con desprecio hacia la oposición anticastrista y hacia el pueblo cubano, que es la principal víctima de la casta verde oliva.
Que el Gobierno español defienda los intereses de empresas españoles en Cuba es entendible, entre otras razones, porque muchas de ellas usan el sistema de créditos oficiales para inversión en “países en desarrollo” y los seguros estatales a las exportaciones. Incluso, es comprensible que intente desmarcarse de la política de Donald Trump hacia Cuba.
¿Qué ocurre realmente? pues que Sánchez –como activo militante de la IV Internacional de la izquierda transversal– vive cómodamente la incoherencia de oponerse a los dictadores de derecha y premiar a los sátrapas zurdos, con el agravante de que pretende vender burras aspiadas, introduciendo el matiz de que los Reyes de España homologuen el tardocastrismo, pero no aparezcan junto a Daniel Ortega y Nicolás Maduro que –en sus parlamentos– tienen oposición; mientras La Habana lapida civilmente a sus oponentes.
La isla fue el único país iberoamericano que decretó tres días de duelo oficial por la muerte del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, que amonestó al embajador español en La Habana, Juan Pablo Lojendio, advirtiendo: con Cuba todo menos romper.
Los cubanos estamos ante una oportunidad histórica para comprender de una vez que de España debemos esperar poco o nada frente al tardocastrismo; pues al oportunismo de Sánchez, se ha sumado –extrañamente– VOX, un partido derechista de reciente aparición, que ayer se descolgó con una declaración de su Secretario General diciendo que el viaje de los Reyes a Cuba no es un apoyo al régimen verde oliva, sino al pueblo cubano. ¡Cosas veredes, Sancho!
Al menos nos queda el consuelo de saber que desenterrar y enterrar dictadores, cambiándolo de sitio, es relativamente fácil; siempre que el acto esté aderezado de formalidad y televisión. Más complicado será eliminar el castrismo residual en la sociedad cubana, incluidos el exilio y la emigración, donde discrepar sigue siendo mal visto.
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