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A veces las cosas más comunes son aquellas en las que no ponemos atención. La Plaza de la Catedral de La Habana, por ejemplo, pareciera que siempre estuvo allí. ¿Quién se atrevería a decir que una vez fue un lodazal, pestilente e insalubre?
El Callejón del Chorro
La famosa Plaza de la Catedral de La Habana hoy es un área sólida, limpia, turística y fotografiable, pero una vez fue otra cosa. En el siglo XVI este terreno era pantanoso y, por ello, conocido popularmente como la Plaza de la Ciénaga.
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Se construyó en ella un gran aljibe en 1587 que se nutría de manantiales de la zona. En el año 1592 llegó hasta allí el agua potable. La Zanja Real, primer acueducto de La Habana, condujo el preciado recurso desde el río La Chorrera (Almendares) hasta el Callejón del Chorro.
La ciudad que crece
Sin embargo, todo esfuerzo era insuficiente para el abasto de agua en La Habana porque la población crecía. Encima el líquido no era de calidad óptima y se estancaba en algunas zonas de la calle dando un olor desagradable.
La plaza se inundaba, pero a la vez estaba concurrida porque diversificaba su uso ampliando las actividades de marinería que la llevaron a tener el primer astillero de la ciudad.
En el año 1700 Don Diego Evelino de Compostela adquirió uno de los terrenos para establecer un colegio jesuita. Aunque había prohibición de construir en aquella plaza, los religiosos se empeñaron en hacer allí su oratorio.
Entre una discusión y otra pasaba el tiempo. Los jesuitas consiguieron poner la primera piedra en 1748, pero unos años después fueron expulsados de España. En 1778, el que otrora fuera su Colegio de San Ignacio, se convirtió por orden del Obispo Felipe José de Trespalacios, en los cimientos de lo que sería la Catedral de La Habana, dedicada a la Purísima Concepción.
La Catedral le cambió el nombre a la plaza
Se comenzó a construir entonces una catedral de estilo barroco. Posee dos torres de campanarios, tres naves y ocho capillas laterales. El piso es de mármol blanco y negro. Los trabajos de orfebrería y las esculturas datan de fecha más reciente y fueron hechos en Roma.
El siglo XVIII fue determinante en la conformación de este paisaje. Según crecía la catedral las construcciones en la plaza fueron perfilándose hasta conseguir la unidad paisajística que podemos disfrutar hoy.
Familias poderosas cubanas apostaron por esta plaza
Aquí se encuentran edificaciones de importancia para el patrimonio cultural cubano entre las que se destacan: el Palacio del Marqués de Arcos, la casa de los condes de Casa Bayona y el palacete del Marqués de Aguas Claras.
Los residentes en esta zona de La Habana no se rindieron, no dejaron este pedazo de tierra olvidado entre pantanos. Indagaron, construyeron y se afianzaron. Modificaron el paisaje y levantaron una historia que merece ser contada para las generaciones futuras.
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