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La Ciénaga de Zapata (surcentro de Cuba) protagonizó uno de los primeros planes megalomaníacos de Fidel Castro Ruz; que se empeñó en desecarla para convertirla en el granero regional y reserva arrocera de la isla para lo que movilizó recursos humanos y materiales, incluidos expertos holandeses, franceses y soviéticos.
La idea no era original del comandante en jefe, como hicieron ver entonces y durante años, los guatacas que le rodeaban.
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La primera propuesta de desecación de la Ciénaga de Zapata fue del Ingeniero Juan Antonio Cosculluela Barreras que escribió un libro sobre su experiencia en la zona durante cuatro años de investigación.
Las fuentes consultadas no aclaran cómo conoció Castro el texto de Cosculluela, pero coinciden en señalar la similitud en el método de desecación propuesto por el entonces Primer Ministro y el experto: pretendían crear canales artificiales de drenaje para facilitar la evacuación de las tierras anegadas y poder aprovecharlas como tierras de cultivo.
El propósito de Cosculluela obedecía a la pobreza generalizada que observó en la Ciénaga de Zapata, en las primeras décadas del siglo XX, tras haber tenido una notable actividad ganadera hasta las postrimería del siglo XIX.
Castro conoció la zona en marzo de 1959, y en julio de ese año lanzó su atrevido plan de desecar 61 mil hectáreas para cosechar arroz
Castro conoció la zona en marzo de 1959, y en julio de ese año lanzó su atrevido plan de desecar 61 mil hectáreas para cosechar arroz; propuesta que matizó con su consabida pasión por los récords, anunciando que sería granero de las Américas y reserva arrocera de Cuba. ¡Casi na'!
La propuesta era insensata desde todo punto de vista, pues Cuba poseía tres grandes cuencas arroceras eficaces y productivas: Bayamo, Pinar del Río y Sur del Jíbaro (Sancti Spíritus) -hoy prácticamente arruinadas- e implicaba el destrozo medioambiental del mayor humedal del Caribe sur, donde habita la cuarta parte de las especies animales autóctonas del archipiélago cubano.
El entonces Primer Ministro encargó el plan a su Ministro de Obras Públicas, Manuel Ray, un ingeniero militante del Movimiento 26 de julio, en su estructura de la resistencia clandestina urbana. Ray reunió a un grupo de expertos que, tras un estudio riguroso, concluyó que era inviable y alertó del atentado ecológico que significaría en una zona de relevancia natural.
Un grupo de expertos concluyó que era inviable y alertó del atentado ecológico que significaría en una zona de relevancia natural
Ray alertó a Fidel Castro que la disminución del caudal de agua, elevaría el riesgo de incendio por autocombustión, debido a la lógica elevación de la temperatura de la tierra y a las peculiaridades del clima cubano, que tiene una estación lluviosa y otra seca y soporta altas temperaturas durante todo el año.
Castro se enfadó y tiró a la basura las conclusiones del equipo formado por Ray, tildándolo de “pesimista y poco serio”, recuerda Carlos Franqui. Y ordenó comenzar la desecación de inmediato, es decir, en la primavera de 1959 y ordenó a Antonio Núñez Jiménez y a su entonces embajador en Francia, Baudilio “Bilito” Castellanos que buscaran expertos extranjeros.
El desplante castrista era el habitual cuando le llevaban la contraria en sus propósitos, pero también fue el primer gesto inamistoso hacia el grupo socialdemócrata del gobierno revolucionario, que meses después fue sacrificado a favor del desembarco de militantes del PSP, que sustituyeron a Elena Mederos, Manuel Ray, Faustino Pérez y a Felipe Pazos como presidente del Banco Nacional, para el que designaron a Che Guevara.
Tras dos meses de trabajo intenso en la Ciénega, los técnicos extranjeros llegaron a la conclusión de que no solo era indesecable, sino que estaban cometiendo un atentado medioambiental de graves consecuencias para el ecosistema cubano y pararon las obras de canalización y comunicaron el fin de su estancia para desespero de Castellanos y Núñez Jiménez dispuestos a desecar el Mar Caribe si su jefe lo pedía.
Tras dos meses de trabajo intenso en la Ciénega, los técnicos extranjeros llegaron a la conclusión de que no solo era indesecable, sino que estaban cometiendo un atentado medioambiental
Por supuesto, que nunca hubo disculpas oficiales a los expertos convocados por Ray y el comandante en jefe se concentró entonces en vivir en la Ciénega durante un tiempo, liderando un plan de mejoras de infraestructuras que mejoró la calidad de vida de sus pobladores, aunque de su propuesta original solo sobrevivió un criadero de cocodrilos, pues el de venados nunca prosperó y la aldea taína es un pastiche tarzanesco que se inventó una arquitectura inexistente entre los aborígenes cubanos.
La invasión de Playa Girón, aceleró los planes gubernamentales en favor de los pobladores de Zapata, que contaron con escuelas, policlínicos y postas médicas, como ocurrió en toda la isla, y que ahora reciben el impacto del llamado turismo de naturaleza que admira el magnífico humedal de Zapata, milagrosamente salvado por la honestidad de aquellos técnicos extranjeros y cubanos y el civismo y amor a Cuba de Manolo Ray frente al servilismo de Núñez Jiménez y Baudilio Castellanos.
Quienes parecen tenerlo claro de siempre son algunos de los pobladores de Zapata, quienes durante una visita de la prensa extranjera a fines de los años 80 del siglo pasado, y ante la muela de un funcionario del aparato provincial del partido comunista, uno de ellos interrumpió al funcionario y le soltó: "sí, nosotros le hemos entendido, lo que usted quiere es que le contemos a los periodistas cómo se vivía en la otra dictadura…"
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