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La antigua Quinta Santa Bárbara, ubicada en el municipio capitalino La Lisa, y hoy sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, fue declarada Monumento Nacional de la República de Cuba en acto solemne efectuado en el lugar, al que asistió Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura.
Gladis Collazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y de la Comisión Nacional de Monumentos dio lectura a la Resolución que acredita la proclamación de Monumento Nacional del inmueble.
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La Quinta Santa Bárbara fue construida en 1929, de estilo neocolonial con rasgos eclécticos, es una sólida edificación de dos niveles rodeada por un exuberante jardín tropical, y por esculturas que remarcan el carácter exclusivo y lujoso de este tipo de quintas que proliferaron en La Habana.
La vivienda principal consta de un cuerpo central con amplio portal de arcadas de medio punto en la fachada principal. Posee dos alas laterales y todo el conjunto está coronado con techumbre de tejas criollas.
La Casa fue inaugurada oficialmente en 1939, con la bendición del Padre José Luis de Santa Teresa, de la Orden de los Carmelitas del Vedado. Fue el regalo de bodas de su arquitecto, Felipe Gardyn, a su prometida Flor Loynaz Muñoz.
Flor era una de los cuatro hijos del Mayor General del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo, y fue educada junto con sus hermanos en la mansión del Vedado que poseía la familia en La Habana. Flor participó directamente en el diseño de la Quinta, como se percibe en los motivos florales de los mosaicos pintados a mano que cubren el piso de la alcoba principal, entre otros detalles.
La Quinta fue locación en 1978 del rodaje de Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea, pero la mansión continuaba en decadencia. En 1985, a la muerte de Flor, la casa se vuelve a sumir en el abandono hasta que la descubre Gabriel García Márquez, y la elige como sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, inaugurada el 4 de diciembre de 1986.
El ICAIC debió asumir la reconstrucción de la Quinta, luego de que el Estado cubano comprara la casa a su dueña, Dulce María Loynaz, quien la había recibido como herencia a la muerte de su hermana Flor, y vivía recluida en su mansión del Vedado desde principios de la Revolución.
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