A pesar de que la prensa oficialista ha intentado promocionar con bombo y platillos la reapertura este martes de la heladería Coppelia, no pocos habaneros se preguntan si durante el proceso de reanimación que recibió la instalación por el aniversario 500 de la capital también se renovó el trato que ofrece al público.
Si bien las autoridades de La Habana anunciaron que la llamada catedral del helado, situada en el Vedado, “quedó en óptimas condiciones y con una imagen renovada”, y reconocieron que “lo más importante a partir de ahora son los recursos humanos, sus trabajadores, convocados a brindar al pueblo el mejor de los servicios”, la población se preocupa por saber cuánto habrá cambiado el lugar realmente.
Según indica Idania, vecina de la calle 23 del Vedado, donde se encuentra la heladería, “una de las escenas más tristes de la reparación de Coppelia fue ver cómo rompían las aceras hermosas que había a su alrededor. ¿Nadie pudo decirles a los constructores que estaban acabando con obras de grandes artistas de la plástica cubana? ¿Nadie les recordó que eran parte de la cultura de la ciudad? Es una pena y una irresponsabilidad que destruyan zonas tan emblemáticas y luego hablen de conservar la memoria histórica.
“A ver qué tiempo se mantiene la tan llevada y traída renovación. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? ¿Quién controlará el robo de helado si hasta de la fábrica se lo llevan? ¿Quién reprimirá todas las actitudes antisociales? Esa tarea lleva nombre, apellidos y cargos. Me imagino que las boleras hayan sido transformadas a ver si en lo adelante las bolas tienen el tamaño justo y aparecen los dulces y los refrescos para acompañar el helado.
Me imagino que las boleras hayan sido transformadas a ver si en lo adelante las bolas tienen el tamaño justo y aparecen los dulces y los refrescos para acompañar el helado
“Hace falta que se acabe el relajo con las colas. Sean dentro o afuera de la instalación, que se respete el orden y que uno no tenga que sentarse con desconocidos por tal de que no queden espacios vacíos en las mesas. No siempre son personas educadas las que se sientan al lado de uno y hay que tener en cuenta que la mayoría de los trabajadores cubanos van al Coppelia ‘de paseo’ porque es el único lugar en el que pueden comprarle helado a sus hijos. Es preferible esperar más para entrar que sentarse con desconocidos obligatoriamente”, afirma la dentista.
A tenor con lo que explica un usuario de Cubadebate, “no solo las rompieron (las aceras), sino que lo que hicieron para rellenar es una chapucería. Todo desnivelado. Solo hay que ver lo como rellenaron cuando pusieron el poste de electricidad en 21 y L. Además de las chapucerías al pintar las cercas, que pintaron hasta las plantas. Por cierto, nada hicieron para evitar el fanguero que se arma por la calle 21 cuando llueve y toda la tierra va a parar a la acera. Al parecer todo muy bonito por dentro, pero por fuera ‘la vida sigue igual’”.
Desde la óptica del arquitecto Carlos Jesús, de 57 años, “Coppelia nunca volverá a ser lo que fue antes de 1990 a no ser que pase a manos de una empresa privada. No es la primera vez que se repara esta instalación y a los dos meses no queda de ella ni la sombra. Ya ni pasear por dentro de ella se puede a no ser que vayas a tomar helado y eso antes era una tradición. Lo más importante es garantizar la cantidad y calidad de helado necesaria para satisfacer al pueblo y eso es imposible si no para la malversación de fondos y los desvíos.
No es la primera vez que se repara esta instalación y a los dos meses no queda de ella ni la sombra
“Ojalá volviéramos a ver las bolas de helados redonditas y las dulceras de cristal y no hechas con un plástico horrible, pero sé que pronto volverá a hablarse mal del Coppelia en cada esquina. El que quiera ir que vaya en el transcurso del próximo mes porque el buen servicio allí durará lo que un merengue en la puerta del colegio. Como cubano nacido y criado en La Habana he sido testigo de la devaluación material y moral que ha sufrido esta urbe y sé que no cambiará sin que sea otra la mentalidad y no la de ‘la búsqueda’ o ‘el invento’.
“Está bien que se vea bonito el lugar y que el ambiente sea agradable, pero lo que más le preocupa al cliente es que no le escupan el helado que se va a tomar si protesta por la cantidad que le echaron mientras las tinas y los galones salen revendidos ‘por detrás’. Ni un sistema de cámaras de vigilancia podría aguantar a la mafia que hay allí dentro de llevarse ‘por la izquierda’ todo lo que pueda”, agrega.
Sin dudas, asevera María Julia, de 45 años, será Coppelia como la escobita nueva que siempre barre bien. “Dentro de poco habrá una cola infinita, un solo sabor, mesas sucias y compartidas y mucho maltrato. El mesero volverá a ponerte delante un sabor que ni pediste y no podrás ni quejarte para que no tomen represalia contigo. Además, ni justo antes de abrir parecía que lo hubiesen reparado. Si eso pasa con la fachada, ¿qué quedará para los baños?
“En la calle se respira mucho pesimismo en torno a la noticia porque ya nos hemos decepcionado antes. No es la primera vez que prometen un cambio y luego se burlan de él. Es una lástima que sea la heladería que está más alcance del bolsillo. Los malos hábitos no cambian de un día para otro y esta instalación hace décadas que no sabe lo que es funcionar correctamente”, apunta.
Los malos hábitos no cambian de un día para otro y esta instalación hace décadas que no sabe lo que es funcionar correctamente
De acuerdo con Efraín, propietario de una cafetería en la que vende helado “casero”, sería muy iluso pensar que realmente Coppelia quedará en óptimas condiciones. “Es una vieja con colorete. Un lugar no se renueva por pintarle las paredes y colgarle cuadros. Seguimos botando dinero en inversiones que no llevan a ninguna parte. Es como echar algo en un saco sin fondo. Coppelia volverá a ser el espacio al que, por mucho calor, hambre o sed que haya en la calle, la gente no querrá ni entrar”.
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