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Hace poco menos de 48 horas, Mailén Díaz nos puso la carne de gallina con un post lacónico pero sobrecogedor, apenas una oración escrita desde Cuba, donde enfrenta las secuelas indescriptibles de sobrevivir a la caída de un avión.
En la mañana de este viernes, en Miami se anunció que los familiares de quienes perdieron la vida bajo el puente de FIU, recibirían más de 42 millones de dólares de indemnización por parte de Magnum Construction Management, la responsable de la construcción y el desastre.
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Ambos hechos son terribles por separado, pero si los juntamos en un mismo tablero de análisis, si ponemos ambas tragedias en perspectiva, el resultado es un fresco muy representativo de la indefensión que padece el individuo cuando no vive bajo un sistema que respalde y proteja sus derechos.
Mailén Díaz, esa chica símbolo de supervivencia y milagro, colgaba este miércoles un post en su cuenta de Facebook en el que nos movía más el piso con lo que callaba que con lo que contaba. “Comienza el mes que quisiera borrar del calendario”, escribió Mailén. Apenas eso.
En mayo del año pasado el avión en que volaba Mailén de La Habana a Holguín se vino abajo en las inmediaciones del mismo aeropuerto. El resultado lo sabemos: 112 muertos, Mailén la única sobreviviente. Por eso mayo le saca el horror a Mailén de dentro. Por eso a pesar de que el recuerdo de lo sufrido lo tiene ella misma en su cuerpo, le basta con mirarse a sí misma, cada mayo que empiece le pondrá los nervios de punta a la sobreviviente de una tragedia que ni en mis pesadillas quisiera poder representarme en toda su magnitud.
Lo que no sabía Mailén, ni prácticamente ninguno de los pasajeros a bordo de aquel Boeing-737, era que estaba pagando para abordar una de las aeronaves comerciales más sobreexplotadas de esa firma en todo el mundo, y que Global Air, la compañía que había negociado ese y tantos otros vuelos con el gobierno socialista cubano, era un paradigma de ineficiencia, chapucería y manejos algo dudosos de la honestidad empresarial. Todavía hay un manto siniestro sobre las inspecciones que había pasado - ¿o pagado? - esta cafetera voladora en México.
La metáfora no es mía. Cafetera voladora llamaron al avión en que Mailén se montaba en La Habana junto a 112 almas más, las autoridades de aeronáutica en Chile, por donde prohibieron a este artefacto sobrevolar. Sabían la magnitud del riesgo y la irresponsabilidad.
¿Qué le ha dejado este incidente a Mailén Díaz a modo de consecuencia directa? Pesadillas. Un cuerpo atormentado de por vida. Cicatrices por dentro y por fuera. Y la misma escasez, la misma precariedad para enfrentar su día a día ahora con un organismo traumado y disminuido de por vida.
No le ha dejado este desastre ni siquiera la vindicación de saber que los culpables de su invalidez, de su dolor incurable, están pagando con sus libertades y con sus cuentas de banco por todo lo que causaron. Como sí desde hoy sabemos que sucede con víctimas y familiares del puente de FIU, en Miami, otro despropósito, otra chapucería inconcebible en el siglo XXI.
La diferencia la marca la transparencia, la investigación inmisericorde para encontrar bajo los escombros a los cuerpos destrozados, pero también a los culpables verdaderos de tanto mal trabajo arquitectónico.
Y aunque el proceso judicial no se ha cerrado aún, y en consecuencia las sanciones penales aún penden sobre las cabezas que propiciaron los errores de diseño del puente peatonal de 174 pies de largo, ya sabemos que al menos los sobrevivientes y las familias devastadas por la muerte de los suyos (6 fallecidos, 8 heridos) tendrán sus partes en los 42 millones iniciales acordados por concepto de indemnización.
¿Les devuelve algo esta suma? No. El dinero no trae a la vida aquello que más lloramos: nuestros muertos. Pero el dinero facilita la existencia de aquellos que quedaron en la Tierra, llorando y sin ganas de esfuerzo o productividad. Soliviantar la economía de una familia destruida en sus emociones es un acto de elemental solidaridad y justicia. Y una manera de hacer pagar, también con la economía además de con la libertad, a quien perjudica a otros con sus actos.
Quienes se empeñan en decir que el dinero no significa nada en estos casos, deberían ejercitar la humildad preventiva y preguntarles a los familiares de Mailén Díaz, los que tienen que dejarse sus vidas hoy en Holguín para poder encontrar los alimentos más convenientes para ella, sus medicinas, las comodidades que requiere, qué pensarían ellos de recibir un millón de dólares de indemnización.
Pero sobre todo, deberían preguntarles a esos mismos familiares de Mailén qué sienten ellos ahora que se conocen todos los detalles del manejo repulsivo que hacía de esos aviones el propietario de Global Air, el hombre con el que Cuba firmó contrato, y al que sabemos que poco o nada terminará pasándole al final.
Este mayo Mailén sentirá el cosquilleo del horror dentro, día por día, con mayor intensidad. Los culpables de su infelicidad no duermen tan mal como ella. La indemnización que deberá pagar Magnum Construction Management a sus víctimas, al otro lado del Estrecho de la Florida, es el resultado de un sistema con separación de poderes y donde si bien la chapucería y la corrupción no son enfermedades curadas irreversiblemente, sí existe una prensa que investiga y denuncia, y un sistema judicial que no entiende de presiones políticas o chantajes.
El dolor de los muertos y los sufridos es un termómetro como pocos para medir la calidad de los países y de los políticos en quienes depositamos nuestra confianza y nuestros derechos.
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