Lo que el mundo vio: al amanecer de este martes de fin de abril, los cancerberos maduristas que custodiaban al dirigente opositor Leopoldo López pasaron a ser sus guardaespaldas, lo escoltaron fuera de su prisión domiciliaria, mientras un número considerable de militares y miembros del Sebin (los temidos Servicios Bolivarianos de Inteligencia) cruzaban a las filas de la oposición comandada por Juan Guaidó.
Lo que en Cuba se dijo a los cubanos: los opositores Juan Guaidó y Leopoldo López comandaron un golpe de Estado que fue derrotado de inmediato por el pueblo enardecido. Los audios de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello eran repetidos una y otra vez por la televisión cubana como prueba del fallo golpista.
Una foto de Guaidó y López con rostros severos, uno junto al otro en la base La Carlota, fue convertida en meme por obra y gracia de un periodista del portal propagandístico Cubadebate, exhibiéndolos como quien tiene rostro de fracaso. “Esto no pinta bien”, puso el meme en boca de Guaidó, “Me voy para la embajada de Chile”, puso en la de López.
Mientras el mundo entero seguía con sobresalto y emoción las gigantescas manifestaciones que empezaron a sucederse en Caracas, sin previo aviso, solo con un par de tweets publicados por los dos líderes opositores, la televisión cubana informaba que se trataba de un puñado de militares que habían sido confundidos y se pasaron momentáneamente al bando opositor.
Cubadebate lo explica textualmente así: “Mediante el diálogo, se logró convencer a los militares que robaron tanquetas de que desistieran, algunos de los cuales denunciaron haber sido engañados por la oposición”.
A ver si nos entendemos: unos militares dispuestos a matar o morir toman la irreversible decisión de robar armamento pesado y levantarse contra quienes hasta ese día eran sus jefes, a sabiendas de que en ello les va la vida, y poco después explican que, vaya carajo, todo había sido una confusión. Que los habían, ay, engañado, dice Cubadebate. Fueron convencidos, unos militares apoderados de tanquetas, con minutos de diálogo. La imagen que está dando Cuba de los militares venezolanos es de comedia idiota.
Porque el aparato de Cuba se gradúa en días como este 30 de abril de maestro indiscutible del ocultismo y la manipulación. En días así es donde demuestran lo que valen. Luego, con este aval se van por el mundo a vender sus experiencias y sus servicios siniestros.
¿O alguien puede fácilmente en este mundo de tecnología globalizada colocarles orejeras a doce millones de nacionales, ya lograr que un porciento mayoritario se lo crea y lo repita?
Cuba puede. Cuba logra, por ejemplo, que los cubanos apenas se enteren de que una tanqueta leal a Maduro extirpó literalmente a una docena de activistas que marchaban en las afueras de La Carlota. Esas imágenes repugnantes, de una violencia representativa, la violencia que explica por qué los venezolanos han decidido morir en protestas antes que morir en asaltos o por hambre, les son hábilmente escamoteadas a una población que sigue informándose, al menos de forma mayoritaria, por la red informativa nacional.
Pero algo salió mal esta vez, hay que decirlo también. ¡Hasta que llegó el día en que un presidente norteamericano no titubeó en exhibir a la luz pública, en paños menores, a la metrópoli caribeña que controla y define a su colonia, el país con mayores reservas de petróleo del mundo!
Ahí el asunto tomó a la nomenclatura cubana más dormida que a Nicolás Maduro la noticia de que su viejo rehén Leopoldo López había dejado de tener carceleros y ahora tenía guardaespaldas.
Donald Trump lazó su trueno a las 5.09 de la tarde, resumido en menos caracteres que los de Twitter: si Cuba no retiraba a sus miles de soldados, verdugos en la sombra y con total impunidad, Estados Unidos impondría un embargo “total y completo” contra la isla, junto a nuevas sanciones del más alto nivel.
Casi dos horas después, a las 6.56 pm, aparecía la primera respuesta de la orilla cubana. Estaba en el Twitter de Miguel Díaz-Canel, un fantoche a quien le ha mirado un gato tuerto: es imposible tener tan mala suerte, no sale de un tornado a un meteorito a secuestros de sus médicos esclavizados, a aviones que colapsan y apoyos internacionales que colapsan todavía más.
En el puñado de meses que lleva firmando sobre el membrete de presidente, Díaz-Canel ha visto cómo Colombia, Ecuador y Brasil le retiraban la mansedumbre a su dictadura, y asiste ahora al acoso y derribo de la dictadura más marca de la casa jamás concebida por sus antecesores. “Estos dos cabrones me dejaron un cáncer, no un país”, pensará el gris Díaz-Canel.
Dos horas después, decíamos, le respondía a Trump con un tweet tan descafeinado que allá en la barriga del pedrusco en Santiago de Cuba una barba hecha cenizas temblaba de indignación.
Que rechazaban enérgicamente, decía el tweet. Que no hay operaciones militares ni tropas cubanas en Venezuela, se leía en el sollozo del Compañero Miguel. Llamamos a la comunidad internacional, suplicaba con un temblor de dedos tuiteros. Que basta de mentiras, suspiraba a modo de final. Un tweet representativo de la flojera de rótulas de un gobernante a quien el poblado de Regla hizo poner pies en polvorosa.
Ahí, solo ahí, luego de ese tweet, Cuba se dio por enterada de lo que le venía encima. Antes de esos caracteres nadie estaba autorizado a referirse al dedo índice de Trump apuntando hacia ellos. Es un tema tabú. No se menciona, no se pone en la cabeza del pueblo; jamás se habla de militares cubanos operando en suelo venezolano, eso es caca. Ni para desmentirlo. A menos que se trate de un tweet del presidente más poderoso del mundo.
Y se hace a regañadientes: a las 7.25 p.m. fue que Cubadebate incluyó el asunto en su cobertura minuto a minuto. A no ser que usted se llame Iroel Sánchez y no descanse en el objetivo perpetuo de ser el soldado más caninamente fiel al amo revolucionario: apenas 7 minutos después replicaba al Tweet de Díaz-Canel y advertía a Trump que en Cuba no comen miedo. Ni eso hay para comer, habrá pensado más de uno. No comen miedo, dice Iroel bajo un tweet presidencial defecado de miedo.
El tema es tan espinoso que en su comparecencia nocturna, el descolocado y a todas luces nervioso de muerte Nicolás Maduro evitó toda referencia a la línea roja trazada por Donald Trump. Si los militares y asesores de inteligencia cubanos le retiran el músculo, en ese segundo pierde al país.
Este primero de Mayo, una millonada de cubanos marchará por todo el país. El aparato propagandístico se echa a rodar con toda su efectividad. Un inmenso porciento de esos marchantes con banderitas apenas se ha enterado todavía de que podría sobrevenirle un tsunami de sanciones que sentirán sus estómagos y los de sus hijos. Todos, menos los estómagos de Díaz-Canel y Bruno Rodríguez, que ya exhibieron con las camisas bajo la lluvia de la grasa que estaban moldeados.
Este primero de Mayo, que todos los periodistas cubanos marchen al frente, en la primera línea de defensa (o de escarnio) del sistema que ha empobrecido a niveles tercermundistas a todo el país. Que exhiban sus linajes y adhesiones. Desde el día anterior se habrán ganado por siempre la cruz de ceniza en la frente: rara vez se desinformó más, y mejor, a un pueblo que está a punto de pagar por un conflicto que casi desconoce.
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