En varias ocasiones creíamos habernos puesto de acuerdo para realizar este trabajo pero, en unos casos por mi difícil entrevistada y en otros por mí, no se había materializado el encuentro.
Esta mañana, Silvia Costa, la esbelta “muchacha” morena, tan delgada como en los tiempos en los que batía el listón, con su sonrisa de lado a lado, tocó a la puerta de mi humilde morada.
“Ya vine, ¡a ver! ¿viste cómo sin ponernos de acuerdo es mejor?”
Nos abrazamos como lo que somos, dos viejas y muy buenas amigas.
Silvia Costa, la recordista cubana en salto de altura, es una de las mejores de su especialidad en el mundo, en todos los tiempos. Eso que no lo dude nadie.
Empezamos a hablar de los hijos, los nietos, y me parecía mentira, pues para mí fue hace unos días que ella saltaba y yo iba detrás buscando la impronta del suceso. Pero no, los años han pasado y ahora cara a cara, rememoramos su fructífera trayectoria deportiva.
Muy difícil de entrevistar, es lo primero que me dice: “vine porque eras tú, sabes que no resisto las entrevistas de ningún tipo ni en ningún medio, pero bueno, qué remedio. Tú eres de la familia”.
Doy fe de ello. Ni en su mejor momento le gustaron las entrevistas a la espigada Costa, nacida en la capital pinareña, pero que vivió toda su infancia y adolescencia en el central Sanguilí en La Palma, una bellísima región cercana al muy famoso valle de Viñales.
“Como sabes provengo de una familia muy deportiva: la más afamada, mi sobrina Marlenis Costa, triple campeona olímpica como parte de aquel legendario equipo de las espectaculares morenas del Caribe; mi hermano Reynaldo, pitcher del Cuba y Pinar del Río, titular mundial y de Series Nacionales; Francisco, otro de mis ocho hermanos, pelotero, y Raidel, beisbolista también, sobrino.”
¿Qué me dices de tu niña, que además de la sangre Costa tiene la de su padre, Lázaro Martínez, corredor de 400 metros en los años 90, subtitular olímpico en Barcelona 92?
“¿Niña? Jajá. Natalí ya tiene una pequeña, Lia Cesi, de siete años, y no, mi hija no se interesó en el deporte, veremos a ver si la nieta sí lo hace. Yo desde pequeña me destaqué.
“Primero en las clases de Educación Física en la primaria Manuel Sanguily, donde sobresalía en las competencias inter escuelas, y con el decursar del tiempo, en los Juegos Escolares.”
¿En cuántos participaste y cuáles fueron tus resultados?
“Competí en siete Juegos y gané el oro en seis de ellos. En los primeros fui sin entrenar, imagínate. Tomé parte en salto de altura y 80 y 100 metros con vallas. Eso fue entre los 8 y 14 años.
“De esos tiempos recuerdo a la profe Luisa, mamá de la campeona mundial de las vallas largas en Sevilla, Daimí Pernía. Luisa me enseñó a dar los primeros pasos en el deporte. Le agradezco mucho su apoyo.”
¿Cuándo llegas a la EIDE?
“Desde mi participación en mis primeros Juegos Escolares fui captada para la EIDE vueltabajera Osmany Arenado, como atleta de heptalón.
“Mi primer entrenador en ese centro fue Ricardo Guadarrama, quien después, por esas cosas de la vida, fue uno de mis técnicos en el seleccionado nacional. De la EIDE pasé a la ESPA nacional que se encontraba en el municipio capitalino de Playa.”
¿Qué recuerdas de la ESPA? ¿Esos años mozos que jamás regresan?
“Ahí aprendí de todo, lo bueno, lo malo, lo divino, lo humano. Jajá. Éramos muy buenos compañeros, socializábamos. ¿Amigas? Más que amigas, hermanas: la titular olímpica de Barcelona 92 en el disco, Maritza Martén, la también discóbola (hoy entrenadora de 'la Rusa' Yaimé Pérez) Hildelisa Ramos, y Eloína Kerr, ochocentista que hoy prepara corredores de esa distancia así como el relevo largo masculino.
“Donde estaba una, estábamos las cuatro. En la ESPA estuve entre 1978 y 1981, año en que pasé al equipo nacional bajo la égida de Guillermo de la Torre, quien marcó el punto más importante de mi carrera con su sapiencia. Con él logré mis mejores resultados”.
¿Recuerdos de esos tiempos?
“En 1978 me impuse en los Campeonatos de Centroamérica y el Caribe, categoría juvenil. En el 79 repito ese título pero entre mayores.
“Con 18 años, en 1980, asombré a los expertos con un metro 90 centímetros; dos años después establecí dos récords mundiales juveniles: 1,94 y 1, 95, que constituyó plusmarca nacional entre las mayores. Además me impuse en los Juegos Centrocaribeños Habana 82 (1,90).
“En la Universiada de Edmonton, Canadá, 1983, quedé segunda (1,98) detrás de la estrella de aquella época, la soviética Tamara Bykova.”
En los Juegos Mundiales Universitarios de Kobe, Japón 85, estableció récord para el certamen con 2 metros 1 centímetro, y conquistó el cetro. Era la primera vez que la antillana sobrepasaba la barrera de los 2 metros.
En ese propio 1985, quedó cuarta en la Copa del Mundo de Canberra, Australia (1,97) y tercera en el primer Mundial Bajo techo de París (no reconocido por la IAAF como Mundial bt) al saltar 1,90. Allí la ganadora fue la extraordinaria búlgara Stefka Kostadinova, vigente recordista mundial con 2,09.
“Yo ganaba y perdía con las mejores; siempre rondaba o estaba en el podio. En 1987 me ubiqué cuarta en la Copa del Mundo de Roma, donde marqué un metro 96.”
Yo ganaba y perdía con las mejores; siempre rondaba o estaba en el podio
Silvia es la vigente plusmarquista nacional (desde 1989) con 2 metros 4 centímetros, registro que consiguió en la Copa del Mundo de Barcelona. Ese registro, válido para la presea dorada en ese evento, la ubican en la élite mundial de todos los tiempos.
Esa justa marcó el necesario alejamiento de Silvia de los colchones del salto de altura para dar a luz a su hija Natali. Su regreso se materializó a finales de 1990.
Silvia es tres veces subcampeona en Juegos Panamericanos: Caracas 83 (1,88), Indianápolis 87 (1,92) y Mar del Plata 95 (1,91). En La Habana 91 no participó por estar lesionada en su talón de Aquiles.
“Yo me había lesionado en la gira por Europa ese mismo año, específicamente en el mitin de Münich, Alemania; incluso, me operaron allá. Le agradezco mucho a esos médicos, cuya gestión me permitió seguir con mi carrera unos años más. También, al regresar, fui muy bien atendida por la tropa del profesor Álvarez Cambras en el Hospital Frank País.
“Esa lesión me impidió competir en los Panamericanos de La Habana y en el Mundial de Tokio en ese 1991. Quiero destacar la rehabilitación que me hizo el fisio Pablo Mena, ya fallecido.
“Aunque me restablecí, la lesión a la larga me imposibilitó llegar en óptima forma a los Olímpicos de Barcelona 92. No estoy justificando nada, solo diciendo lo que pasó”.
Quizás la medalla que más ansiaba, la olímpica, se le escapó varias veces de las manos a la espigada Costa. Primero, la ausencia del deporte cubano a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 y Seúl 88, donde sin duda alguna tenía verdaderas opciones de ocupar un sitial en el podio; la última, en Barcelona 92, donde concluyó sexta con un metro 94 centímetros.
Ahora, en este 2019, ¿decepcionada por no haber asistido a Los Ángeles y Seúl?
“Es muy triste que tras un cuatrienio soñando con estar en una cita olímpica, te impidan ir, estando en perfecta forma física y competitiva; con marcas que te hacían soñar. Imagínate, ¡en dos ocasiones consecutivas!
“No enjuicio a nadie, pero duele. Pienso que la política no debe mezclarse con el deporte. Nada tienen que ver. Lo mismo digo cuando Estados Unidos y sus aliados no fueron a Moscú 80.
“El deporte es para confraternizar, puedes ganar o perder. ¿Qué se ganó con no asis
Esas décadas de los 80 y los 90 fueron las mejores para el deporte cubano
Cada vez que escucho a un deportista hablando de eso, recuerdo que Javier Sotomayor, Ana Fidelia Quirot, Félix Savón y otros púgiles, luchadores y judocas, las espectaculares morenas del Caribe, esgrimistas, el gimnasta Casimiro Suárez, tenían en sus manos no solo preseas sino cetros olímpicos. ¡Cómo para no olvidarlo jamás!
“¿Recuerdas que por esas idas y venidas de la política fueron creados los Juegos de Buena Voluntad, en un intento por unirnos a todos? Pues yo gané los segundos efectuados en San Petersburgo, en el año 1994.
“Allí subí hasta el metro 95. ¿Te imaginas en plenitud de forma qué hubiera podido hacer en Seúl? Por supuesto, que no se mide igual pero para mí esa presea es la medalla olímpica que no me dejaron ganar.”
Un año antes, Silvia Costa estaba decidida a ganar el Mundial de Sttugart, Alemania, 1993; sin embargo…
“Niña, no me recuerdes eso. ¿Tú sabes lo que es liderear toda la competencia y perder el título (y de paso el Mercedes Benz que la IAAF daba de premio) en el último intento?
“Desde que llegué a la ciudad germana viví en un verdadero suplicio. ¿Por qué? Pues porque mantener el peso fue horrible, si tenemos en cuenta la tentación que representaban los dulces y helados de chocolate que adornaban las mesas de los restaurantes de la villa de los atletas.
“Mi entrenador solo me dejaba comer proteínas y vegetales, y yo miraba aquellos dulces… ¿te imaginas? Así que fui decidida a ganar, pero mi compañera Ioamnet Quintero, en el último salto, consiguió en un primer intento un metro 99, y ahí mismo perdí mi anhelado oro (y mi soñado automóvil, jajá). Claro, el dolor fue menor porque ganó una cubana. Pero, oye, se las trae”.
Recuerdo aquella tarde como si fuera hoy y el saludito del final, que le dio la vuelta al mundo, también.
“Jajá. Las cubanas, vaya, las latinas en general, somos únicas, ¿o no? Primero, nos dábamos una palmadita, y luego, tocábamos las caderas, y ya tú sabes, la revolución que se armó.”
¿Te dolió mucho perder?
“¿Que si dolió? ¿A quién no le duele perder y más, después de mayorear toda la competencia? Yo estaba perfecta para ganar. Mira, Ioamnet estaba muy nerviosa y tumbó el listón sobre el 1,97. Hablo con ella, la tranquilizo y…¡salta el 1,97! Pero, cuando sube a 1,99, yo muy dispuesta, lo derribo, y ella ¡en el primer intento, lo supera!
Mar del Plata y su tercera plata continental marcaron su último éxito internacional pues una lesión le impediría asistir a los Olímpicos de Atlanta. Su despedida oficial del deporte activo, a la edad de 33 años, fue en el Barrientos In Memoriam de 1997, tras casi dos décadas de bregar por estadios del planeta.
Además de sus múltiples éxitos internacionales, la Costa se agenció cuatro títulos en Campeonatos Nacionales o Copa Cuba.
Silvia, tú viviste una época de oro en el salto de altura damas. Para ti, ¿cuáles han sido y son las mejores de todos los tiempos?
“ Uff. Por encima de todas, la búlgara Stefka Kostadinova con su RM de 2,09; la ucraniana Inga Babakova, la rusa Tamara Býkova, la germano democrática Heike Balch, la germano federal Heike Henkel y claro, mi compatriota, Ioamnet Quintero.
“De mis primeros años, la italiana Sara Simeoni y la alemana federal Ulrike Meyfarth, y entre las últimas, la croata Blanka Vlašić y la española Ruth Beitía, que ya pasaron al retiro.
“Actualmente sobresalen las rusas Anna Chícherova y Maria Lasitskene, esta última, la mejor del mundo en la actualidad. “
¿Cómo te relacionabas con las saltadoras de otras naciones?
“Nos llevábamos muy bien entre todas, sobre todo con Stefka.”
¿Y cómo se entendían, por el inglés?
“Inglés chapurreado (por cierto, mucho que me ayudó) y el universal lenguaje de las manos, los gestos, la mímica. Ninguna de ellas era pesada. La competencia era sana, nos alentábamos las unas a las otras. En la altura, tu verdadera rival es la varilla; no es una carrera que es el que tienes al lado.”
En la altura, tu verdadera rival es la varilla; no es una carrera que es el que tienes al lado
¿Qué necesita una buena saltadora de altura?
“Buena flexibilidad, coordinación en los pasos, sobre todo en los tres pasos previos al despegue. Entre las muchachas sigue prevaleciendo el somatotipo esbelto, aunque los varones se han fortalecido en su físico. Nosotras tenemos menos fuerza por lo que debemos mantener la delgadez”.
En tantos años, ¿momento más feliz?
“El 2 ,04 en la Copa de Barcelona el 9 de septiembre de 1989. Te cuento que me sentía tan bien que le tiré al récord mundial de Stefka, a 2 metros 10 centímetros, y en el segundo intento estuve a un tris de lograrlo, pero no pude. Me queda aquello que lo intenté.
“De jovencita traté de arrebatarle el récord a Sara Simeone cuando era 2,02; tampoco lo conseguí.
“Otro momento inolvidable fue cuando los entonces Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía me entregaron un trofeo por ser seleccionada la mejor atleta de Iberoamérica en 1995.”
Silvia Costa, la mejor saltadora cubana de todos los tiempos, dijo adiós al deporte activo en 1997 tras no poder asistir a Atlanta 96.
“Empecé a trabajar como entrenadora en el CEAR Cardín, junto a mi querido Guillermo de la Torre. Allí estuve dos años. Al irse Jesús Molina y entrar Santiesteban como comisionado nacional, prescindieron de los que tanto habíamos hecho, entre ellos Luis Mariano Delis y yo.
“Pasé a laborar en una secundaria en Playa hasta que me desligué del deporte y actualmente realizo tareas administrativas, cerca de mi casa. ¿Qué si extraño el deporte? Sí, siento nostalgia, desilusión, sueño con que salto y me despierto. Es mi pasión, no puedo olvidarlo.”
Actualmente realizo tareas administrativas, cerca de mi casa. ¿Qué si extraño el deporte? Sí, siento nostalgia, desilusión, sueño con que salto y me despierto. Es mi pasión, no puedo olvidarlo
Si te llamaran a cooperar de nuevo con la selección nacional o los juveniles, ¿irías?
“Claro que sí.”
¿A quién le agradeces el haber sido una de las grandes del salto de altura en el planeta?
“A mucha gente que ha tenido que ver conmigo pero, por sobre todos, a mi maestro, mi entrenador, mi padre, el que me lo enseñó todo: Guillermo de la Torre. A él le debo mis 2 metros 4 centímetros, aunque en esa época ya me preparaba Guadarrama.
“Guillermo era un maestro del entrenamiento deportivo, sabía administrar las cargas, los períodos de descanso, las fases competitivas. Estaba en el detalle. Planificaba la competencia. Él sabía lo que ibas a saltar. Cuando a mí me separaron de él, yo me lo sentí”.
Para los que no conozcan, de la Torre fue el que entrenó a Sotomayor tras la muerte de José Godoy; condujo a Javier a sus grandes éxitos, incluyendo los récords mundiales de 2,44 y 2,45 así como lo estabilizó por encima de los 2,40.
“También quiero agradecerle a mis padres, ambos fallecidos, que me enseñaron la sencillez, la entrega, la fuerza, valores que me caracterizan.
“Imagínate si soy humilde que vivo en el quinto piso de un edificio de micro, en un apartamento afectado, sin balcón ni terraza, en el Casino Deportivo. Todos los días ruego a Dios que alguien se acuerde de que yo soy de las mejores atletas cubanas de todos los tiempos y, al menos, me bajen a un primer piso y mi nieta tenga un balcón a donde asomarse.”
Vivo en el quinto piso de un edificio de micro, en un apartamento afectado, sin balcón ni terraza, en el Casino Deportivo. Todos los días ruego a Dios que alguien se acuerde de que yo soy de las mejores atletas cubanas de todos los tiempos y, al menos, me bajen a un primer piso y mi nieta tenga un balcón a donde asomarse
A pesar de esto, ¿eres feliz?
“Sí, por supuesto. Tengo una nieta que es la pata del diablo. Por mí no sería atleta pero parece que por ella sí. Me siento tan mal físicamente (no desentrené) que no quisiera que a ella le pase lo mismo. Sabes que las secuelas del alto rendimiento son grandes y severas. No me gustaría eso para ella. Pero bueno, todo depende de ella.”
¿Vives con ella?
“Sí, en mi modesto pisito interior (jajá) vivo con mi hija, mi nieta, mi compañero. Somos una típica familia cubana. Todo lo que tenemos es 'sangreado', ya que aquí no hay nada fácil. Pero, como preguntabas, aún así soy feliz”.
Se despide Silvia Costa y la veo partir en su Lada de impredecible edad, que a punto estuvo de necesitar la ayuda de mis vecinos, quienes curiosos salieron a saludar a esta estrella del campo y pista cubano y universal. ¡Ah! El carro pudo arrancar solo.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: