La historia de Aaron Armenteros, un joven transexual en La Habana: "Mis miedos me mantienen vivo"

Conozco a muchas personas que dentro de la misma comunidad no saben que en Cuba se podía cambiar de sexo.

Aaron Armenteros © Cortesía del entrevistado
Aaron Armenteros Foto © Cortesía del entrevistado

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Este artículo es de hace 5 años

Aaron Armenteros es un chico transexual de 31 años del municipio Arroyo Naranjo. Administra, junto a su novia Liset Arce, la página de facebook Fuerza LGBTI+Cuba donde quiere, según sus propias palabras, dar a conocer la diversidad que existe en cuanto a la sexualidad.

“Todos tenemos que unirnos y funcionar como comunidad, para así exigir nuestros derechos a esa parte de la sociedad que no entiende”. Por eso comenzó contando su historia, con la cual muchos se identificaron, y así ganar la confianza de otros como él, decirles que no están solos y que pueden llegar a ser una gran familia.


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Cuenta que cuando pequeño, en la enseñanza primaria, tenía muchos problemas. “No quería vestirme de mujer, no atendía a la escuela, me fugaba, los vecinos no dejaban que las niñas jugaran conmigo porque decían que era “machorra”, siempre andaba con varones”.

Creció en un hogar cristiano y por lo tanto asistía a los cultos, donde comenzó a cuestionarse ciertos asuntos de la fe y su propia realidad. “Recuerdo a unas vecinas, lesbianas, a quienes el pastor les dijo que sí podían ser cristianas pero que había curar su enfermedad. Eso contradecía la crianza que me dieron, el mensaje de que Dios ama por igual a todos, de que Dios es amor”.

Al crecer él, también lo hizo su rebeldía. Se fugaba de casa para el parque de la Calle G, formó parte de las tribus urbanas habaneras y decidió decirle a su mamá toda la verdad. “Ella me botó de la casa, mi papá me dio la espalda y la única persona que me acogió fue un muchacho gay, que había conocido un día antes”. Allí se vistió con las ropas de su nuevo amigo y aunque tenía el pelo largo se lo recogía. “Me gustó mucho. En la calle me confundían con un hombre y eso me encantó. Ahí empezó mi transformación”.

Por suerte para Aaron, con el tiempo, su madre y él se reconciliaron. Regresar al hogar trajo como resultado que ella ganara un nuevo hijo varón, dispuesto a no ponerse nunca más ropa de mujer.

Pero el suyo seguiría siendo un hogar de cristianos y, aunque confiesa creer y amar a Dios, cuando tuvo la oportunidad de tener frente a él al pastor de la congregación le confesó su interés en las enseñanzas bíblicas, pero que a él le gustaban las mujeres. “El pastor me dijo que sí, que podía seguir en la iglesia, pero si ellos oraban por mí y me quitaban mi enfermedad. ¿Cómo voy a tener una enfermedad? Así fue como dejé de ir a la iglesia”

Al terminar los estudios comenzó a trabajar. Primero en una panadería, luego en la cafetería de una funeraria. Es por esos años que conoce a una muchacha, con la cual sostuvo una relación, que le habla de los transexuales. “Me empezó a buscar información por internet porque yo no sabía ni qué era eso” confiesa y se ríe al ser un ignorante, por ese entonces, de su propia realidad y situación.

¿Cómo ha sido la vida de un joven que tuvo que esperar demasiado tiempo para encontrar respuestas a sus propias dudas? ¿Cuánto dolor puede soportar una persona solo porque no es comprendida por aquellos que le rodean?

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“No tendría palabras para expresar mis sentimientos. Han sido 31 años muy largos. Días de no querer hablar con las personas para que no se den cuenta de mi voz, de no salir a la calle para que no me miren como si fuera un bicho raro, de no entrar a un baño público para no pasar vergüenza, de vivir sin querer mirarme en un espejo y odiar mi cuerpo por causarme tantos problemas.

He llegado a pensar en quitarme la vida porque no he encontrado una salida y…” en ese momento las palabras se le hacen un nudo en su garganta. Solo quien le escuche hablar sabrá interpretar el dolor que provoca una voz ahogada por las lágrimas que esta vez no correrán.

“He sido cobarde por sentir soledad, vacío, mucha ausencia. Aunque tengo a mi lado muchas personas que me quieren, eso no es suficiente. Siento que me falta algo, para mí mismo como persona. No comprendo por qué me tocó vivir esto. Me pregunto si seré capaz de enfrentarme día a día a este martirio y seguir sufriendo cada segundo, que ni siquiera se puede evitar. Sólo hay que vivirlo y enfrentarlo”.

Aaron habla de sus miedos con total valentía. Afirma no haberlos superado y no está seguro de que eso ocurra. “Sólo aprendí a vivir con ellos y me han hecho sentir mejor persona. Hoy soy respetuoso con los demás, aunque no me respeten. He aprendido a querer con intensidad, a no engañar ni a juzgar a nadie. Gracias a esos temores sigo adelante, luchando cada día por las personas que amo”. Entre esas personas se encuentran su madre y su novia quien, desde hace ocho meses de relación, le ha enseñado mucho.

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Su nombre es Liset Arce y estudia Contabilidad y Finanzas en la Universidad de La Habana. Se conocieron en el Café Cantante del Teatro Nacional. Allí cada noche sabatina las personas LGBTI de la capital tienen su espacio. Era la primera vez que ella visitaba el club nocturno y así conoció a Aaron. “Él me dijo que la psicóloga le había recomendado presentarse con su nombre de hombre, porque estaba en planes de cambio de sexo. A mí no me importó, he tenido parejas hombre y mujer. No me considero bisexual porque yo me enamoro de la personalidad”.

Recuerda que al principio todo era nuevo y pensó en qué pasaría después de la operación de Aaron. Pero se dio cuenta de que se estaba enamorando de sus ideas, de sus actos… “y en ese momento todos los pensamientos y el miedo a que me dejara de gustar desaparecieron por completo”.

Hace cuatro meses Aaron comenzó su proceso de hormonación. Durante todo este tiempo él y su novia han vivido el cambio que se experimenta. Han disfrutado juntos lo que llega con cada inyección. Entonces el rostro de ambos se ilumina. Aquel que un día nació siendo mujer, espera que llegue el momento de decir ¡al fin! “Y reír como nunca me he reído y llorar de felicidad”.

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Como activista LGBTI cree que “aunque existe el CENESEX, realmente se necesita trabajar mucho más en las escuelas y en la sociedad en general. Conozco a muchas personas que dentro de la misma comunidad no saben que en Cuba se podía cambiar de sexo. Tampoco existe un espacio donde se explique la diversidad dentro de la misma diversidad. La mentalidad de nuestra sociedad todavía está muy atrasada en cuanto a estos temas y los rechazan, aunque tolera un poquito la homosexualidad”.

Eso es lo que se proponen Aaron y Liset con la página Fuerza LGBTI+Cuba. Están convencidos de poder avanzar como país, sobre todo cuando ha comenzado el conteo regresivo para que en dos años se someta a consulta popular el Código de Familia. Con una nueva ley él podrá disfrutar de derechos como el matrimonio, la adopción o la construcción de una familia que no sea heteronormativa. Tuvo muchas esperanzas con el fallecido artículo 68 del Proyecto de Constitución que se discutió hace algunos meses, al punto que le ofreció públicamente matrimonio a su novia. Ahora debe guardar los anillos y luchar para que en el 2021 la sociedad cubana los acepte como son.

“¿Cómo cambiar la realidad?” se pregunta. “Mi intención no es dar lástima, sino ser un ejemplo de superación. Me hecho más fuerte y quiero transmitirle esa fortaleza a los demás. Espero lograrlo”.

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Lázaro Javier Chirino

Periodista de CiberCuba. Licenciado en Estudios Socioculturales por Universidad de la Isla de la Juventud. Presentador y periodista en radio y televisión


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