Que San Pedro nos pille confesados

La cobardía política de Pedro Sánchez no es novedad en el panorama político español, que se ha sometido a la ley del embudo castrista.

Pedro Sánchez en La Habana © Cubadebate
Pedro Sánchez en La Habana Foto © Cubadebate

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Este artículo es de hace 6 años

La cobardía política del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, al no reunirse con la oposición cubana en su reciente viaje a La Habana, confirma que estamos ante un oportunista fallido, ególatra e incoherente.

Sánchez debe su cargo actual a la conjunción de una plural coalición que abarca a grupos de derecha como JxCat (burguesía catalanista), Coalición Canaria y Nueva Canarias y el PNV) hasta agrupaciones de izquierda y nacionalistas como ERC y Podemos, Nafarroa Bai, o Bildu.


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Por tanto, sorprende la renuencia española a reunirse con la asediada oposición cubana, sobre todo, cuando Moncloa asegura que quiere “acompañar” los cambios en Cuba. Y aquí volvemos a asistir a otro acto de incoherencia sancheana, pues asume idéntica postura a la de Rajoy y el Papa, sus adversarios ideológicos, y se distancia de su admirado Obama, al que intenta imitar en sus puestas en escena vacías de contenidos e improvisación constante.

Durante el paseo sin chaqueta por las calles de La Habana Vieja (Remember Aznar), Sánchez tuvo que escuchar a un grupo de turistas catalanes afearle que mantenga en la cárcel a presos políticos, en clara referencia, a los líderes de la revuelta melancólica catalana. Díaz-Canel y el resto de cubanos se estarían descojonando de la risa sin mover los labios.

Y alguien tan socarrón como Ricardo Cabrisas, raulista desde que era chiquitico, habrá pensado, el niño este viene a hablarnos de derechos humanos y resulta que tiene presos políticos.

Sánchez juró su cargo sin Biblia ni crucifijo, como corresponde a un estado laico, pero hizo de aquel gesto un discurso político; luego su vicepresidenta colisionó con la diplomacia vaticana a causa del desentierro/entierro de Francisco Franco; pero ahora apela a los Papas que fueron a Cuba y no se vieron con la maltratada oposición. Un socialista como el no iba ser menos que un Papa.

Cuba, que conoce la mediocridad del visitante, optó por dar un bajo perfil a su visita, evitando un encuentro con Raúl Castro, y concediendo espacios medidos en la prensa que paga el gobierno, ocupada en el regreso apresurado de los médicos desde Brasil, en glosar la figura del Comandante en Jefe, en el segundo aniversario de su muerte y en la designación de la primer mujer Rectora de la Universidad de La Habana, que será Miriam Nicado García, una mulata jacarandosa, imagen que perdura en el romancero español.

Si se revisan las imágenes del foro empresarial, se comprueba que Díaz-Canel no subió al podio, al que si subieron Cabrisas y un ministro en funciones poco experto en corbatas porque casi se ahorcó con la suya, que de tan ajustada, levantó un pico del cuello de su camisa.

Sánchez habló a toda hora y en casi cualquier foro, evitando mencionar la palabra política y glosando lazos históricos, comerciales y sentimentales. Su homólogo cubano calló, sonrió y estrechó manos, pero nada más.

Unos días antes de la llegada de Sánchez, Cuba fue visitada por el Secretario General del Partido Comunista de España, Enrique Fernando Santiago Romero, que se entrevistó con Machado Ventura y con la vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Ana María Mari Machado y ambas partes esbozaron la liturgia habitual contra el bloqueo yanqui y agradecieron la solidaridad mutua.

Como saldo público de la visita, queda un acuerdo de diálogo político, que duplica el ya firmado con la UE; una visita prevista, pero no confirmada, de los Reyes en 2019 con motivo del 500 cumpleaños de La Habana, acuerdos comerciales que tendrán que pasar por la prueba del pago puntual, y la insinuada esperanza de la liberación de Eduardo Cardet y otros presos políticos de aquí a la visita de los monarcas españoles, aunque no debemos descartar que Cuba intente hacerlo a cambio de que emigren a España, como ya hizo con los 75 en época de Rodríguez Zapatero, otro que bien baila.

Mientras tanto, Cuba –a través de su activo embajador en Madrid- y delegaciones que visiten España seguirá conversando tranquilamente con los diferentes partidos políticos españoles, incluidos el Partido Comunista y el Partido Popular, sin interferencia alguna del gobierno de social coalición que encabeza Sánchez, pero eso sí, aquel político español que ose reunirse con la oposición cubana será vetado por La Habana.

Como remedo, Moncloa intentó vender la recepción ofrecida por el embajador español y a la que asistieron miembros de la sociedad civil cubana, como muestra de la voluntad de diálogo del presidente de gobierno, pero todos sabemos que esos formatos son poco adecuados para dialogar con profundidad porque el espacio es compartido con personeros del régimen también invitados y porque en La Habana las paredes tienen oídos y musarañas sónicas.

La propia invitación selectiva refrendó la discriminación de España a personas como Manuel Cuesta Morúa, Vladimiro Roca o Pedro Santos Campos, opositores cubanos que militan y defienden la socialdemocracia como solución para Cuba. Si así se comporta Sánchez con sus correligionarios, nada deben esperar entonces otros disidentes cubanos como José Daniel Ferrer, Marta Beatriz Roque, Antonio Rodiles o Jorge Luis García Pérez (Antúnez).

Pero, si la intención era hablar con la sociedad civil cubana, también fueron excluidos los juristas Wilfredo Vallín y René Gómez Manzano o Yoani Sánchez, que avisó con una columna en El País, el naufragio que aguardaba al premier español en La Habana.

La cobardía política de Sánchez no es novedad en el panorama político español, que se ha sometido a la ley del embudo castrista, excepto Aznar, desde 1977. Y esta práctica se ha reflejado en todos los ámbitos bilaterales, incluidos los empresarios que soportan retrasos crónicos en los pagos sin apenas levantar la voz, obligados por su esperanza de algún día vender su cartera de negocios cubanos a un yanqui y porque muchos han establecido lazos familiares en la isla, que los sujeta por donde más duele.

Esta ecuación ha provocado aislados, pero notables brotes de xenofobia antiespañola por vez primera en muchos años de la historia de Cuba, que siempre ve a España como la familia, aunque ahora haya descubierto que solo es la Madrastra Patria.

España siquiera ha tenido el valor cívico de aprovechar las Cumbres Iberoamericanas, otro ejercicio melancólico lleno de buenas intenciones y sin contenido real, para articular un mecanismo que promueva el intercambio regular entre militares cubanos y militares de países que han transitado de dictadura a democracia como la propia España, Portugal, Argentina, Brasil, Uruguay o Chile, entre otros.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón forzó una visita a Cuba “cuanto antes”, con su prisa habitual en su empeño –común a los partidos socialistas europeos- de intentar restar votos a opciones como Podemos e IU, e intentar recuperar votos haciendo guiños a los animalistas, a los gays y lesbianas, y a cuanto movimiento social haya surgido como desprendimiento de la izquierda, tras la caída del Muro de Berlín.

Pablo Iglesias, que por las mañanas hace de vicepresidente en funciones y por las tardes de leninista, no esperó siquiera a que el avión presidencial armara rampas y cerrara puertas para taxear por la losa de Boyeros en busca de la pista 06, y convocó a sus huestes, dando por fracasada la legislatura.

Imaginaros las risas de Raúl Castro en su dacha de Mayarí Arriba, viendo fotos de la silla de montar del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, mordisqueando unas masitas de puerco ahogado y comentando con su guara del II Frente: ¿vieron?, jodimos al galleguito que vino a deshielar…

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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