Tumbas profanadas, robo de flores y ataúdes desvencijados en cementerios cubanos

Hay algunas familias de mayor poder adquisitivo que “se amigan” con los veladores y les entregan un honorario mensual para que redoblen la vigilancia, el cuidado y hasta la higiene en la tumba de sus seres queridos.

Cementerio en Villa Clara © CiberCuba
Cementerio en Villa Clara Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 6 años

Tan cuestionados son los servicios funerarios actualmente en Villa Clara que, según refieren algunas fuentes, los dirigentes políticos de la provincia tuvieron que hacer una visita de última hora al principal cementerio de la ciudad capital, así como a funerarias, floristerías y una fábrica de ataúdes del municipio.

Durante su visita los jefes hicieron trabajo político, o sea, saludaron a los obreros comunales y los exhortaron a tener un mejor desempeño en sus labores. Un intercambio que intenta poner freno a las actividades delictivas, indisciplinas, la mala calidad y el desaliño que caracterizan los servicios necrológicos que se ofrecen en la ciudad.


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Desde ataúdes que se abren mientras transportan los cadáveres, vertederos en las áreas colindantes al camposanto, y hasta restos extraviados, son algunas de las más inquietantes situaciones que manifiestan los dolientes.

CiberCuba / Basureros cerca del cementerio

Por no hablar de la permanencia de una práctica que cobró fuerza durante los más difíciles años del período especial: la profanación de tumbas. Aunque parezca una película de terror, sobran los casos demostrados en que, ante el deceso de una persona se indagaba si la mortaja contemplaba algo de valor y entonces, luego de la inhumación, individuos inescrupulosos abrían la tumba y despojaban al cadáver de prendas de oro y plata, dientes enchapados y hasta vestimentas. Todo esto unido a otros casos en que se profanan tumbas con motivos rituales, y no solo entre miembros de familias practicantes de ciertas religiones.

Cosas como estas suceden con el consentimiento de los veladores, o bien por ausencia de estos, pues resulta que la escasa disponibilidad de fuerza de trabajo constituye otra de las dificultades apreciadas por los dirigentes en su visita. Hay familias de mayor poder adquisitivo que “se amigan” con los veladores y les entregan un honorario mensual para que redoblen la vigilancia, el cuidado y hasta la higiene en la tumba de sus seres queridos.

Y no es para menos. Hace dos semanas una mujer entró en shock al descubrir que las flores depositadas sobre la tumba de su hija habían sido retiradas un par de horas después de que ella las colocara sobre su losa. Algo similar sucede con esculturas, motivos religiosos, las jardineras de granito, los jarrones y portarretratos que son hurtados y hasta revendidos por parte de individuos inescrupulosos.

También se han sucedido situaciones realmente embarazosas como cuando dos dolientes de diferentes familias pusieron flores en la misma losa pues los sepultureros colocaron dos cadáveres en el mismo nicho. Sucede que no hay espacio suficiente en el camposanto de la ciudad, lo que limita los ciclos de rotación en los osarios colectivos (donde son depositados los restos de quienes no disponen de una propiedad funeraria).

No es casual, por ello, que se hayan dado órdenes precisas de construir 45 bóvedas y unos 300 osarios nuevos dentro del camposanto municipal, para hacer frente a esa tensa situación. Sin embargo, ello solamente sería un atenuante pues no resolvería de por sí la mar de fenómenos existentes.

No solo en Santa Clara los servicios necrológicos han recibido duras críticas; también en la ciudad de Cienfuegos, el cementerio de Reina, Monumento Nacional, presenta deplorables realidades que han sido denunciadas en más de una ocasión, incluso, por la prensa oficial. Y ello por no hablar de la Necrópolis de Colón en la capital del país, donde campean la desidia, el abandono y también la delincuencia.

Hace varios años atrás el popular programa Día y Noche, que transmitía cada domingo la televisión cubana dedicó una de sus series temáticas a la oscura trama delictiva que se generaba en algunos cementerios de la isla. Casi treinta años después la situación parece no haber cambiado demasiado.

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