El auge del turismo internacional en Cuba ha agravado, indirectamente, la difícil existencia de sus ciudadanos.
Los precios de la vivienda, ya de por sí altos, se han encarecido aún más debido a que muchos propietarios prefieren alquilar sus casas a visitantes foráneos, una operación que les reporta más ganancias que rentarla a cualquier cubano, cuyo salario medio no supera los 30 dólares mensuales.
“Los turistas lo han encarecido todo, desde el precio de una cerveza nacional, si la encuentras, hasta las casas, porque ahora todo el mundo quiere alquilar a extranjeros, y los que venden saben que hay demanda y se aprovechan”, denunció a la agencia EFE Ariel, un maestro.
Los cuentapropistas cubanos, sobre todo en las zonas más céntricas y atractivas de la Habana y de otras provincias, se esmeran en contar con ofertas atractivas para cubrir las expectativas de los visitantes, en franca competencia con la gestión estatal.
Restaurantes, bares y casas de renta abundan en esos barrios, donde sus residentes han aprovechado la “popularidad” internacional que alcanzó la Isla tras el deshielo entre Cuba y Estados Unidos.
Otro caso es el transporte. Según el sitio Cubanet los famosos “almendrones”, que desde hace varios años se han convertido en una de las imágenes del país en el exterior, han provocado que muchos dejen de prestar servicios como taxistas para los cubanos.
Muchos, incluso, han llegado a quitar los techos originales a sus autos para transformarlos en descapotables porque así gustan más al turista, que gasta no menos de 50 dólares en un paseo de una hora.
Mientras, el cubano de a pie tiene que pagar alrededor de medio dólar por un viaje en un caluroso carro compartido con varias personas.
Los negocios gastronómicos también han afectado la economía de la población. Los consumidores “normales” deben competir con los dueños de cafeterías y paladares, quienes se ven obligados a adquirir en las tiendas del Estado artículos de primera necesidad, al no contar con un mercado mayorista para ellos.
Recientemente varios trabajadores del centro comercial La Puntilla, de la empresa estatal CIMEX, de las Fuerzas Armadas, expulsó a varios de sus trabajadores por vender 15.000 manzanas a unos clientes.
El hecho fue denunciado por medios de prensa internacionales y en las redes sociales, y muestra que en Cuba no existe una estructura económica capaz de garantizar la convivencia eficaz entre la administración estatal y los comerciantes privados, en una realidad marcada por la escasez y un mercado negro que favorece a unos y afecta a otros.
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