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Los ecos del último congreso de la UPEC (La Habana, julio 2018) parecen que aún resuenan en Cubadebate, cuyo equipo directivo no alcanzó el protagonismo que esperaba y se quedó fuera de los principales puestos en la cabeza de la organización y tampoco fueron citados por el presidente Díaz-Canel como inspiradores de frase o consigna.
Un vistazo a la prensa que paga el gobierno cubano revela una diferencia sustancial entre la cobertura gráfica que Granma y Juventud Rebelde hicieron de un acto con Raúl Castro en el II Frente Oriental Frank País y la que ha hecho Cubadebate.
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Las imágenes de Granma y Juventud Rebelde muestran a público y dirigentes alegres; mientras que las fotos de Cubadebate revelan un claro contraste entre la alegría de la nomenklatura asistente al acto y la tristeza del público en general que parece incómodo con la ceremonia que conmemoró el 65 aniversario del ataque el Cuartel Moncada, encabezado por Fidel Castro y Abel Santamaría.
Cubadebate publica una foto de Raúl Castro con gesto y mirada del niño pícaro que siempre ha sido; mientras que el público anónimo tiene caras de tristeza, resignación y aburrimiento, incluida la de una señora que porta una foto de los comandantes Fidel y Chávez.
Los partidarios del equipo de Cubadebate pueden argüir que están haciendo el periodismo que reclaman el Partido Comunista y la circunstancia cubanos, y sus detractores criticarán que sabotearan la imagen de un acto al que asistió Raúl Castro, aunque también puede tratarse de un descuido profesional sin intencionalidad, pero que traerá polémica.
La tristeza o abulia del público que acude a los actos convocados por el tardocastrismo no es responsabilidad de Cubadebate ni es nueva, pero cuidar la imagen del régimen sí forma parte de sus obligaciones que para eso les pagan en dinero y con algunas ventajas como carro y apartamento en un barrio habanero.
Cubadebate y la Mesa Redonda fueron hijos gemelos de Fidel Castro en su “Batalla de Ideas” y allí encontraron refugio profesionales leales y entre los que hay buenas, regulares y malas personas, aunque todos unidos por la maldita circunstancia de la pobreza por todas partes.
Y ambas trocitos de privilegios medidos, que en Europa o USA harían palidecer a cualquier redactor o editor, los llevaron a una endogamia casi forzosa que los ha alejado del periodismo que llevan tiempo haciendo jóvenes y maduros contando una Cuba y un mundo más reales.
Al mejor escribano se le va un borrón y en cualquier latitud son habituales las pugnas entre personas y grupos por tener mejor acceso al poder; pero en el caso de Cuba tiene la complicación de las pequeñas ventajas materiales que implica pertenecer a la subguara y lo reducido de los espacios en un sector donde el trabajo por cuenta propia existe solo para contarlo desde la óptica del Palacio de la Revolución.
De hecho, un delegado de Villa Clara al congreso de la UPEC se puso solemne cuando pidió castigar a esos jóvenes periodistas que escriben para medios extranjeros que les pagan en divisa y en su discurso, uno de los más erráticos que ha pronunciado, el presidente Díaz-Canel aludió a los revolucionarios que aceptan becas en países capitalistas.
El tardocastrismo debería acudir a Calviño o a la Escuela de Psicología de la Universidad y tratarse esa pose contra el dinero y el capitalismo porque ese melancólico que fue Rilke ya avisó que los dioses que revelan sus fuerzas, carecen de sentido.
Los jefes ideológicos del partido comunista podrían estar a estas horas gritando por sus teléfonos a los responsables del desaguisado, pero esperemos que la sangre no llegue al río de la ECOTRA (Empresa Consolidada de Otras Tareas Revolucionarias), como ocurrió con Pelayo Terry cuando no publicó un discurso de Machado Ventura porque no le habría llegado antes del cierre.
Personas como Randy Alonso, Rosa Miriam Elizalde y Arleen Rodríguez Derivet, junto con otros profesionales, dieron la cara por el castrismo y su epílogo, en los momentos en que la impopularidad del régimen alcanzó cuotas estratosféricas y los tres comparten bondad y cierto esquematismo doctrinario, pero eso es tan natural como la maldad de Iroel Sánchez o las calidad humana de Manuel H. Lagarde.
Como el son no se fue de Cuba, la bondad y la virtud tampoco es patrimonio exclusivo de los tardocastristas, y prueba de ello es la pluralidad de Ivette Leyva Martínez, Wilfredo Cancio Isla, Carlos Manuel Álvarez, Siro Cuartel, y el equipo que está detrás de CiberCuba que, además, son buenas personas.
Crucemos los dedos para que la ira no alcance tampoco a los fotógrafos que, como buenos profesionales, reflejaron fielmente lo que ocurrió en el Segundo Frente hace unas horas.
Mientras que Granma y Juventud Rebelde también lo hicieron, pero con el matiz del entusiasmo revolucionario que se le presupone a la fiesta anual que, además de rendir tributo a los caídos, repara colegios, reinaugura cafeterías o círculos infantiles, mientras sus pobladores transmiten a los dirigentes su confianza ilimitada en el rumbo, y en la rumba.
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