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Desde hace varios años, el uniforme escolar se ha convertido en la pesadilla de todo padre y en el principal conflicto de verano para la familia cubana. "No hay tallas", "no llegan a tiempo", "no hay boleta de compra para todos los grados", son solo algunos de los dolores de cabeza relacionados con el tema.
Las ventas de los uniformes ya han comenzado en toda Cuba y, por lo tanto, comienza la lucha. Es fácil identificar las tiendas en las que se están vendiendo los uniformes por las largas colas fuera, lo cual sucede por la cantidad de estudiantes ubicados en un solo establecimiento.
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"Yo me fui a hacer la cola a las 7:00 de la mañana, porque la tienda abre a las 9:00 y si no voy dos horas antes no cojo nada", cuenta a CiberCuba Regla Sánchez, vecina de Loma y Tulipán en Nuevo Vedado.
Y, por supuesto, tanta gente para tan poco solo tiene un resultado: las tallas se agotan. Eso, unido al inexistente estudio entre producción, talleres de confecciones y demanda, y la falta de coordinación del Ministerio de Educación, responsable de proveer el número de uniformes que se necesitan por talla.
Si tienes la suerte de que las tallas disponibles son más grandes, entonces, a pesar de la pérdida de tiempo y el gasto de dinero extra, se pueden adaptar; pero ¿cómo adaptar una talla 4 a una 16?, ese es el dilema en el que se encuentran varias madres cubanas que conversaron con CiberCuba.
"Ya he ido tres veces a la tienda que me toca porque no hay talla para mi niño, solo hay más chiquitas y con eso ¿qué hago? Cada vez que voy me dicen lo mismo: 'Ven dentro de unos días a ver si entran más', pero ya queda un mes para que empiece el curso y yo no veo que pueda resolver por las vías legales", nos explica Yamilé Acosta, que reside en el municipio capitalino de 10 de octubre.
Ante esta situación solo queda una cosa: comprar los uniformes en el mercado negro, 'curiosamente' abastecido la mayoría de las veces pero con precios fuera del alcance de muchas familias. El juego de camisa y saya, bermuda o pantalón puede llegar a costar unos 100 pesos cubanos, a esto se suma que un solo juego no aguanta toda una semana de clases, menos bajo el hostigador calor de la Isla, y por tanto, hay que comprar, al menos, camisas extra, que oscilan entre 25 y 50 pesos, dependiendo la zona y la provincia.
Las escuelas entregan a los padres y alumnos mayores una boleta o bono, que funge como permiso para poder comprar el uniforme escolar obligatorio. Sin embargo, esto no sucede cada año. Los niños obtienen su boleta antes de comenzar preescolar, pero luego hasta segundo o tercer grado no vuelven a obtener 'permiso' de compra, como si un mismo uniforme pudiera resistir tres años o como si los niños no cambiaran nada durante ese tiempo.
Otro de los absurdos que acompaña al tema es la exigencia en los centros educativos de medias blancas y zapatos colegiales negros -que obviamente rara vez se puede cumplir-, algo para lo cual no hay ni boletas ni ofertas asequibles al bolsillo de la mayoría.
Y así continúa la agonía cada verano. Como si no fuera evidente que algo anda mal. Como si producir sin conocer la demanda real no tuviera importancia y como si la angustia innecesaria a la que se someten las familias año tras año, no le importara a nadie.
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