Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
48 años llevaba Uruguay sin ganar en un estreno mundialista. La victoria se le resistía, y un Egipto sin Mohamed Salah se vislumbraba como el bocadillo perfecto para las mandíbulas del bicampeón universal.
Mas había un detalle a no ignorar: a los Faraones los entrena Héctor Cúper, un ilustre maestro fabricante de cerrojos y candados. De manera que Egipto tejió su telaraña durante todo el primer tiempo, y Luis Suárez y Edinson Cavani extrañaron la pelota como la hierba extraña al aguacero.
Los africanos parecían más de once. Había uno en cada centímetro de campo, y la garra charrúa tropezaba una y otra vez con aquel ajedrez que, por exquisitamente defensivo, podía llevar la firma de Tigran Petrosian.
Ni siquiera la dupla de atacantes más temida de todo el Mundial pudo romper el cerco. El Caníbal por poco lo consigue, es verdad, pero el meta Elshenawy y el poste se turnaron para asfixiarle el grito. La escena estaba lista para el primer empate a cero de la cita, y entonces –con Uruguay siempre hay entonces- se apareció Giménez con su testarazo de último minuto.
Al final, cada bando expresó sus estados de ánimo con rostros perfectamente definidos. De un lado, Salah miraba al piso con una lágrima pugnando por dejarse ver en cámara. Del otro, Oscar Tabárez apuraba su paso de anciano venerable, el bastón en la diestra y unas ganas tremendas (supongo) de escupir la palabrota del desahogo.
El gol
Más oportuno que rutilante, el cabezazo del ‘Chema’ Giménez casi puso a Uruguay en la otra fase.
El equipo
Ausente su delantero de lujo, Egipto es como un arma sin el cargador. No obstante, dio una lección de disciplina táctica y esfuerzo colectivo que ojalá apareciera en los manuales de estilo de otros equipos de abolengo superior.
La individualidad
Dadme a Diego Godín y moveré el mundo. Alrededor del Capitán, y gracias a él, respira este Uruguay.
El fiasco
Luis Suárez dio la sensación de andar bajo de forma y autoconfianza.
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