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El reciente encuentro entre el presidente norteamericano, Donald Trump, y su homólogo norcoreano, Kim Jong-Un, ha puesto de relieve el futuro plural que comienza a vislumbrarse entre los cubanos, incluidos los que ahora alaban la visión del mandatario yanqui y pretendieron destrozar a Barack Obama porque restableció relaciones con Cuba y visitó La Habana.
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Las dos varas de medir forman parte de la historia universal y cubana, que tiene una frase Caribe para definir reacciones emocionales: está sangrando por la herida. Pero no debemos afligirnos porque haya cubanos que apoyen ciegamente a Trump, otros a Obama y unos con el tardocastrismo y viceversa.
Contaba Herminio Portell Vilá que una tarde, Gerardo Machado Morales visitó la Universidad de La Habana y, cuando el jefe de la escolta le informó que su carro se había quedado sin gasolina, los estudiantes que rodeaban al General Presidente pidieron tener el honor de empujar el automóvil hasta el Palacio Presidencial. Dos años después, parte o todos esos estudiantes echaban al “Asno con garras” del poder.
Si alguien tiene tiempo y revisa la prensa habanera de la primavera de 1957, leerá que el movimiento de desagravio a Fulgencio a Batista, tras el ataque del Directorio Revolucionario 13 de marzo a Palacio y Radio Reloj; reunió a 257 mil cubanos de la época, cifra notable en una población total de seis millones de personas, y siendo el entonces General Presidente el más malo de la película, a juzgar por la historiografía oficial.
Menos de dos años después, parte de ese cuarto de millón de cubanos se asomó a la Virgen del Camino y al Malecón, entre otros sitios, para recibir a Fidel Castro y sus barbudos victoriosos, que alargaron su entrada en La Habana con un baño de multitudes de Oriente a Occidente.
Al hablar con algunos cubanos emigrados, uno se queda con la sensación de que el aeropuerto José Martí y el peligroso Estrecho de La Florida son máquinas del tiempo, pues aseguran que nunca fueron revolucionarios y que, desde chiquiticos, estaban revirados. Otros, al contrario, asumen su militancia revolucionaria pasada sin complejos.
Por tanto, no debemos asombrarnos ante la doble vara de medir que asumen algunos paisanos con respecto de Obama y Trump. Es una actitud parecida a la que asume la izquierda europea para el que el anterior mandatario era un ángel mulato y el actual es un pelirrojo peligroso que acabará con el mundo.
Así las cosas, debemos sentirnos optimistas ante el futuro de Cuba, mediante una necesaria reconciliación nacional (cada vez más perceptible) que, en los casos más injustos, tendrá que asumir el perdón, pero no el olvido; y una conjura colectiva democrática para enfrentar a los duros de ambos bandos, que deliran con una noche de San Bartolomé en la que correría sangre cubana, incluida la de inocentes.
Cuanto más plural sea Cuba mejor vivirán los cubanos, aunque ahora parezca un sueño remoto, pero hasta Díaz-Canel habló de una nación “más inclusiva” en su medido discurso para presentar la comisión encargada de reformar la Constitución que tendrá la virtud de dejar insatisfechos a unos y a otros porque los tiempos de los octo y nonagenarios no es el reloj de los cincuentones, aunque todos hemos sido derrotados por el “General Deterioro” que asola a la isla.
La asignatura pendiente sigue siendo el diálogo sosegado, al principio será difícil porque todos gritaremos, entre cubanos de todas las posiciones políticas, bajo tres premisas: Cuba primero, libertad, prosperidad y justicia. Los tardocastristas repetirán sus letanías predilectas de salud y educación, que forman parte del legado positivo de la revolución cubana. Los demás recordaremos que no hay peor enfermedad y mala educación que vivir fingiendo.
Trump y Kim Jong-Un intentan resolver un viejo y remoto conflicto, pero es tanta la sensibilidad de los cubanos que, un diálogo lejano y ajeno, nos moviliza con el estremecimiento de los amores complicados, como parte del rodaje necesario para emprender el único camino deseable para nuestra isla.
Una ventaja inicial es que muchos cubanos hemos vivido en sociedades democráticas largos años y la otra es que la mayoría sabemos por dónde le entra el agua al coco; es decir, los cubanos de la isla saben que los teléfonos móviles, la escasa Internet y la ropa y los zapatos bonitos son made in capitalismo y gracias a la solidaridad de sus familiares y amigos, pues el comunismo no consiguió hacer ciudadanos libres y prósperos, si acaso soldados y se nota en la plural geografía cubana.
En cualquier caso, aquel sabio bueno que fue Faustino Oramas (El Guayabero) ya avisó del costo de meterse en camisa extraña: “Una carta de Corea recibió la hija de Domínguez y el viejo le da mil pesos al chino que se la lea.”
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