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Rocío Martínez González, de 21 años, fue la primera persona en llegar a la zona donde el pasado viernes se estrelló un avión con más de un centenar de pasajeros a bordo. La aeronave cayó a metros de su casa, ubicada al borde de la línea del tren, a pocos cientos de metros de la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de La Habana.
“El motor que me quedaba a mano izquierda venía incendiado, y ya cuando va por aquí arriba hace un giro brusco, se inclina hacia un lado, y es cuando veo a las personas dando (golpes) en las ventanillas”, relató a Cubadebate la joven, que en el momento del siniestro se encontraba tendiendo la ropa en su patio.
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Diariamente, explica, los vecinos de la zona sienten unos diez o doce aviones pasar por allí, “usualmente no me asombro porque ya estoy adaptada a verlos, pero por encima de mi casa no pasa nunca ningún avión, y este venía de frente”
“Todavía pienso que es mentira. Me quedé fría, parada, lo he visto mucho en películas, pero aparte de que nunca imaginé ver eso, hay que echarse unos días para asimilarlo”, confiesa.
Rocío, que se dedica a arreglar uña, confirmó la versión brindada por algunos medios de prensa sobre el impacto de la nave contra el tendido eléctrico de la zona. “Cuando gira se lleva con el ala los cables de luz que hay aquí al frente, se los lleva todos y fue cuando cayó en picada”, describió.
“Yo corría, gritaba, me mandé por la línea del tren en dirección contraria. A mitad de camino recapacité y viré, había dejado mi casa abierta y todo ahí. Cuando llegué, allí no había nadie. Otras personas llegaron después. Había mucho ruido, muchas explosiones. No se veía nada que no fuese humo y candela. No me atreví a acercarme más”
Poco después llegaron los bomberos del aeropuerto. “Había un hombre gritando dentro del cercado, les estaba pidiendo auxilio porque parece que hubo sobrevivientes”.
Según relata, mucha gente comenzó a ayudar a otros a sacar a los heridos. Entre ellos un vecino conocido como Chichi, que “estaba lleno de sangre ayudando a sacar a las personas”. “Algunos para ayudar incluso se metieron dentro de la candela”, subrayó.
Ramiro Santana Martínez (Chichi) de 46 años, cocinero de profesión y constructor por cuenta propia regresaba del trabajo cuando sintió la explosión “y veo el humero ese y salgo corriendo porque pensaba que el avión había caído aquí, en mi casa, donde estaban mi mamá y mi hermano.”
“Había llamas y se escuchaban todavía algunas explosiones. Había varias personas, empezamos a mirar y vimos a alguien como moviendo una mano. Un muchacho que estaba al lado mío me dijo “¡hay uno moviéndose ahí, vamos pa’ adentro!”, y yo le digo “¡vamos!”, entonces los paramédicos y los bomberos nos advirtieron que no nos metiéramos ahí, por las explosiones, pero el muchacho y yo nos metimos”, contó.
Con ayuda de otras personas que trabajan en el aeropuerto, Chichi levantó las ramas, y logró sacar a la persona. “Yo saqué tres, dos hombres y una muchacha”, indicó.
“Había como veinte personas, y todo el mundo quería ayudar, pero la policía nos tenía parados, era muy peligroso, como tres o cuatro fuimos los que nos metimos ahí adentro y empezamos a sacar esos cuerpos con vida. Yo no los conozco, la primera vez que los vi fue en el accidente, pero estábamos aquí y cooperamos”
Vi a una madre que murió con su niño en las piernas. El asiento al que iban amarrados echaba candela. Casi no tuve tiempo de fijarme en nada, ni en la sangre
El hombre recuerda además que en la zona del siniestro “todo aquello olía a quemado” y que lo primero que vio fue gente ardiendo, sin moverse. “Había cadáveres incinerados. Las personas que sacamos tenían quemaduras graves, estaban en muy mal estado. Cuando llegué a la casa le dije a mi mamá: ‘difícil que lleguen con vida’”.
“Yo los llevé hasta la misma ambulancia. Salvo la muchacha, los otros no daban ningún otro signo de vida, más que su respiración”.
“Vi a una madre que murió con su niño en las piernas. El asiento al que iban amarrados echaba candela. Casi no tuve tiempo de fijarme en nada, ni en la sangre. La sangre me la vine a ver después, en los guantes, las piernas, los zapatos. Lo mío era estar ahí. Tengo la ropa metía en el tanque aquel pa que se le vaya toda la sangre, pero incluso me huelo y siento todavía ese el olor tan fuerte”.
El avión Boeing 737, arrendado a la mexicana Global Air por la aerolínea Cubana de Aviación, se estrelló el mediodía del viernes minutos después de su despegue con 110 personas a bordo entre tripulación y pasajeros, en su mayoría de nacionalidad cubana.
Al siniestro de la aeronave, que cubría la ruta entre La Habana y la ciudad oriental de Holguín, sobrevivieron tres pasajeras cubanas que fueron hospitalizadas en estado muy grave con traumatismos cráneoencefálicos y fracturas diversas.
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