Si la maestra nos pusiera de tarea que hiciéramos una composición sobre lo ocurrido durante nuestras vacaciones, ¿cómo podríamos describir este inverosímil reencuentro con New York?
Volver al MoMA no con una, sino con dos, de nuestras últimas obras: los Crematorios 1: En fin… el mal y 4 Ma(L) de Fondo.
Pero, sobre todo, ¿cómo delinear, tan siquiera, el inmenso honor que todo esto ha significado?
Darle voz a lo que se ha silenciado, a lo menospreciado, a lo condenado y a lo que aún, todavía, se pretende, en vano, negar.
Gracias infinitas por este ciclópeo grito a Tania Brugueras. Su monumental obra Untitled queda para la posteridad. Así como su egregia batalla en contra del silenciamiento y a favor de la tolerancia, el entendimiento, la justicia, el cariño, el arte y el progreso, se erige como un indestructible monumento de vergüenza y dignidad, en medio de estos tiempos de cóleras tan turbias.
Gracias a Dean Luis Reyes. Serio, entregado, comprometido, estudioso, objetivo y siempre dando en la diana, con sus palabras meticulosamente trenzadas.
Gracias a cada uno de los demás realizadores: Orlando Giménez Leal, Néstor Almendros, Manuel Zayas, Eliécer Jiménez, Marcelo Martín, Ricardo Figueredo, Carlos Lechuga y Miguel Coyula.
De todos aún aprendo. Hago cine con y por ellos.
Gracias a los que no pudieron estar aunque se lo merecían también.
Y no mencionamos nombres porque son muchos.
Y porque no nos gustaría, injustamente, olvidar a ninguno.
Gracias a los que están por venir. Y que darán que hablar.
Pues, de nuevo se desatan turbulencias en la cada vez más restringida, vigilada y acotada Muestra de Cine Joven de la Habana, con la prohibición de la proyección de la primera película de un joven realizador.
¡No aprenden!
¡No permiten avanzar!
¡No dejan vivir!
Por eso, lo del MoMA fue un ínfimo acercamiento, de lo que parece ser una obra mayor, continua e imperecedera de la censura feudalista, chancletera, sucia y burda que, por siglos, reverdece, recrudece y se ceba, anegando en fango a Cuba.
Se necesita mucho más tiempo para programar toda esa historia, ¡es claro! O, mejor dicho, porque es oscura.
Se vuelve cíclica. Se reitera. Cambia de funcionarios, firmas, caras, cargos u horas.
Se muerde la cola.
¿O será que ahora funciona el veto cinematográfico, como homenaje al mismo aquel que recibiera por el Gobierno de Batista, ese pobre e imperfecto documental, titulado El Mégano, considerado oficialmente como el antecedente-padre-matrix-o-vientre, del cine “revolucionario” y a la que, después, hasta convirtieron en una pésima sala de cine, que hoy en día se pudre entre ruinas, desidia, ratas y aguas albañales?
La denegación incluye, también, la obra de muchos realizadores que han hecho, siguen y seguirán haciendo fuera del país.
De alguna u otra manera.
Continuando su obra muy cubana, más allá de esa finca super e hiper controlada.
Y no mencionamos nombre en específico porque son un montón.
Por lo que tememos no conocerlos a todos.
Porque es la historia repetida, una y otra vez, de la absurda desaprobación de artistas y/u obras.
Y es igualmente la ley del desconocimiento entre orillas. La parte más seca del intelecto.
¡Orilleros versus los que amamos el vuelo a cielo abierto!
Pero, sobre todo, es hasta cartesianamente razonable que expresemos nuestro agradecimiento a los censores.
Y a esos sí que no los mencionamos.
Porque lo que merecen es, precisamente, el olvido.
No obstante, hay que reconocer que sin ellos, no habría sido posible ese bendito momento, con tanta buena e inolvidable dicha.
Tal y como señalara un muy lúcido crítico y profesor cinematográfico, que todavía sobrevive en El Vedado: “Fueron ellos los verdaderos curadores de esa exhibición”.
Hace ya más de dos años, en medio de toda esa absurda farsa que crearon alrededor de nuestro “caso”, usamos una camiseta con la frase "Viva el cine libre". Fue un gustazo volver a ventilarla, otra vez, en uno de los espacios del arte más consagrado del mundo. Y tenderla en el podio. Con mucho que decir tras esos micrófonos. Del silencio impuesto arbitrariamente, al uso de la tecnología más eficaz para difundir la palabra y amplificar el pensamiento. El clamor de la libertad.
La ocasión de visitar Manhattan - para adornarla con broche de oro - nos vino acompañada, incluso, con la posibilidad de disfrutarnos una función del musical que acaparó los últimos premios Tony en Broadway. El reestreno o revival de Hello Dolly. Interpretado, magistralmente, por la inigualable y carismática Bernardette Peters. Sustituyendo - graciosa y muy dignamente - a la simpar Bette Midler, que fue quien se llevó el trofeo a casa, con ese mismo papel, el año pasado. Es decir, la misma puesta pero con otra cara.
Además, pudimos concretar el ansiado encuentro, con uno de los pintores jóvenes cubanos contemporáneos más exquisitos e imprescindibles, entre los muchos que hemos conocido fuera del país. El singular, prístino, preclaro y talentosísimo Ariel Cabrera Montejo. Y, sobre todo, la oportunidad de apreciar, de cerca, su osada, graciosa, original, profunda, motivadora y formidable obra pictórica. Le prometimos que si algún día, nos hacíamos millonarios – algo que ni siquiera está en nuestros planes o sueños – no sólo le compraríamos todos sus cuadros, sino que hasta le dedicaríamos un museo. En serio, se lo merece.
Fue hermoso, como siempre, ganar lindos nuevos amigos. Mención especial a Enrique del Risco quién nos acogió en su casa, en New Jersey, con una fiesta super especial, rellena de comidas deliciosas, traídas por muchos a quienes no pudimos, casi, ni conocer. Hubo tragos, buen humo, carcajadas, risas, sonrisas, recuerdos, conversaciones amenas y mucho, mucho, mucho calor humano en contraposición al crudo invierno afuera.
Fue el chance de volver a disfrutar de otros muy queridos y entrañables incondicionales. Como los que nos fueron, muy amablemente, a buscar al aeropuerto. Que nos hicieron prometer que no escribiríamos acerca de las condiciones del auto en el que nos recogieron. Les juramos que no lo haríamos, después de preguntarles cómo se les ocurría que pudiésemos hacer algo así. Aquí pueden comprobar que no hemos mencionado una palabra al respecto.
Y fue como una inyección de adrenalina recorrer las calles que tanto y tantas veces hemos recorrido. Caminar un rato por el Parque Central. Zapatear hasta el cansancio y descubrir rincones con nuevas visiones. Aunque nos estuviésemos cagando, literalmente, de frío. Bueno, más bien, orinando. Cargando encima varios quilos de ropa y comiendo al paso, a la ligera. Aunque hayamos tenido que pasar, toda una mañana, acompañando a nuestro amigo americano a un hospital, para ser atendido, con urgencia, por una repentina y molesta infección en el hígado. Que lo obligó a, casi, becarse en el hotel que habíamos reservado, frente al Madison Square Garden. Sin mucho apetito, ni ganas de comer, el pobre.
A pesar de que habíamos reservado un bed and breadfast, en el Hotel Pennsilvania, que parecía más bien una mezcla entre terminal de ómnibus y escuela en el campo. Viejo, con aspecto sucio, olor a guardado, alfombras más que gastadas y hasta había que hacer una cola interminable, con horario, para alcanzar al desayuno. Porque lo que sí se acababan, para colmo, eran los productos. ¡Di tú!
A pesar de que vinimos a descubrir cómo funcionaba la calefacción de nuestra habitación, la última mañana, antes de volvernos a la soleada Florida. Y que como regresamos un lunes, que no hay actividad cultural casi ninguna, tuvimos que meternos en un cine a ver la oferta de una comedia gringa hiper tonta. Pero luego, como teníamos que esperar, todavía mucho rato, para la salida de nuestro vuelo, nos colamos en otra sala, del mismo multi-cine. Y por el precio de una, nos echamos, en cambio dos películas. En unos asientos amplios y enormes, que se reclinan y donde se puede descansar tranquilo. La segunda oferta “gratis”, era de acción. Sin embargo, sentimos, de cerca, los ronquidos fuertes de otro espectador. Al final de la función, llegó hasta la seguridad del lugar para sacarlo, por el ruido que hacía aquel ser dentro de todo ese complejo. ¡Qué clase de surna, por tu madre! ¡Qué potencia, qué divertido!
Llegamos casi a las tres de la mañana a Miami.
Y ya a las siete estábamos en pie, otra vez, para retomar las clases como instructor de video.
Con un cansancio que se nos cerraban los ojos.
Pero con el alma henchida y contenta.
No nos cansaremos de darle gracias a la vida, por lo tanto que nos ha dado.
Y por lo mucho que nos ha permitido crecer, a pesar de los pesares.
Por eso, para que la esperanza - o hope como le llaman por aquí - no se nos escape, ni se nos extravíe, o se haga la chiva loca, nos hicimos una foto junto a ella, para que quedara constancia.
Con los pies tendidos al aire.
Abrazando al viento.
*No es oro todo lo que brilla. Esa quizás sea la última instantánea con esos hermosos lentes oscuros, que nos acompañaron durante mucho tiempo. Los habíamos comprado en Zurich y recorrieron junto a nosotros largos y muy luminosos caminos. ¡Así pasa! También visitando Catania, al noroeste de Sicilia, quisimos escalar la cima del volcán Etna. Teníamos un par de espejuelos de sol, muy parecidos a esos, pero en color morado. Una exquisitez vendida por un africano en las calles de Roma. Y nada más hicimos asomar la cabeza por el cráter, se nos cayeron, sin siquiera decir adiós, en unos fugaces segundos. Hay que dar para ganar. Y no está del todo mal pagar con gafas.
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