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El cuartico está igualito

Emma Mustelier y Zoila González esperan que el Gobierno cubano les dé una casa a cada una donde vivir.

La vivienda, uno de los grandes problemas de Cuba. © Cubahora.cu
La vivienda, uno de los grandes problemas de Cuba. Foto © Cubahora.cu

Este artículo es de hace 6 años

Emma Mustelier vive en un cuartucho de madera ubicado en el municipio capitalino de Guanabacoa. Junto a su hermana Lázara y sus cuatro hijos se las ingenian para sobrevivir en tan limitado espacio.

La mujer, declarada caso social por las instituciones pertinentes, lleva esperando más de 20 años que le asignen una vivienda digna de un ser humano. Se ha dirigido a todas las instancias del régimen sin recibir respuesta alguna.

Paralelamente, Zoila González, residente del municipio San Miguel del Padrón, también en la capital, tiene dos hijos. Uno de ellos, enfermo mental. Al igual que Emma, no ha tenido suerte y sigue esperando. Tiene que librar una batalla descomunal para poder vivir en un área mucho más pequeña que su paisana.

Estas dos mujeres no son los únicos casos con problemas de vivienda en la Cuba socialista. Ni siquiera la precariedad de este sector es la única contrariedad por la que atraviesan los cubanos.

Otra situación acuciante es la del transporte. A pesar de que el Estado no prioriza y asegura una política donde la población pueda cubrir sus necesidades de movilidad, éste encima arremete contra el sector privado, una válvula que daba alivio, y les reduce el combustible. De esta forma, limita en gran medida el movimiento urbano diario.

Es un secreto a voces que la escasez de alimentos ha sido la comidilla desde el principio de la revolución. El mismo Raúl Castro reconoce que “los frijoles son más importantes que los cañones”. Aunque nadie se ha muerto de hambre (según los informes gubernamentales) se sabe que las carnes brillan por su ausencia. Ni hablar de algunos exóticos mariscos como la langosta. Consumirla puede acarrear varios años tras las rejas. Nada, que en Cuba lo que hace falta es “jama”, como dijera el simpático Pánfilo.

A todo esto súmele que el ingreso per cápita no sobrepasa los 29,60 dólares mensuales. La doble moneda abusa del bolsillo y obliga a que el cubano de a pie tenga que convertirse en un “bandido” para satisfacer sus necesidades más elementales.

En cuanto a la falta de libertades podríamos hacer un artículo aparte. Internacionalmente se conoce que los mandamases cubanos violan los derechos de sus ciudadanos. Sin esperanza de respetar y mucho menos de disculparse por los daños causados física y sicológicamente.

En resumen podemos ver que hemos esperado en vano casi toda nuestra vida. El ex gobernante Fidel Castro prometió un “nivel de vida superior al de Estados Unidos y Rusia”. Dio su palabra de que “tendríamos una nación libre y que cuando el pueblo no lo quisiera se iría”.

Haciendo fila en la historia todavía nos preguntamos si la revolución era comunista o humanista. Anhelamos con fervor “producir más naranjas que La Florida”, nos quedamos con las ganas de que la vaca revolucionaria “Ubre Blanca fuera la mayor productora de leche del mundo y que llenara la bahía de la Habana con este lácteo”.

Pero como el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y no sacamos experiencia de la zafra de los 10 millones, seguimos con la esperanza de que nuestra Isla sea en “breve tiempo un país exportador de petróleo”. De igual manera “no tendríamos dudas de que en el transcurso de algunos años seríamos una de las mejores ganaderías del mundo”.

Así las cosas, y luego de casi diez años presidiendo el país, Raúl Castro parece no tener prisa en remodelar el cuartico (léase país). Todo sigue igualito.

Mientras, Emma y Zoila, que representan a un pueblo en espera, varado en la historia, carcomido por las promesas y víctimas de una ideología estéril, deben confiar en que la revolución que se hizo “por y para los humildes” les dará una vivienda digna donde poder dormir y soñar como lo que son, personas.

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