Mercaderes del aire

En el acto de cargar suministros a lo largo de los casi sesenta años del estrambótico experimento social en Cuba, se reconoce la incapacidad del gobierno para proveer los más elementales artículos a la población.

Aereopuerto Internacional José Martí de La Habana © CiberCuba
Aereopuerto Internacional José Martí de La Habana Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 6 años

Llegué al aeropuerto de Barajas y cuando iba a salir al exterior pasé por delante de los mostradores de facturación de Iberia para La Habana.

Hay cosas que no cambian, el Sol sale cada mañana, los huevos tienen yema y los residentes cubanos que regresan a la isla llevan su maleta oronda, rebosante, henchida, imposible de cerrar, junto a una de mano, el bolso, y un par de bultos más repletos de pacotilla.


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Habida cuenta que en el acto de cargar con semejante cantidad de suministros a lo largo de los casi sesenta años que dura el estrambótico experimento social en Cuba, se reconoce la incapacidad del gobierno para proveer los más elementales artículos a la población, me pregunto:

¿Cuando esa creciente masa viajera que abarrota las bodegas de los aeroplanos, cambiará el chip y empezarán a pensar que nadie debería volar tantas millas, pasando todo el tipo de obstáculos para lograrlo, y regresar a una tortuosa sesión de revisiones y mordidas en la aduana de su propio país, para poder contar con elementos básicos? Y que esta reflexión conduzca de una vez por todas a tomar una posición crítica, aunque tan concientización hubiese que agradecérsela al consumismo.

Me refiero a los viajeros que viven en Cuba, a los que desde siempre han podido viajar, generalmente privilegiados por un puesto ministerial, gubernamental, artístico o por ser familiar de algún dirigente, y a los que desde la semi abolición de la prohibición de salir del país, se pueden pagar un pasaje. No me refiero a los que se fueron y que alguna vez regresan a ver a sus parientes.

Aunque tampoco simpatizo en absoluto con esos ejércitos de pasajeros cargados de bultos donde sea que residan, por la agresión que representa al más elemental y básico buen gusto y porque si tuvieron que abandonar su país porque no se podía progresar, opinar, discrepar, el responsable no es el medio ambiente ni los fenómenos naturales, sino el gobierno.

Esa capacidad asombrosa y destacada del cubano de soportar todo, que como decíamos en broma allá, lo convierte junto a las "blattodeas" cucarachoides, en los únicos seres vivos que podrían sobrevivir a una guerra nuclear, si embargo lo invita a esquivar la conveniencia de luchar para participar en las decisiones trascendentales y pertinentes de su propio país, de su propia Historia, finalmente, de su propia vida.

Un reporte del G2 a los superiores podría lucir así:

"Sin problemas, viento en popa, el rebaño sigue “resolviendo”, tras la zanahoria, la salvación personal y su caja de laguer. Vamos por buen camino".

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Martin Guevara Duarte

Es argentino, pero se crió en Cuba. Hijo de Juan Martín, hermano menor de Ernesto "Che" Guevara". Vive en España, y es un crítico de las políticas del castrismo. Tiene un blog y escribe un libro sobre la situación en Cuba y sobre su célebre tío.


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